Capítulo XIV

444 57 4
                                    

Los príncipes fueron conducidos hacia una pequeña cabaña a pocos metros del lugar donde habían experimentado todas aquellas transformaciones. Ellos escuchaban detenidamente cada palabra de una nueva conversación que había entablado el anciano.

-Escuchen, príncipes. Yo soy Tomás, el lobo guardián que protege estos terrenos. Soy el guardián de los bosques y de las praderas quién debe velar por la seguridad de la naturaleza. Desde que tengo memoria, sé cómo han sucedido las cosas y han ido cambiando de generación en generación. Además, conozco algunos acontecimientos de Lycax y de Leonyx tras ser ciudades cercanas a este bosque -Dijo el anciano tomando un libro de portada azul cuando se dirigió hacia su estante para mostrárselo a sus visitantes.

-¿Qué hay en ese libro? -Preguntó Wilfredo con mucha curiosidad.

-Espera lo que verás, esto será muy interesante -Dijo aquel anciano quién se dirigió nuevamente hacia el estante para tomar otro libro más y entregárselo a Leonardo.

-No entiendo nada, ¿qué son esos libros? -Preguntó Leonardo.

-Lean cada libro, príncipes. Se darán cuenta que la historia nos permite conocer nuestro pasado y saber con exactitud qué es lo que ha sucedido -Decía el anciano sentándose sobre una silla de madera e invitando a sus acompañantes a leer sentados también- Lean, por favor.

Los príncipes observaron los libros y notaron que las portadas tenían un color diferente. El libro de portada azul, que tenía Wilfredo, contenía imágenes, escritos y sucesos de la historia de Leonyx. Por otra parte, el libro de portada roja contenía los hechos, acontecimientos más importantes y algunos datos interesantes de la historia de Lycax.

-Señor Tomás... Estos libros son iguales a los que tenemos en nuestros castillos... Esto significa que...

-Sí, es lo que imaginan príncipes. Yo soy quién escribe la historia de lo que ocurre tanto en Leonyx como en Lycax desde antes de la guerra. Nunca había mostrado estos libros a nadie, sólo a ustedes. Aquellos libros que tienen en sus reinos han sufrido muchas modificaciones por sus antepasados quiénes mantienen el odio en sus venas. Pero, es extraño. No noto eso en ustedes -Dijo el anciano extrañado.

-Nosotros somos muy buenos amigos, aunque Wilfredo una vez estuvo a punto de matarme -Suspiraba el león leyendo cada página del libro para enterarse de muchas cosas.

-Sí, estuve a punto de matarlo. Pero no, no lo hice porque algo en él me hizo ver que no era malo y aprendí a conocerlo.

-¿Ambos aprendieron a conocerse a pesar de ser enemigos? -Preguntó el anciano.

-¡Sí! -Respondieron ellos al unísono para luego continuar la lectura de los respectivos libros.

Posteriormente, ellos tomaron una ducha para cambiar sus ropas. Cenaron y duraron toda la noche leyendo aquellos libros hasta caer dormidos mientras intentaban buscar las respuestas a los conflictos que tenían y resolver también el problema de aquellos seres que habían invadido sus territorios y de los cuáles muchos no sabían.

Entretanto, sus padres al anochecer salieron en su búsqueda para poder hallarlos en soledad, juntándose en el puente que dividía a los dos reinos.

-¿Qué haces aquí, Sebastián? -Gruñía Horacio mostrando sus dientes- Grrr... ¡Aléjate de aquí!

-¡No, no lo haré! -Exclamaba el rey lobo con ímpetu y gallardía- ¡No voy a dejar a mi hijo solo, no esta noche! Menos ahora qué no sé dónde está.

-Espera un momento... ¿Tu hijo? ¿También está desaparecido? -Preguntó el rey león tras bajar de su carruaje y darse cuenta que su foráneo pasaba por las mismas circunstancias- Mi hijo también desapareció.

-No puede ser, no pueden desaparecer dos príncipes así como así... -Dijo Sebastián mientras miraba a Horacio- Seguro tú lo capturaste y viniste hasta aquí para pedir por su rescate.

-¡Deja de decir tonterías, lobo! ¿Cómo puedes decir eso sabiendo qué mi hijo está perdido tanto cómo el tuyo? -Preguntaba el rey Horacio algo enfadado- ¿Cómo piensas que puedo hacer esto yo? ¡No podría! No podría hacerle algo a él...¡Y tú lo sabes!

-Lo sé, lo sé. Perdóname... Estoy muy preocupado por mi hijo, Horacio... Yo... Tú... Es que... Dime algo, dímelo y sé honesto conmigo.

-¿Qué quieres saber? -Preguntó el león acercándose hacia el otro rey.

Sebastián suspiró por un momento y puso sus manos sobre los hombros de Horacio. Lo miró hacia sus ojos y comenzó a hablar.

-Horacio, tú y yo no les contamos nada a nuestros hijos, nunca les dijimos el por qué siempre los mantuvimos alejados de todo y creo que es tiempo de ser honestos con ellos.

-No... ¡Sebastián! Yo no tengo el valor para decirle a ellos algo cómo eso... ¡Ni creas! ¡No!

El rey Sebastián miró a sus ojos aún más mientras sostuvo sus manos.

-Aún eres tímido como siempre te conocí, sabes. Creo que, no has cambiado nada a cuando éramos niños.

-Lo sé... Me conoces muy bien... Pero no me toques, por favor.

-¿Por qué no? Antes éramos los mejores amigos, antes de que...

-Por favor, no lo recuerdes.

-Tengo que hacerlo, Horacio -Dijo el rey Sebastián- Debo recordar que fueron nuestros padres en su momento quiénes separaron nuestra amistad. Nos obligaron a distanciarnos y lo que sea que ellos te hayan dicho nunca fue verdad.

En ese instante, cada uno comenzó a recordar la infancia que tuvieron y de cómo se conocieron. Recordaron que eran buenos amigos y que se veían también a escondidas de sus padres quiénes motivados aún por el odio existente, al descubrirlos los alejaron al uno del otro causando cierto resentimiento en ellos.

-Mis padres me dijeron que tú habías hablado mal de mí, que ya no querías ser mi amigo. Que me aborrecías, que me odiabas... Sabes lo duro que eso fue para mí, eso nadie lo soporta -Dijo Horacio mientras sollozaba.

-Los míos igual me inculcaron que tú no querías verme más, que querías matarme y matarlos a ellos. Quedarte con todo, con el reino de los leones y el de los lobos -Dijo Sebastián bajando su cabeza y orejas llorando también.

-Al parecer ambos vivimos engañados todo este tiempo... ¿Cómo fue posible que nuestros padres llegaran a tal bajeza? -Preguntó Horacio.

-Vivimos engañados, todo porque nuestros padres quisieron mantener el odio en sus corazones que hasta hoy persiste. Pero si ambos damos el primer paso podemos...

Y sin que los reyes pudieran terminar su conversación, fueron sorprendidos, atados y golpeados quedando en un estado inconsciente por personas quiénes se habían acercado a ellos por la espalda y sin que ellos se dieran cuenta de sus presencias.

Conociendo a mi enemigo [Furry/Bara]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora