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Ella simplemente trago en seco ante su pregunta. Sus manos comenzaron a sudar al msntenerlas empuñadas con fuerza. Ahora no solo sus mejillas se sentía calientes, ahora todo su interior estaba ardiendo en llamas.

En sentido figurado. Ignoren mis exageraciones, tal vez me he vuelto paranoíca por un amor que ha dejado su marca tan profunda sobre mi corazón.

¿Qué responder a eso? ¿Qué?

No había salida. No había ninguna salida más que intentar mentir... y hasta eso a estas alturas sonaba patético de intentar.

- Y-yo... no -. Susurro sin poder acabar. Su mirada fija y penetrante la dejaba sin habla. No le permitía soltar alguna mentirilla piadosa. O no tan piadosa.

Él solo la miraba en silencio, esperando alguna respuesta. Sea cual sea, queria saberla.

- No te entiendo.

- Claro que si lo entiendes -. Dice con el ceño fruncido. Casi ofendido por creerlo tan idiota para creerle algo tan claro. O tal vez no tan claro para ella. Ella se sobresaltó un poco al sentir su tono de voz más grave -. Bien, seré más directo si eso es lo que deseas -. ¿Estás embarazada? -. La miró fijo. Ella estaba helada. Bajó la mirada en silencio. Él lo entendió.

- Lo estás -. Afirmó con seguridad -. ¿Por qué no me lo habias dicho? -. Frunció su ceño. Ella solo lo empujó con levedad para que él mismo se corriera a un lado y ella pudiera ponerse de pie, para volver a caer sentada a la cama por el dolor de su cabeza.

- Joder... -. Masculló tocando su frente.

- Aún no estás del todo bien. Debes descanzar, _______ -. Dijó sujetandola por su brazo una vez que se desplomó y calló de culo a la cama.

- Quiero ir a casa...

- Negó -. No hasta que te mejores.

- ¡Estoy bien! -. Exclamó. Mirandolo con el ceño fruncido. Alejandolo con su mano libre y un dolor de cabeza que la torturaba demasiado.

- Si lo estuvieras pudieras levantarte pero no puedes -. Replicó sin alejarse ante sus leves empujones.

- Entonces llevame tú -. Masculló frotando con sus dedos su frente intentando inútilmente calmar el dolor-. Déjame allí y vete. Quiero estar sola un momento, ¿acaso no lo entiendes? No quiero que me cuides. No quiero ser un peso. No estés de rogón por dios -. Dijo lo más amable posible.

¿Amable? ¿Es en serio?

Edward solo rodó los ojos con fastidió. Si, estaba molesto. No, no por ella. Lo estaba porque todos siempre sacan conclusiones por si solos cuando la otra persona no les está reclamando nada. Pero lo que más le fastidiaba era que quisiera evadirlo. Si no quería responder no iba a obligarla.

- Lo único que quieres es cambiar de tema y que yo no insista pero, no lo haré. Solo fue una pregunta, una simple pregunta que ni yo sabía si hacer, tu insististé. Jamás pensé en insistir si no quisieras responder. Calmaté y duerme. No pienso llevarte a tu casa -. Se puso de pie caminando hacia la mesa donde había dejado bolsas de compra- Traje algo de comer para ti.

_______ lo miraba algo avergonzada. Él se daba cuenta de todo.

- No, quieras o no me iré -. Intentó ponerse de pie, más volvió a fracasar en su intento. Volviendo a caer rendida sobre la cama. Él la miró por sobre su hombro, rodó los ojos al oírla y verla caer a la cama.

- Testaruda -. Murmuró negando con la cabeza.

- Cállate, te he oído -. Bufó ella.

- No, tú te callas -. Se volteó -. Soy mayor que tú, tengo razón al decir que eres una testaruda. No puedes ni moverte sin caer al suelo y quieres irte y estar sola.

Síndrome De EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora