7.

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Tenía diez años cuando tuve mi primer pelea con un compañero de escuela. Su mayor pasatiempo era molestarme, le gustaba preguntar por mi padre sabiendo que el se había ido de mi vida.
Le gustaba empujarme, y decirle a los otros niños que era un estúpido.

¡No soy ningún estúpido! Grité y lo empuje con tanta fuerza que el cayó lejos de mi, y de lo que creía que podía llegar. Todos se quedaron mirándome y en coro gritaban ¡pelea, pelea, pelea! Samuel, aún recuerdo su nombre, se levanto de golpe y corrió hacia mi, pero me corrí y volvió a caer aunque está vez de rodillas.

Sus ojos brillaban pero el no quería quedar como un niño débil e insistió para golpearme. Esta vez su puño golpeó mi cara, los demás hicieron una ronda a nuestro alrededor, aplaudían, gritaban su nombre o el mío. Ellos querían ver una pelea.

Sentí como una mano pesada cayó sobre mi hombro y como una voz gruesa gritó mi nombre. Detrás de Samuel estaba la señorita de Literatura, intentando detener a Samuel ya que insistía con golpearme.
Esa tarde llevaba a mi casa por primera vez una mala nota, y un ojo morado. Me había quedado un hermoso recuerdo de mi primer pelea.

Sonó la campana y corrí hasta mi bicicleta. Sabía que me esperaba una larga charla con mi madre y un castigo que me dejaría sin salir de mi cuarto.
Tome la ruta principal, algo peligrosa para alguien con diez años y en bicicleta. Los autos pasaban rozando, iba con la mirada fija en el camino, y rogando que nada malo me pase.

Frene a descansar cuando noté que se habría una pequeña calle al costado de la ruta, sabía que no podía meterme por allí, pero ¿Que puede ser peor que el castigo de mi madre?
Mis piernas no daban más, pero mis ojos estaban fascinados con el paisaje que veían. El viento soplaba y golpeaba mi pequeño cuerpo, una laguna, una casilla abandonaba y un árbol enorme caído. Deje la bicicleta y corrí a ese árbol. Abrí mis brazos y me sentí por un momento libre de todo. Saque de mi mochila la tijera escolar y con mucha fuerza y paciencia talle mi nombre en el viejo tronco.

¡Será mi lugar!

Abrí los ojos y me encontraba de la misma manera que aquella tarde, parado sobre el tronco con los brazos abiertos. Mire mi nombre y debajo estaba el nombre de ella. Recuerdo cuando la traje por primera vez, cuando la veía sonreír y tomar fotografias.
Deseaba estar ahí con ella, abrazados disfrutando del viento, almorzando o riendo de cualquier cosa.

Saque mi celular del bolsillo y tome una fotografía, quería mandarsela. Pero no me anime. Otra vez tenía miedo de afrontar mis problemas.

— ¿Ibas a mandarme esa foto? — dijo Ana detrás de mi.

Di media vuelta enseguida, estaba parada al lado de mi auto, con sus manos en los bolsillos y su cara algo agotada.

— ¿Viniste sola? — me anime a preguntar.

— ¿Recuerdas que dijimos que si nos sentimos solos o algo de eso vendriamos acá? Necesitaba estar acá, en nuestro lugar.

Se acerco hasta el árbol y estiró su brazo, tomando mi mano para que la ayude a subir. Quedamos en lo alto del viejo tronco, frente a frente, unas pequeñas gotas caían sobre nosotros, el viento soplaba cada vez más fuerte, pero no nos quitabamos la mirada de encima.

Rodeó mi cuerpo con sus brazos, y sonrio. Se acerco despacio y susurro a mi oído "te amo".

La bese.

Nos abrazamos y estuvimos así por un largo tiempo, ignorando que había comenzado a llover, estábamos unidos. Intentando una vez más que lo nuestro funcione, al fin y al cabo nos seguíamos eligiendo.

— Ana — dije tomandola de la cintura — Te amo.

El amigo de mi hermano [2da temporada] - Cameron Dallas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora