Capítulo Treinta Y Nueve: Te Odio

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Isabela

—¿Qué dijiste?— preguntó y me miró un segundo

—Es la verdad...— susurré y lo miré —Jamás me había sentido así contigo. No eres el Logan del que yo me enamoré.

—Tú no te enamoraste, no mientas por favor.

—¿Y tú qué sabes si lo hice o no?

—Lo sé porque te conozco y muchas veces te pregunté si alguna vez te llegarías a enamorar de alguien como yo.

—Te dije que lo haría.

—¿Cuándo?

—Te dije que en ése momento no, pero que con el tiempo quizá...— negué —Olvídalo. De nada sirve hablar contigo porque no escuchas.

—Sí lo hago.

—Logan— bufé mirando al frente —Desde que llegaste haz evitado a cualquier costo hablar sobre mí, hablar de lo que pasó.

—¿Por qué no entiendes que no es fácil el que yo pueda perdonarte?

—¿Por qué no entiendes que me voy a cansar?— lo miré

Él detuvo el auto en un cruce y me miró.

—¿A qué te refieres?

—No te lo voy a decir— negué —Si no quieres escucharme es tu problema, ya no el mío, ya jamás te vas a convertir en mi problema.

—Es que ya soy un problema.

—Y lamento que seas tu propio problema porque para mí siempre fuiste mejor que eso. Siempre fuiste mi amigo y alguien en quien podía confiar— lo miré y negué —Aunque ahora que te veo ya no siento la misma confianza por ti. Ya no te creo.

El negó y se mantuvo callado hasta que me miró por un segundo y comenzó a conducir de nuevo, pero fue mínimo el instante ya que de nuevo lo frenó  el camión.

—¿Ahora qué?— lo miré

—No lo sé— negó y comenzó a manipular todo —Esto se atasco

Yo negué y salí del camión para abrir la parte delantera de la cual salía algo de humo y bufé.

—¡Perfecto!— espeté y de nuevo entré buscando lo que faltaba.

—¿Qué pasa?

—Se acabó el anticongelante.

Saqué de la caja el repuesto que tenía, pero me percaté de que estaba vacía y negué mirándolo de nuevo.

—Jouna se lo acabó en el último viaje.

—¿Qué? ¿No pudo avisar?

—Sí me dijo—. Suspiré pasando mis manos por mi rostro para intentar calmarme —Me dijo que ya se iba a acabar pero se me pasó por completo.

—Vaya, te tiene muy distraída.

—¿De qué hablas?

—Por favor— bufó —Se nota a metros que ustedes dos se gustan.

—Eso no es cierto— negué —Jou es mi amigo, además— lo miré molesta —¿A ti qué te importa?

—Me importa porque por tu culpa estamos aquí. Porque de seguro te entretuviste mirándolo todo el camino y por éso olvidaste comprar el anticongelante.

—Eres un idiota—. Espeté

Bajé del camión y saqué mi celular, pero para mi mala suerte no había señal y menos había un auto a la vista para pedir ayuda.

Isabela, la niña buena ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora