Capítulo 4

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   Las lágrimas de la chica caían y caían como cascadas, podría haberse hundido en sus propias lagrimas e incluso quizás lo deseaba. Deseaba desaparecer de ese mundo tan injusto, perder esta vida tan miserable que le había tocado.

¿Cómo alguien puede ser tan cruel?

 No quería estar ahí ni un segundo más. Bueno, a decir verdad ¿Quien quisiera estar en su lugar?. Estar en esa casa grande y oscura en todo sentido, conviviendo bajo el techo de un criminal, era como vivir en el mismo infierno en la tierra de los vivos.
  Al abrir sus ojos se encontró en una completa oscuridad. Ya no era como cuando al despertar, al abrir sus ojos los molestos rayos del sol provocaban cerrarlos de inmediato, en su momento detestaba porque el sol mañanero anunciaba, junto al canto de los pájaros el inició de un nuevo día, y el comienzo de un día más de escuela, no, ahora solo veía una gran y extensa oscuridad que no parecía tener fin. La única luz que había en ese cuarto era la de una pequeña lampara, ni una ventana abierta ni un agujero para que al menos entrara una pizca de luz.  

- ¿Cómo vine a parar aquí? - se preguntaba con sus manos aferradas a su propio cuerpo - ¿Cómo mis propios padres... que supuestamente deberían de cuidarme... cómo han podido ser ellos mismos quiénes destruyeron mi vida?... -trago- una me abandona y él otro me vende como si fuera un objeto inservible. Los odio - Masculló y una ves más se quebró sin poder evitarlo.

La puerta se abrió. Ella tragó en seco, tenso su mandíbula y abrazo con fuerza su cuerpo. Era él una vez más, Observante con su mirada opaca e hiriente.  

- levántate - Exigió. Su corazón pegó un brinco de solo escuchar aquella voz que rompió el tormentoso silencio.

Ella tragó ligero mientras apretaba sus dientes entre sí. Estaba temblando y su corazón palpitaba con fuerza pero, no respondió ni obedeció.

- Joder, no estoy jugando, niña - se acercó a ella, sujetó el brazo de la chica con fuerza y la levantó bruscamente. ____ sintió que era el mundo quién se le venía encima- no me hagas perder la paciencia.

  La adolescente había quedado de pie frente a él, lo miraba con rabia y a su vez con temor, el tipo presionó los brazos de la muchacha un poco más fuerte, casi seguro dejaría sus dedos marcados en los brazos de la más joven.
  Sus cuerpos estaban pegados el uno al otro, tan juntos como cuando uno junta un imán al metal. La distancia era tan corta que_____ podía oír cómo su pesada respiración chocaba con la tela de ese pañuelo que llevaba en el rostro, su mirada felina clavada sobre los dulces pero tristes ojos de la menor. Ella Colocó sus manos sobre el pecho del tipo, casi por instinto, intentando así evitar que el hombre se acercara aún más.

- ¡Déjeme! - demandó, trataba de soltarse del agarre pero no podía.

- Cierra tu pequeña y jodida boca - masculló con el ceño fruncido.

Tomó el mentón de la joven bruscamente, acercó su rostro al de ella mientras mantenía sujeto uno de sus brazos con fuerza. Su mirada parecía registrar cada detalle en el rostro de la menor, su pulgar rozó el labio inferior de ella con lentitud al compás que su vista se concentraba en aquellos labios carnosos y rosados, la volvió a mirar fijo a los ojos y se alejó lentamente.

¿Que había sido eso?

Urgó en su bolsillo y saco una tela de allí. Ágilmente la amarró por las muñecas con la prenda. _______ observó el amarre y luego volvió a mirarlo sin decir una sola palabra.

- Camina - jaló de ella con fuerza.

El tipo, sujetándola por el brazo la llevo a otro sitio. En el camino ella observaba sutilmente su alrededor, ni una pizca de luz. Ella resignada seguía el paso del tipo.

Síndrome De EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora