Capítulo uno.

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-Respóndeme -éste se me resiste. Llevamos ya una hora y media de paripé. Él intentando ganar tiempo para que lleguen los suyos, y yo intentando sacarle la información que el gobierno y yo tanto ansiamos.

-Eres un poco joven para estar metida en esto.

-Quiero que me contestes, Dobarov. Y si no lo haces ahora mismo, te meteré en la cárcel, y no saldrás en muchos, muchos años-parece asustarse por un segundo. Lo veo, pese a la tenue luz que ilumina el viejo almacén en el que lo encadené a una silla. Agarro su teléfono móvil, lo tiro al suelo, y lo piso con la aguja del tacón repetidas veces. Hace una mueca de disgusto y me cruzo de brazos. -No te lo repetiré una vez más. ¿Dónde está?

-Donde ni el gobierno ni tú podáis encontrarlo -mi puño impacta en su mandíbula, y sin querer, lo tiro a él y a la silla. Parece desencajado cuando vuelve a abrir los ojos y escupe sangre al suelo.

-Vamos a hacer esto por las buenas. No me dés motivos para llamar a alguien de los míos y te dejo libre. Si vamos por las malas, no correrás la misma suerte. Ni tú, ni él. -Dobarov sabe a lo que me refiero, por que en el instante que lo digo, noto como su cuerpo comienza a temblar.

Sin duda, es su sublevado. No soltará prenda a no ser que le presione demasiado.

-Escucha, rubita... -odio tener que mostrar mi verdadero tono de cabello, o mi color de ojos. Pero es que Erik me llamó en el último momento y no tuve tiempo de prepararme como es debido.

Con suerte mañana me largo a Italia. Donde me conocerán cómo Kathia, morena y de ojos azules.

-Venga, Dobarov. Me haces perder el tiempo. ¿Dónde está Sacha Belikov?

-Jamás... -antes de que termine la frase, se dobla sobre sí mismo debido al puñetazo recibido en el estómago.

De acuerdo, esto no es muy legal. Pero me está forzando a hacerlo.

-¿Está en Rusia? ¿Moscú, quizás? ¿San Petesburgo?

-Te equivocas si cree que está en dominio de tu gobierno.

Sonrío satisfecha y le dejo en el suelo, consciente de que allí tirado con la silla no podrá levantarse por mucho tiempo. Si contamos que está en un almacén en las afueeas de la ciudad, a altas horas de la madrugada, es aún menos probable que alguien pueda acudir en su rescate.

-Siempre es un placer hacer negocios contigo -me pongo la gabardina negra y salgo por dónde vine. Ignorando completamente los gritos de Dobarov, quién ahora no me sirve de absolutamente nada.

-¡DIJISTE QUE ME DEJARÍAS LIBRE!

-Una espía no cumple sus promesas -grito como respuesta.

¿Mi próximo objetivo? Sacha Belikov. El mayor traficante de armas y drogas de toda Rusia, y el asesino de mis padres. Su subordinado, Dobarov, me dijo el paradero de Sacha sin siquiera nombrarlo. El traficante tiene tres lugares fetiche: San Petesburgo, Venecia y Londres. Actualmente se encuentra en Venecia. Nosotros ya sabíamos que Londres era imposible, ya que se destruyó su almacén unas noches atrás debido a unos incendios provocados, creemos, por el mismo Belikov. Al igual que el de Rusia. Sólo que el inútil de Dobarov soltó prenda.

Subo al Volkswagen que utilizo cuando estoy en mi país y conduzco con rapidez hasta mi piso en pleno corazón de Moscú. Una vez allí, me desnudo y me meto bajo mis calentitas sábanas embutida en mi pijama de franela. Tras una noche agotadora como la que he tenido, lo que mejor viene es dormir.

A la mañana siguiente, mi melodía del teléfono no deja de insistir hasta que despierto.

-Natasha. ¿Se puede saber por qué durmes hasta estas horas? -la voz agitada de Erick suena al otro lado del teléfono y miro la hora.

Diario de una espía©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora