Capítulo XXVIII

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Luego de haber encontrado algunas pistas que conllevaban al paradero de Leonardo en un estrecho desfiladero, Wilfredo y sus acompañantes lo cruzaron para dar con él. Por el camino encontraron restos de pelo de león, algunas gotas de sangre que aun se notaban en la tierra. Todos se imaginaban lo peor, hasta que llegaron y encontraron a Leonardo y su captor.

-¡Estúpido! Me las pagarás de una vez por todas. ¡Comenzaré por ti y luego por ese otro quién dañó mis planes, grrr...! -Gritaba mientras se oían sonidos de bofetadas y golpes.

-¡N-No, para! ¡A-Auxilio! -Gritaba Leonardo sintiendo mucho dolor- ¡Ayu...dén...me! 

Ese instante fue crucial, Wilfredo sin decir nada, tomó su espada y viendo a su león torturado por su captor, quiso actuar pero fue sorprendido.

-¿Qué? ¡Tú otra vez! -Exclamó aquel sujeto deteniéndose.

-Yo te conozco... ¡Eres el pirata de la isla de Taurin! -Dijo Wilfredo sin bajar su espada- ¡Pagarás caro por esto, lo juro! -Y sosteniendo la espada, la balanceó en el aire para atacar hacia la cabeza del toro.

-¡Grrr...! ¡No me atraparás! -Dijo el tipo emprendiendo la huida al ver tal movimiento- ¡Maldita sea! 

Wilfredo intentó correr tras de él pero fue tomado del brazo por Tomás. Entretanto, el rey Horacio se acercó hacia su hijo para limpiarle las heridas.

-¡Wilfredo, espera! Quédate aquí con Leonardo y su padre. También reconozco a ese pirata, es muy peligroso -Dijo Tomás frunciendo su ceño y sacando sus colmillos- ¡Fue él quién mató a Aquiles y luego huyó como un cobarde!

Todos se quedaron perplejos y sorprendidos por aquellas palabras que había pronunciado Tomás. Wilfredo bajó su espada y miró a Tomás.

-¿Pero cómo? -Preguntó el rey Horacio- ¿De qué hablan? No entiendo nada. 

-Es una larga historia, Majestad... -Dijo Wilfredo- Aún no lo puedo creer...

-Quédate aquí con el rey y con Leonardo, Wilfredo. Es hora de ponerle fin a ese tipo y ajustar cuentas con él -Dijo Tomás corriendo hacia él tanto como podía.

-¡No, no lo haré! -Insistió Wilfredo.

-¡Quédate! Yo estoy viejo ya pero aún puedo hacer algunas cosas.

Y Tomás se fue a luchar contra el toro pirata decidido y apostando a todo. 

Wilfredo se acercó hacia dónde estaba Leonardo. Estaba torturado, golpeado. Sus moretones eran visibles y un chorro de sangre había bajado de su boca. Tenía un ojo morado entrecerrado y apenas podía ponerse en pie, escupiendo algo de sangre de su boca y siendo limpiado por su padre cómo podía.

-P-P-Padre... W-Wilfredo... ¡V-V-Vi...nis...te! -Dijo Leonardo sonriendo un poco y cayendo desmayado debido a tales secuelas.

-¡Leonardo, Leonardo! ¡Mi amor! -Exclamaba el lobo sosteniendo el cuerpo de aquel león, para que no cayera nuevamente sobre la tierra.

-Deja busco algo dónde acomodarlo. Traje algunas cosas en mi carruaje -Dijo el rey Horacio quién rápidamente fue por una manta y una almohada, de las que usualmente usaba para recostarse cuando se desplazaba, colocando a su hijo en ellas. 

-Leonardo, mi hermoso príncipe... Te juro que ese canalla va a pagar por todas sus fechorías, especialmente por haberte hecho esto -Dijo el lobo luego de tomarlo entre sus brazos y acomodarlo buscando la manera de soltar las cadenas a las que estaba sometido el príncipe león mientras acariciaba su melena- Mi león, mi amado... 

El rey Horacio no podía contener su llanto e impotencia. Además, veía como Wilfredo se había arriesgado por salvar a su hijo. Fue por unos pañuelos limpios y alcohol de un botiquín que tenía en el carruaje también. Ya no había dudas de que en realidad lo amaba y comprendió que debía hacer algo al respecto. Todo se lo entregó a Wilfredo.En ese mismo instante, tropas de la realeza lobuna llegaron hacia dónde los príncipes y el rey se encontraban, comandada por el rey Sebastián.

-¡Wilfredo! ¿Así que aquí es dónde estabas? -Preguntaba el rey Sebastián- Pero... ¿Qué ha pasado?...

-Tu hijo, él es un héroe - Dijo el rey Horacio calmando un poco su impotencia y llanto- Encontró al mío y desde que está aquí no se ha separado ni un instante de él.

-Pero... Está muy malherido -Dijo el rey Sebastián tras ver el estado en el que se encontraba Leonardo- Oh, por todos los cielos...

-Leonardo sufrió muchas torturas, Sebastián. Yo sé que soy su padre y debo estar con él, sin embargo no puedo interferir en el amor que sienten ambos y el apoyo que se dan el uno al otro. Tú me entiendes, ¿verdad? 

-Sí, sí te entiendo. Yo estaba buscando a Wilfredo, tengo que darle una importante noticia -Dijo un poco afanado el rey Sebastián.

-¿Qué noticia, padre? -Preguntó el lobo acercándose a él con un pañuelo humedecido.

-Vas a casarte pronto y debemos realizar los preparativos del matrimonio. Una princesa ha estado interesada en ti y quiere conocerte. 

Wilfredo tomó las palabras dichas por su padre con mucha calma y mirándolo fijamente a los ojos, le habló con propiedad.

-Padre, sé que he ido en contra de tu voluntad por perseguir mis sueños. Admito que he desobedecido algunas de tus órdenes por buscar mi felicidad, pero esta no será otra excepción -Decía el príncipe lobo.

-¡Te casarás con...! -Decía Sebastián siendo interrumpido por Horacio.

-¡Sebastián, entiéndelo! -Exclamaba el león- Tu hijo y el mío se aman. Ya deja de ser tan obstinado y déjalos vivir felices. 

El rey lobo miró a su compañero y tragó un poco de saliva. No sabía qué decir hasta cuando su boca fue destapada y pudo pronunciarse.

-¿De verdad quieres pasar la vida al lado de Leonardo, Wilfredo? -Preguntó Horacio mientras miraba a su hijo.

-Si tuviese que casarme con alguien, sería con Leonardo. Llevo ya un tiempo conociéndolo y arriesgué hasta mi propia vida por él. Lo haría todo el tiempo que fuese necesario sólo por verlo feliz y a salvo -Dijo el príncipe quién buscaba en la mochila del león algo para abrir los candados de las cadenas y liberarlo.

-Mmm... Ya veo -Murmuró el rey Sebastián.

-Sebastián, déjalos que sean felices. Ellos nos rescataron hace un tiempo, han mejorado sus métodos de defensa, ataque, han aprendido muchas cosas. Ellos ya tienen su vida, es hora de dejar que sigan con ella -Decía el rey Horacio.

El rey Sebastián aún no sabía qué decisión iba a tomar y se quedó un poco pensativo al respecto. Después de un tiempo, lo pensó muy bien hasta que finalmente pudo decidirse.

-Muchos pensarán que es una idea descabellada, seguramente creerán que estoy loco o qué sé yo pero creo que tienes razón, Horacio. Nuestros hijos deben estar juntos si es que se aman tanto como puede verse justo ahora. Al parecer, son el uno para el otro. Cancelaré la boda.

-¿De verdad apruebas el que estemos juntos, padre? -Dijo Wilfredo tras encontrar un pedazo de alambre dentro de la mochila de Leonardo el cual dobló y con el que pudo abrir los candados.

-Sí, hijo. Según lo que me dicen, te has ganado el corazón de Leonardo y no puedo interferir con tu felicidad.

Wilfredo sintió una gran alegría en su corazón cuando su padre aceptó la relación de ambos a pesar de todo lo que se había presentado. Sin embargo, a lo lejos se escuchaban unos alaridos. Al parecer, un gran enfrentamiento se estaba llevando a cabo y los reyes luego de dejar a sus hijos en un lugar seguro, fueron tras aquellos ruidos que se escuchaban. 

Conociendo a mi enemigo [Furry/Bara]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora