13.

2.9K 180 12
                                    

Mi madre estaba en la cocina preparando el desayuno cuando alguien toco el timbre, tenía doce años cuando corrí hasta la puerta y mi padre estaba parado con sus manos en los bolsillos sin ningún tipo de preocupación. 

  — Estas todo un hombrecito — dijo despeinando mi cabello. 

— ¿Qué haces acá? — pregunte quitando su mano de mi cabeza.

— Yo lo llame hijo — dijo detrás de mi. 

Me di media vuelta y mi madre con sus ojos brillosos lo hizo pasar a la cocina. Lleno dos tazas de café y a mi me dejo mi caja de cereales con un vaso de leche. Me senté y los miraba sin entender que quería ese hombre acá. 

— Llame a tu padre para que hable un poco contigo — dijo mi madre rompiendo el silencio — necesitas hablar con una figura masculina. 

—  Para eso tengo a mi abuelo — respondí enseguida.  

  — Pero yo soy tu padre — agrego mi padre después de tomar café. 

— No sos nadie. 

Ese día con doce años arme mi mochila y me fui viajando solo hasta la casa de mi abuelo, el me recibió con un abrazo cálido y despeino mi cabello,  a el lo dejaba que haga eso. Era un hombre muy fuerte, era mi héroe. 

Lo observaba mientras leía el diario como todas las mañanas, sus manos temblaban, su pelo blanco y corto. Sus arrugas en su rostro demostraban cuanto tiempo había pasado de ese día que me abrazo y me sentí protegido por mi héroe. Y me aterraba en todo momento cuando me ponía a pensar que un día lo puedo perder y no verlo más, me daba miedo llegar a ese día.

  — Estaba recordando el día que viaje solo hasta acá — dije. 

— Ese día me sorprendiste mucho — contesto sin quitar su mirada del diario.

— Gracias por cuidar siempre de mi — el me miro con sus ojos brillosos — y por soportar mis locuras. 

— Siempre sos bienvenido hijo acá, pero creo que deberías volver y hablar con Ana. Ya se hicieron dos semanas de que se fue de acá y aún no hablas con ella. 

No quería dejar solo a mi abuelo, pero tenía razón no sabía nada de ella y eso me hacía sentir un poco mal aun sabiendo que ella se había equivocado. Esa misma tarde arme mi bolso, abrace a mi abuelo y tome la ruta. Le subí volumen al estero y mientras sonaba una de mis canciones favoritas recordé cuando vi a Ana por primera vez, recordaba las veces que ella estuvo ahí y que no me dejo caer nunca. 

Siempre me comporto como un idiota, siempre lastimo a las personas y por eso la gente que quiero se termina yendo de mi vida. No voy a decir que tengo una mala vida porque puedo rescatar muchas cosas pero estoy en esa etapa donde lo que haga todo me saldrá mal.  Estacione el auto frente a la gasolinera y camine hasta el minimercado donde trabaja Ana, entre y la vi atendiendo clientes. Camine entre las pequeñas góndolas y busque algo para comer, me acerque al mostrador y deja las cosas apoyadas, saque mi billetera y busque algo de dinero. 

  — ¿Algo más?— pregunto sin levantar la mirada. 

— Sé que tendría que haber venido antes, que te deje ir y no corrí atrás tuyo. Me dolió saber que Tomas te beso y no dije nada solo me enoje, pero Ana ¿cuantas veces me perdonaste?  — ella levanto la mirada y me quedo mirando — siento que en todo momento estoy a punto de perderte, y como nunca ahora cualquier cosa nos quiere separar. 

  — Quizás ya no tenemos la misma relación de antes — susurro con la voz quebrada.

— No quiero que eso pase — una lagrima corrió por su rostro — no quiero perderte, no quiero que alguien más se vaya de mi vida. 

Ana seco sus lagrimas pero no dijo nada, me quede observándola pero parecía que ella estaba decidida a terminar con todo esto que alguna vez empezamos. Me negué, ella aún no decía nada y continuo con su trabajo. 

Salí del minimercado intentando entender que acaba de pasar, y era que mi relación con Ana había terminado. 

El amigo de mi hermano [2da temporada] - Cameron Dallas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora