Prólogo

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Me senté en la silla, me crucé de piernas y esperé. Esperé mucho tiempo. No tenía noticias de él, ni de ella. No podía seguir así, sin saber dónde, cómo y con quién estaban.

-¿Natasha Eristoff? -me levanté de golpe, con el semblante serio y miré a aquel hombre con dureza.

<<Soy dura.>>

-Soy yo -contesté, y apreté el asa del bolso en mi pecho. El hombre de mediana edad y con canas me miró disgustado, y me hizo una seña para que le siguiera a su despacho.

Oh, no. Ya sabía lo que significaba eso.

-Tome asiento.

-Prefiero estar de pie, señor Kolarov -dudó unos segundos, pero al fin se sentó detrás de su silla y abrió una carpeta negra.

-Bien, señorita Eristoff, supongo que usted... -pude imaginarme lo que diría. Pero no lloraría. Era fuerte y sabí mostrarme fría frente a los demás. Así que escuché atentamente a sus palabras sin preocuparme siquiera qué haría el gobierno conmigo. -Sus padres estaban en Barcelona cuando sucedió. Tenían un trabajo allí, debían encontrar a un trafi...

-Traficante de armas, lo sé. Sacha Belikov.

El hombre pareció sorprendido de mi conocimiento del objetivo de mis padres, y seguramente de su presunto asesino.

Yo no estaba afectada. No después de dieciséis años de internado en internado, sin saber nada de mis padres excepto en fechas señaladas.

Así es como me convertí en la Natasha Eristoff que soy ahora. La fría, la distante, y la letal.

-Sí. Una noche, Belikov fue más rápido que ellos. Lo siento, Natasha. - dijo él. Yo sabía que no se refería a la muerte de mis padres cuando se disculpó - Pero hemos estado vigilándola.

-Eso es ilegal -rebatí, con la misma dureza que él. No se ablandó.

-Somos el gobierno -respondió él, justificándose - pero ese no es el caso. Sus padres dejaron a medias muchos casos y muchos trabajos en su partida a España.

-Y quieren que me una al servicio secreto para acabar lo que empezaron -terminé por él. Analicé sus gestos, y pareció sorprendido.

-Es usted más inteligente de lo que pensaba.

-Lo sé, señor Kolarov -cerró la carpeta, entrelazó sus dedos sobre la mesa y me miró impasible. Yo sabía lo que ello conllevaba, lo que sería de mi vida a partir de ese momento. Y estaba preparada, siempre lo estaba.

-El caso es que nos gustaría que trabajase con nosotros.

-¿Cuánto? Necesito un alojamiento -soy rápida, ya había pensado en este momento desde que mis padres cogieron el avión. Ya sabía lo que le diría. Sabía lo que haría. Todos sus pasos, los tenía calculados en mi pequeña cabeza rubia.

-¿Cómo sabemos si podemos confiar en usted? Deberá pasar unas pruebas, tanto físicas como psíquicas. Tendrá que estudiar.

-Las pasaré mejor que cualquier agente, o espía, del servicio, créame.

-Son más difíciles de lo que piensa, Natasha.

-Soy inteligente, usted lo ha dicho.

Sonrió y me entregó un papel que guardé en el bolsillo interior de mi bolso.

-Mañana, venga a las siete y media. Empezarán sus pruebas.

-Qué tenga un buen día.

-Lo mismo digo, señorita Eristoff.

Y así fue cómo empezó mi vida de espía.

Los primeros años de servicio no fueron fáciles, pero Kolarov me había subestimado. Los meses de prueba fueron aún más duros. La muerte de mis padres me afectó más de lo que pensaba. Pero Erick Kolarov se hizo cargo de mí, convirtiéndose en mi tutor legal. Con él y con su familia (una mujer y un joven) viví hasta que cumplí los dieciocho. Entonces me mudé al centro de Moscú, pero hacía regulares visitas a la que me acogió como su nueva integrante, a mi familia.

Cuando cumplí veintitrés, hace unos meses, me asignaron un nuevo puesto. Ahora era mi propia jefa, una espía con todas las letras en mayúsculas.

Intentando olvidar a mis padres biológicos, viajo de país en país, de ciudad en ciudad, haciendo trabajos. A veces, de una manera poco ética. Pero siempre los realizo con éxito, y es por eso por lo que soy la mejor en mi campo, la mejor en mi terreno.

Muchos dicen que no tengo sentimientos. Que soy letal y mortífera como un arma en lo mío debido a mi falta de empatía.

Quizás tienen razón. Quizás he perdido toda la humanidad que tenía.

Diario de una espía©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora