Epílogo: O juntos o nada.

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Elliot

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Elliot.

Me aprieta la corbata.

Me sudan las manos.

Y como si fuera poco he perdido el anillo.

Es decir, me lo quité para bañarme solamente y no recuerdo dónde lo dejé. Los nervios me tenían estúpido.

Me miro una última vez en el espejo, el traje que me compró Nathan calza perfecto en mi cuerpo.

Solo han pasado unos... ¿qué? ¿5? ¿6 meses desde que me propuso comprometernos?

La razón de mi elegante vestimenta es una cena para anunciar nuestro compromiso a todos. Porque sí, nadie lo sabía aún, ni siquiera su hermano o Kendra.

En todos estos meses la cosa era perfecta. Nosotros. Somos perfectos juntos.
Ha decir verdad mi "carrera" como boxeador había dado un salto enorme desde que le gane a Brett, quien nunca he vuelto a ver.

Revuelvo toda la habitación en busca del anillo. Nathan me mataría por quitarle de lugar las cosas pero tendría que acostumbrarse si quería vivir conmigo. Cosa que aún no hemos hecho, no sé qué estamos esperando.

Pasaba más tiempo en su casa que otra cosa, en mi departamento estaba casi siempre solo debido a que Kendra tenía un nuevo novio (que aún no me presentaba). Solo espero que no sea algún nuevo profesor.

La puerta de la entrada suena. Ha llegado y yo sigo sin mi anillo, ¡ay Dios!

Voy al baño, repaso mis pasos, ¿dónde lo metí?

—¡Elliot, mi vida! ¿Dónde estás?

Me encierro en el baño y prendo la ducha.

Escucho que entra en el cuarto.

—¿Te sigues bañando? ¡Te oxidarás ahí dentro!

Control Elliot. Solo es un anillo, no puede haber ido muy lejos.

Él intenta abrir la puerta pero yo la he trabado.

—¿Elliot?

—Sí, estoy... aquí. —Apago la ducha—. Ya salgo.

—Apúrate o llegaremos tarde.

Suspiro y bajo la mirada, veo algo plateado brillar en el suelo. Casi suelto un grito de alegría. Me lo coloco y salgo triunfante del baño.

Nathan está acostado en la cama, mirándome fijo.

—¿Me puedes explicar a qué viene este desorden?

Señala con sus manos la habitación. Yo sonrío inocente.

Me subo a la cama y gateo hasta su posición con una sonrisa pintada.

—No caeré en tu juego, me explicas qué pasó en mi cuarto. —Dice, aunque sus ojos están puestos en mis labios y sus manos han ido a parar a mi cadera.

White. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora