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Sujeté su brazo y lo ayude a ponerse de pie. Él permanecía sujetando su entrepierna con una de sus manos y su rostro se mantenía con un semblante de puro dolor. Lo deje caer sobre la cama.

- Joder, ¿por qué siempre ahí? -.Bufó, acomodándose en la cama con cuidado, recargando su espalda contra la cabecera de esta.

- ¿Siempre ahí? -.Enarqué una ceja.

- ¡¿No pueden escoger otro puto lugar donde golpearnos?! Siempre en las pelotas -.Bufó, hacía solo muecas de dolor.

- ¿Qué? -. Mi entre cejo se frunció -. Fue un accidente -. Dije. Él se mofó con un poco de dificultad. Si le dolía.

- Claro, un accidente -.Dijo con ironía.

- Si tú no hubieras sido tan atrevido nada te hubiera pasado. Ahora muévete que quiero dormir -. Señalé la silla.

- Me duele, no serás tan cruel para hacerme dormir en una silla.

- No me importa, te lo mereces por idiota -.Me crucé de brazos-. Dios, ni sé que hago ayudándote y aún no te he mandado a la mierda por atrevido -. Rodé los ojos negando.

- Bien -. Se sentó al filo de la cama con dificultad -. Me voy, de mejores casas me han corrido -.Observó de reojo la habitación -. Literalmente.

Entorné los ojos.

- Oh vete entonces, me importa muy poco. ¿Qué va? Ni si quiera me importa -. Me acerqué a la puerta, tomé el pomo y la abrí -. Pero ya, fuera.

Él la miró sorprendido. No creyó que se lo tomaría tan enserio.

- No hablas en serio -.Sonrió levemente con temor a su vez. Lo miré con los ojos entornados -. ¿Me estas echando?

- Pues sí, ¿no era que no te importaba? Total de otras mejores lo han hecho ¿verdad?

- Pero...

- Probablemente otras también te reciban como yo lo hice. Ahora largo -.Insistí.

- Bien -. Bufó poniéndose de pie ya recuperado del dolor -. Me voy

Solo continué señalando en dirección a la salida sin decir palabra. Él solo bufó rodando los ojos y caminando hacia afuera.

- Eres detestable

- Adiós -. Dije sonriendo y cerrando la puerta en sus narices.

- Y Odiosa -. Gritó del otro lado.

- Aja es casi lo mismo, ¿no tienes Insultos mejores? ¿O a tu edad es difícil pensar?

- Ni si quiera sabes mi edad, mocosa -. Bufó del otro lado dando un leve golpe a la puerta.

- ¿Mocosa? -.Murmuré y me reí bajo -. Pero se nota que pasas los cuarenta, ¿has visto esas patas de gallo que traes? -. Me mofé en silencio soltando una leve risa. Era gracioso el momento.

- ¿Qué? -.Frunció su ceño -. ¡Para tu información aún no los pasé!

- Si aja -. Me senté al filo de la cama -. ¿Por qué no vas a gritárselo a alguien que le interese? Quiero dormir.

Silencio.

El silencio se prolongó por un momento hasta que oí tocar la puerta. Mordí mi labio y me destapé, me senté al filo de la cama y observé la puerta.

- ¿Quién? -. Cuestioné, más sabía quién podría ser.

- Por favor, abre me -.Susurró.

Síndrome De EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora