Leonardo es el hijo del rey Horacio III, perteneciente al linaje del reino de Leonyx y Wilfredo es el primogénito del rey Sebastián XI, perteneciente al linaje del reino de Lycax. Ambos conocen los alrededores de sus respectivos castillos pero ningu...
Luego de haber terminado de departir juntos, antes de regresar cada uno a su respectivo castillo, los dos hicieron una especie de pacto.
—Nuestros padres no deben enterarse de que somos amigos, Wilfredo —dijo el león sosteniéndole su pata.
—Sería fatal para nuestra amistad, Leonardo —dijo el príncipe lobo tomando de igual manera la pata del león- No quiero perderte.
—Tampoco yo. No he tenido amigos y no quiero perder al único que tengo. En verdad aprecio el que no me hayas matado aquella vez cuando pudiste haber tenido la oportunidad —dijo el león.
—No, no pude debido a que algo en ti me conmovió. Además, si te hubiese quitado la vida no podía haber visto nunca lo maravilloso que eres —decía Wifredo esbozando una cálida sonrisa.
—¿De verdad lo crees? —preguntó Leonardo— Jaja, soy un príncipe aburrido.
—No, no lo creo. Conmigo has conversado y tratado sobre muchas cosas interesantes, así que no me parece que seas aburrido. Por el contrario, estoy feliz por todo lo que hemos compartido. —comentó el lobo.
—Entonces, hagamos algo. Creemos un pacto en el que podamos seguirnos viendo sin que nuestros padres se enteren —sugirió el león.
—Si esa es la mejor forma para que nuestra amistad sea duradera, acepto el pacto sin dudar —dijo Wilfredo sin dudarlo dos veces.
Los dos hicieron el pacto sellándolo con un apretón de manos y un abrazo. Después, cada uno se fue a su respectivo castillo esta vez antes del amanecer para poder descansar un poco y no levantar sospechas sobre sus encuentros clandestinos bajo el cielo nocturno. Así fueron pasando los días, las semanas hasta que llegados los tres meses, ya se conocían lo suficiente el uno del otro.
—¿Llegas tarde, no crees? —preguntó Leonardo sonriente en el sitio casual donde siempre se encontraban— Llevo casi diez minutos esperándote.
—Perdón, Leonardo. He tardado debido a que mi padre me encomendó algunos encargos y hasta hace poco fue que pude desocuparme —dijo sacando algo de su mochila— Ni siquiera me dio tiempo de cambiarme de ropa para venir hasta aquí.
—Jaja, comprendo bien que los príncipes también tenemos nuestras obligaciones pero dime algo, ¿qué traes ahí? —preguntaba el león curioso observando a su amigo.
—Solo traigo un presente para ti aprovechando los encargos que hice. Llevamos ya un tiempo siendo amigos así que no hay nada de malo en que te entregue esto —dijo el lobo abriendo su mochila y sacando de ella un collar bañado en oro que tenía la insignia de un león con una corona puesta.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Leonardo se había quedado enmudecido y no sabía qué decir con el presente que Wilfredo le estaba entregando. Él quiso entregarle algo también que había traído pero justo en ese instante algo interrumpió su tranquilidad.