Cuando bajamos a desayunar, y ni Sam ni Sabrina están en el comedor, Sebastian decide que es mejor ir a flirtear con unas "diosas" italianas que se sientan en la mesa del fondo.
Lo observo alejarse de mí, dirigiendo toda su atención a aquellas dos atractivas jóvenes, y ruedo los ojos.
De acuerdo, sabía que no iban a ser unos tres días agradables. Pero lo que no me esperaba es que ya me diera la lata el primer día, después de no dejarme pegar ojo en toda la noche.
Camino por entre las mesas, sintiéndome halagada por las miradas que la gente me echa. Yo ya estoy acostumbrada a que me miren, pero parece que en el hotel barcelonés no quieren apartar los ojos de mí y que les hago mucha gracia, sobre todo mis tacones Jimmy Choo.
Voy con el ceño fruncido hasta la mesa en dónde la deliciosa comida que compone un desayuno español está pulcramente expuesta, y tras coger un plato, me sirvo unas tostadas con mermelada y mantequilla y un café no demasiado cargado.
No tardo en encontrar una buena mesa libre, pues a las nueve de la mañana, hay poca gente en el restaurante. Poso mi delicioso y nutritivo desayuno sobre el impoluto mantel blanco y extiendo una servilleta sobre la tela de mis pantalones vaqueros Levis, no me perdonaría mancharlos.
-Perdona -oigo a mis espaldas una voz masculina, y con la boca manchada de mermelada de frutas y una tostada a medio masticar, me giro con mala cara. -Tienes algo en el zapato.
Un muchacho de cabello negro, bastante desgarbado y no mayor que yo se agacha frente a mí y toma mi pie derecho entre sus manos. Demasiado embelesada en el chico, no me doy cuenta de que coge un trozo de papel higiénico verde sospechosamente pegado a la suela de mi tacón. Se levanta y me lo da, para que lea lo que hay escrito.
<<Hago de vientre regularmente.>>
Esboza una ligera sonrisa que, contra todo pronóstico, no me molesta para nada y provoca otra en mí.
-Creo que mi compañero de habitación...
-Sí, supongo que no has puesto que vas al baño cada día en un trozo de papel -sonrío nuevamente y tiro el papel higiénico a la papelerita metálica del centro de mi mesa redonda. Cuando vuelvo a levantar la vista, el guapo joven sigue ahí. -Soy Lucas.
-Soy Na... -casi se me escapa mi nombre. Mierda, pero ahora ya he dicho la primera sílaba. Oh, joder, qué hago... no sé que nombre se supone que tengo en España... -Natalia.
-Me gusta tu nombre. ¿Eres española?
-Eh... no. Pero mi madre lo era... -y justo cuando voy a contarle la historia de mi vida inventada sólo para echar un polvo, cierto simio carente de raciocinio y sentido común aparece caminando por detrás de Lucas.
-Hola, soy Sebastian -anuncia, con su encantadora voz, como si a alguien le importase quién es. Miro a Lucas, que ahora sonríe cordialmente a mi compañero británico y se ha apartado un poco de mí. Ese gesto me molesta ligeramente, como si Sebastian ejerciese algo de respeto y autoridad sobre él. Sacudo la cabeza para deshacerme de esa clase de estúpidos pensamientos. Le acabo de conocer...
-Oh, hola. Soy Lucas, encantado de conocerte -entonces me mira, un poco menos agradable -¿Es tu novio?
Casi suelto el café por la boca y la nariz cuando Sebastian responde.
-Sí.
-No -contesto, rápidamente. ¿Es normal? Tiene narices a decir que estamos saliendo delante de un desconocido, cuando en realidad, no nos podemos ni ver delante. Lucas frunce un poco el ceño, visiblemente confundido, y Sebastian se me adelanta de nuevo para contarle una desagradable mentira.
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Diario de una espía©
ActionTODOS LOS DERECHOS DE COPYRIGHT RESERVADOS© OBRA REGISTRADA EN SAFECREATIVE. Natasha Eristoff trabaja para el servicio secreto ruso desde que tiene uso de razón. Es rápida, es lista, es letal. Pero tiene un pequeño fallo: su ego es del tamaño de Kre...