Capítulo XX

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Luego de compartir un instante lleno de romance juntos, los príncipes llegaron hacia la pequeña choza que habían construido pensando en salir por la noche a rescatar a sus padres. Así lo hicieron, al anochecer  de aquel día a pesar de estar aún agotados por la valentía que habían puesto en el rescate de los mismos, se metieron sigilosamente bajo los predios de los piratas cuando ellos yacían dormidos. 

-Padre, padre, despierta. Soy yo, Wilfredo -Dijo el príncipe licántropo tras ir desatando poco a poco las cuerdas que tenía amarrada su padre mientras Leonardo le retiraba la mordaza.

-H-Hijo... Eres tú... N-No sabes lo feliz que estoy de verte -Dijo el rey Sebastián intentando ponerse de pie y mirando hacia Leonardo- T-Tú viniste con él...

-No hay tiempo de explicar ahora, rey Sebastián -Dijo Leonardo quitándole aquellas fuertes sogas que tenía el rey Horacio- Por el momento tenemos que irnos antes de que los piratas despierten y se den cuenta de nuestra presencia.

Y así, luego de varios minutos desatando las sogas, pasaron a liberar unas pesadas cadenas que hicieron más complicado el asunto.

-¡Por mi corona! No puedo liberar esto -Dijo el lobo mientras trataba de morder las cadenas lo más fuerte que podía para liberar al rey Horacio.

Sin embargo, los príncipes fueron descubiertos por uno de los piratas quién acercándose hacia ellos, quiso detenerlos.

-¡Pero qué demonios hacen ustedes aquí! -Gritó aquel pirata quién se había dado cuenta de lo que estaba sucediendo y alertó a los demás para que pudiesen atraparlos.

¡A ellos! -Gritó otro mientras los reyes y los príncipes echaron a correr como pudieron notando como ya los piratas estaban armados hasta los dientes decididos a capturarlos.

Los reyes y los príncipes estaban asustados. Se sentían acorralados en una isla llena de piratas, peligros y sin misterios por resolver. Corrieron, corrieron y corrieron hasta llegar a un peñasco en el cual no tenían escapatoria exhalando ya cansados. Los príncipes ya no podían más, estaban al límite de sus fuerzas.

-Ser los reyes, amos y futuros señores de sus tierras será pan comido, ¡ja, ja, ja! -Reía el capitán del ejército pirata mientras se acercaba- Hace tiempo esperábamos por esto.

-¿Hace tiempo esperaban por esto? ¡Qué cosas dices! -Dijo Horacio rugiendo y retrocediendo aún más.

Cuando el rey Horacio preguntó eso, una tétrica confesión comenzó a salir a flote. El cielo se nubló por completo y gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre las cabezas de cada uno mientras las huestes piratas con cánticos sonoros se preparaban para atacar. Eran cuatro contra cientos que al verlos tan juntos podrían significar miles.

-Verán, hace tiempo atrás mis antepasados quiénes eran piratas también descubrieron sus tierras. Sabíamos ya de la existencia de sus reinos así que al ver las riquezas que poseían y los vastos territorios que habían allí, quisimos gobernar todo. Valió la pena haberles lanzado las antorchas tiempo atrás para que se quemaran sus reinos, jaja. ¡Qué estúpidos! Pensaron que habían sido ustedes mismos y se atacaban entre sí.

El par de reyes y el par de príncipes miraban a aquel capitán indignados. Ellos no imaginaban el odio y resentimiento que eso había causado en sus pueblos a raíz de tal ataque, por lo cual miraron a aquel tipo con rabia y desprecio.

-¡Eres un cobarde! -Gritó Horacio- ¡Se irán al infierno!

-¡Pusilánime! -Gritó su hijo metiendo las manos en una bolsa .

-¿Cómo te atreves a meterte con nuestros moradores? -Dijo Wilfredo muy enojado- ¿Sabes cuántas vidas se perdieron? 

-¡No sé ni me interesa saberlo, estúpidos! -Gritaba el tipo sacando una enorme espada de su vaina- Al fin gobernaremos y saldremos de esta maldita y pequeña isla, ¡al fin saldremos de Taurin a gobernar todo!

-¡No si podemos impedirlo! -Exclamó el rey Sebastián- ¡Pagarán todas sus fechorías! 

-Y yo sé cómo hacerlo -Dijo Wilfredo señalando la bolsa que Leonardo llevaba con las frutas- ¡Leonardo, rápido! 

En ese instante, Leonardo sacó unas moras de color verde de la bolsa. Comió una y repartió otras a su padre y a los acompañantes con un poco de nerviosismo quiénes poco a poco se transformaban en unos dragones colosales del mismo color. 

-Grrr... ¡Así que por eso vivimos todo el tiempo en guerra! -Gritó el rey Sebastián quién escupía fuego de su boca- ¡Por sus malditas mentiras! 

-Nos la pagarán caro... Grrr... -Gruñía furioso el rey Horacio quién comenzó a lanzar fuego hacia aquellos piratas y ardían entre las llamas entre gritos y alaridos de dolor entremezclados con la sensación de la lluvia caer en sus cuerpos.

-¡Esperen, padres! -Dijo Leonardo- Nada ganaremos si los quemamos. Que paguen en los calabozos todas sus fechorías.

-¡Yo no iré a un calabozo! -Gritaba furioso el toro quién con sus ojos rojos y corriendo cómo podía, subía hacia una torre que había cerca del peñasco dónde se encontraban- ¡Primero muerto, me oyen! ¡Muerto que encerrado! 

Y mientras Wilfredo y Leonardo iban por los demás secuaces, los reyes se quedaron con el toro en la torre sobrevolándola. 

-Nuestros hijos son muy inteligentes y valientes, Horacio -Dijo Sebastián sobrevolando la torre aún, esperando la salida del toro.

-Sí, sí que lo son -Dijo el rey Horacio respondiendo a su compañero.

Así, Leonardo y Horacio convertidos en dragones, lograron capturar a aquellos piratas que no habían sido quemados para ajusticiarlos al llegar a sus respectivos reinos. En total, capturaron ciento sesenta y ocho. Por otra parte, los dos reyes aún convertidos en dragones, sobrevolaban la torre dónde aquel toro se encontraba. 

-¡Sal de ahí, cobarde! ¡No tienes escapatoria! -Gritaba el rey Horacio quién lanzaba llamas hacia el interior de la torre.

-¡Cobarde! ¡Por culpa de tus antepasados casi perdemos nuestros reinos! -Exclamaba furioso el rey Sebastián.

Pero de uno u otro modo, aquel pirata se las ingenió para poder escapar al quedarse sigilosamente dentro de la torre sin moverse, buscando un pasadizo secreto por el cual se metió y salió hacia la orilla de la playa sin ser notado.


Conociendo a mi enemigo [Furry/Bara]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora