Luego de dos años de tanto compartir muchas aventuras juntos, momentos inolvidables y maravillosos, llegó el tiempo en el que los reyes aceptaron una proposición que los príncipes habían pensado tiempo atrás y que ahora era una realidad.
—Todavía pienso que esto es un sueño, sabes —dijo Leonardo mirando hacia los ojos de Wilfredo.
—Despierta, bello durmiente. Esta es la realidad, jeje —sonreía Wilfredo mientras fijamente observaba también a Leonardo.
—Te amo, te amo con todo mi corazón —decía Leonardo sonriendo también— Quiero estar contigo para siempre.
—¿Estás listo para esto, Leonardo? —preguntó Wilfredo mirándolo aun más estando muy feliz.
—Claro que sí, Wilfredo. Yo quiero compartir mi vida contigo. Ya han pasado dos años y han sido unos de los más felices de mi vida —respondió el león quién recibía en su mano un anillo.
—Gracias por hacerme parte de tu vida, mi amor —dijo Wilfredo acomodando el anillo de Leonardo.
—Y gracias a ti por hacerme parte de la tuya —dijo Leonardo colocando y acomodando el anillo de Wilfredo.
Ambos príncipes se besaron ante la multitudinaria asistencia de los residentes de ambos reinos. Las flores rojas y las blancas que estaban en forma de arco sobre los príncipes, contrastaban y resaltaban con el momento que se estaba viviendo. Aquel matrimonio había sido la cúspide del éxito de ambos, quiénes habían nacido en territorios diferentes y poco a poco habían aprendido a conocerse hasta llegar a enamorarse.
—¿No te sientes feliz por eso, Sebastián? —preguntó Horacio tras verlo llorar.
—Es que... Era mi lobito... Míralo, ya se casó -Decía el rey lobo abrazando al león— Mi lobezno ya es un hombre.
—Ya tienen su vida, Sebastián. Quizás igual nosotros aún podamos rehacer la nuestra —dijo el rey Horacio mientras miraba al rey lobo.
—¿Rehacer la nuestra? ¿Pero... De qué manera? —preguntaba el rey lobo.
—Me refiero a que nosotros debemos también preocuparnos por nuestras vidas y dejar que ahora nuestros hijos se ocupen de las suyas —dijo el rey león.
—Tienes mucha razón, como siempre —sonrió el soberano lobo— Ellos necesitan ser felices.
Y viendo como sus hijos unían sus vidas, aplaudieron jubilosos. Todo era amor y felicidad. Ya no había divisiones y reinaba la paz en el matrimonio de los dos príncipes. Poco a poco cada uno se fue haciendo a las obligaciones respectivas de sus reinos, gozando de los talentos que habían cultivado sin olvidarse de compartir tiempo en su relación y considerándolo como un factor importante. Sin embargo, aunque sus encuentros siempre eran en algún lugar de Leonyx o de Lycax, nunca dejaron de visitar el sitio en común que mantenían en cercanías al río Leogryph, aquel que fue siempre testigo del amor sincero de cada uno.
FIN
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Conociendo a mi enemigo [Furry/Bara]
FantasíaLeonardo es el hijo del rey Horacio III, perteneciente al linaje del reino de Leonyx y Wilfredo es el primogénito del rey Sebastián XI, perteneciente al linaje del reino de Lycax. Ambos conocen los alrededores de sus respectivos castillos pero ningu...