41.

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Abrí la puerta y entré. Gus, como todo un caballero me había acompañado a casa.

---- Pasa ----.Murmuré, aferrada a la vieja puerta de madera, mientras mantenía la mirada clavada en el suelo.

---- Gracias ----. Dijo simplemente e ingreso.

Cerré la puerta pero, no volteé. Recargué mi peso sobre esta. Tanto pasaba por mi mente, cosas que solo podían provocarme dolor.

---- ¿_____? ----. Dijo.

Giré mínimamente mi rostro en su dirección. Se Mantenía de pie, con los brazos extendidos.

---- Ven aquí ----. Susurró. Mis labios temblaban al igual que mis piernas. Mis ojos se habían nublado ----. Vamos, ven aquí.

---- Ay Gus... ----. Sollocé y sin más corrí a sus brazos. Estaba destrozada. No eran los brazos que quería sentir pero, eran reconfortantes y cálidos.

Llorar y llorar en su hombro, sentir como la fuerza de sus brazos detenían mi caída. Me sentía protegida pero, a su vez no.

¿Cómo explicar algo que ni yo misma entendía?

---- Por favor, ______----. Sobaba mi espalda ­----. No llores, tranquilízate ----. Decía; Más sin embargo no podía detener esas cascadas saladas que se escurrían por mis mejillas.

...

Se había quedado congelado. Su corazón gritaba que no la dejé ir y su mente lo detenía.

Simplemente se resignó. Sabía que estar lejos de ella era lo mejor. Aun que esa sea su peor tortura.

Luego de aquel encuentro, decidió volver a la casa, necesitaba pensar seriamente en todo.

Al llegar a la casa, dónde crédulamente creyó encontraría paz y tranquilidad, encontró todo lo contrario, como si lo hubieran embestido con todo el enojo del mundo, Literalmente.

En cuanto cruzó la entrada vio el semblante serio del padre de Wanda y como enseguida se encimo sobre él acorralándolo contra la pared más cercana.

---- ¡¿Qué coño le hiciste, maldito?! ----. Sujetó el cuello de su chaqueta y presionó sus puños en su cuello.

---- ¿D-de que habla? ----. Cuestionó, aferrando sus manos en los brazos del hombre, tratando de detener su peso.

---- Maldito infeliz, encima que te ofrecí mi ayuda, mi casa sin conocerte ¿,me pagas de esta manera? ¡Bastardo! Te hubiera dejado morir, maldito.

---- Señor Mauricio, le juro que estoy realmente agradecido por todo p-pero realmente no entiendo a qué se refiere ----. Decía con dificultad.

---- No te hagas el idiota ----. Presionó más sus puños en la ropa de Edward ----. Maldito puerco, podría ser tu hija, ¿cómo demonios te atreviste a propasarte con ella? ----. Vociferó. Y fue cuándo Edward vio a Wanda detrás de él.

Ahora todo tenía sentido.

Ella era una niña si, eso era cierto pero, no era una niña de mente y mucho menos de cuerpo.

Seguramente Wanda malentendió el sacudón que Edward le dio y se asustó; O tal vez, posiblemente lo hizo por despecho, todo por ser rechazada y haber quedado tan regalada.

De todos modos no tendría caso explicar las cosas, en cualquiera de los casos, Mauricio jamás creería en la palabra de Edward contra la de su hija, era muy obvio.

Pero tampoco quería quedar como un violador.

Una vez lo fue sin querer, pero no iba a cargar con ello si esta vez no lo hizo

---- Y-yo no la violé si eso es lo que cree ----. Aclaró ----. Y descuide ----. Se soltó del agarre ----. Ya mismo me iré de aquí, muchas gracias por todo ----. Abrió la puerta y salió de la casa.

Estaba molesto.

---- Oye ven aquí, no he terminado contigo, idiota ----. Salió hasta el pórtico de su casa vociferando.

---- Pero yo con usted sí ----.Se volteó en dirección al hombre sin detener sus pasos ----. Hable con su hija, que si tiene algo de vergüenza le dirá la verdad ----. Se volteó, dándole la espalda y comenzando a alejarse de aquella casa.

De todos modos no tenía intenciones de seguir en aquella casa, no se sentía cómodo siendo acosado día y noche por Wanda.

No iba a dejar que él mismo cometiera una locura porque debía admitir que Wanda estaba demasiado buena como para dejarla pasar tantas veces.

Claro que podía detenerse ante cualquier mujer que pasará por delante suyo, no era un depravado que se acostaba con cualquiera pero, no estaba seguro de poder detenerse fácilmente ante una mujer que se le metía en la cama por si sola.

El caso era que estaba mucho más tranquilo, bueno en parte porque...

Ahora tenía otro problema mucho más grave, debía buscar un lugar donde pasar la noche, no tenía dinero, no tenía nada más que la ropa que traía encima.

No tenía una puta idea de lo que haría sin dinero ni pertenencias.

No podía volver a su antigua casa.

¿Tal vez debería pasar la noche en el parque como los indigentes?

Síndrome De EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora