Capítulo Treinta Y Cuatro: Un Nuevo Camino

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Isabela

Me atreví a mirarme al espejo después de todo y noté que a pesar de mi tristeza, me sentía más tranquila. Hoy había culminado un ciclo en mi vida que esperaba no doliera más.

Comprendí que todo lo que viví, malo o bueno, me hizo sentir cosas realmente importantes que jamás había sentido.
Aprendí a amar de verdad y dejar de lado todos aquellos miedos que me tenían encerrada desde hace mucho tiempo.

Todo había mejorado, estaba de buen humor y hasta sentía que el pecho dolía un poco menos que ayer.

Ya no era el mismo dolor que hace unos meses, no, ahora era uno distinto que sabía que lograría superar ahora que aprendí a dejar de lastimarme a mí misma con revivir siempre el mismo recuerdo.

Había cambiado para bien y todo eso se lo debo a él, al loco de Hemsworth, porque sin él yo nunca habría aprendido a perdonrme y a amar.

-Gracias-

Sonreí antes de apagar las luces de mi armario y solté un leve suspiro cuando sentí la brisa suave de la noche en mi espalda.
Entendí que poco a poco me estaba curando.

(...)

-¿Segura de que no quieres que te acompañemos?- preguntó Hanna

-No- negué -Quiero ir a acomodar las cosas a mi propio gusto, creo que necesito un rato para relajarme estando a solas, lo deseo-

-Si necesitas algo, lo que sea, no dudes en llamar- sonrió Cris

-Gracias- sonreí

Me despedí de mi familia y bajé corriendo las escaleras de la casa hasta salir de ella y subir a mi auto de un solo salto.

Quería empezar el día con una renovación, empezaría por arreglar el restaurante y después continuaría con la apertura de éste.

Dejé que el viento me diera en la cara mientras conducía y solo me puse mis lentes de sol para sonreír sin pena alguna al conducir mientras paseaba por la ciudad entera.

Ya había mandado a comprar todo lo que necesitaba para empezar con la remodelación y dejé que Gabriel se encargara de llevarlo al restaurante antes de mi cumpleaños.

Al principio pensé en remodelarlo junto con los chicos, pero decidí que era mejor empezar a hacer algo por mi propia cuenta. Y no era que despreciara su ayuda, por el contrario, quería demostrarles que yo también podía hacer muchas cosas aún estando sola.

Me detuve al sentir una ventisca algo fría, sabía que ya estaba por llegar al lugar porque me estaba alejando de la ciudad un poco, pero aún así sentí como todo se me hacía cada vez más familiar.

Extrañaba mucho estar en ése lugar porque era uno de los mejores recuerdos que tenía en el mundo, así que empecé por guardarme mi pasado de nuevo y comenzar a crear una nueva historia.

Cuando llegué al lugar, estacioné el auto frente a mi nuevo restaurante y sonreí mordiendo mi labio. Aún dolía debido a la herida que me provoqué ayer, pero estaba sanando, así que dejé todo de lado y entré.

Todo estaba patas arriba, así que tenía mucho trabajo antes de comenzar a hacer las cosas del menú clásico que quería manejar.

-Creo que necesitaré más que optimismo si quiero levantar éste lugar-

-Tienes razón-

Miré a Hayden a mis espaldas y sonreí ampliamente.

-Necesitas dos manos- sonrió

-Y un par de buenos amigos- dijo Kal con una sonrisa

Negué a ambos y los abracé fuerte mientras soltaba una pequeña risa de sorpesa.

Isabela, la niña buena ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora