Capítulo catorce.

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Hace cinco meses que perdí a Adrien.

Un sol de verano llena de luz y vida las calles de Moscú. Los transeúntes se han despojado ya de sus abrigos y sombreros de pelo, pero aún así, siguen yendo ligeramente abrigados.

Me abrocho hasta arriba la fina chaqueta de deporte, pongo a tope la música en los cascos, y comienzo mi carrera de ocho kilómetros por las calles de mi ciudad natal.

Cuando llego a casa ya es la hora de comer. Me doy una rápida ducha, me pongo ropa cómoda (unos pantalones de yoga y una sudadera vieja de Erick) y me dispongo a preparar la comida de hoy, que se basa en una tortilla francesa y una ensalada.

Como. Sola, tranquila y en silencio. Mis movimientos son mecánicos. Hace tiempo que no disfruto, sólo me alimento. Realizo las acciones necesarias para seguir viviendo y sobrevivir.

Mientras me preparo. Me preparo para el día en que llegue Lucas y pueda matarle.

Cojo el Volkswagen hasta la oficina y subo hasta el despacho de Erick, pues me ha llamado esta mañana con urgencia. Hace meses que la oficina no está tan ajetreada.

-Hola, Nat -me dice, esbozando una sonrisa triste. Asiento con la cabeza a modo de saludo y me siento en la silla que hya en frente de su escritorio. Está lleno de papeles y de información. Casos que, seguramente, le habrá dado a otro agentes.

Yo ya no estoy capacitada para llevarlos a cabo.

-¿Cómo te encuentras hoy? ¿Has salido a correr? -me pregunta, inentando mantener conmigo una conversación más allá de los asentimientos y las negaciones con la cabeza.

Nuevamente, vuelvo a asentir.

-¿Qué quieres, Erick?

Él me mira. Observo sus rasgos: cansados, tristes, pero afrontando la realidad.Una realidad que yo debería haber afrontado hace mucho tiempo. Que Adrien está muerto, que jamás volverá.

Que desperdicié toda mi vida buscando a un hombre que tambié está muerto.

Y que la vida y muerte de mis padres no se podrá vengar nunca por mi culpa, porque yo he fallado como agente. He fallado como espía, como hija y, lo más importante, como hermana.

Supongo que por eso dejé el servicio. Supongo que me equivoqué al pensar que ese era mundo para una mujer como yo. Que me equivoqué al dejar que me cambiasen, y al dejar que el que lo hiciera fuese Sebastian.

Ahora, por mis estúpidos sentimientos, Rusia e Inglaterra estaban enpeligro, mi hermano muerto, y uno de los narcotraficantes más buscado del mundo, también.

-Hoy he recibido una llamada desde Italia, Natasha.

Mis ojos se abren. Algo en mi interior se activa, como una bomba de relojería, que no deja de repetir "Italia" como un reloj de cuco cuando da una hora en punto.

-¿Y qué? ¿Qué te han dicho?

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SEBASTIAN POV.

Sale del baño con un albornoz blanco y una toalla alrededor de su cabellera rubia. Es bonita, pero no tan bonita como la de Natasha.

Se mira al espejo y no puedo evitar decirme a mí mismo lo mucho que se parece a Eristoff físicamente. Tez blanca, labios carnosos, ojos grandes y sinceros... y, sin embargo, jamás podrá ser tan inteligente, dura y maravillosa como lo es la rusa.

Sacudo la cabeza, desechando esos pensamientos. No son buenos. No debo hacerme esto.

Me concentro en el informe que estoy escribiendo en el portátil para Paul. Estamos llevando el caso de La Alianza en Londres, pero desde que disparé a Lucas, no ha vuelto a dar señales de vida. Sé que ese hijo de puta aún sigue vivo y está planeando hacerme daño.

Diario de una espía©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora