-Gracias -Lucas deposita un vaso de plástico blanco entre mis manos, lleno hasta los topes de buen café ardiendo. Bebo un sorbo, sólo para que no se caiga por mis piernas con el temblor que hay en todo mi cuerpo. Sabrina y Sam están sentados en frente de nosotros, y mi mejor amiga parece realmente afectada con todo esto. Tanto, que no opone resistencia cuando Sam le pasa un brazo por los hombros.
Son las cinco de la mañana. Estamos en el Hospital General de Barcelona y Sebastian se está debatiendo entre la vida y la muerte en un quirófano. Lleva dos horas ahí dentro, nadie nos dice nada, y ésto sólo hace que me ponga cada vez más nerviosa.
-Tranquilas, chicas, estará bien. Es Sebastian. Mañana ya estará metiéndose contigo otra vez, Nat -dice Sam de manera alentadora, y me obligo a esbozar una pequeña sonrisa. Aunque en realidad no tengo ganas de sonreír, sino de llorar y no parar en mucho tiempo. Pero no lo hago. Porque soy Natasha Eristoff, y Natasha Eristoff nunca llora.
Pasamos otra hora más así, entre los sollozos de mi amiga, el tembleque de mis piernas y los intentos de calmarnos por parte de Lucas y Sam. Cuando un hombre canoso, de unos cincuenta años, ataviado con una bata blanca de doctor aparece en la sala de espera, me levanto de golpe.
-¿Es usted Natash...
-Sí, soy yo -evito que termine mi nombre, porque Lucas ya está bastante confundido con los hechos, como para que se entere así de mi verdadero nombre. El doctor mira algo en su carpeta, lo que hace que todos mis nervios parezcan un volcán en erupción. Jesús, ahora no soy ni capaz de mantener la calma. ¿Qué me está pasando? -¿Está bien, doctor?
-Me temo que eso aún no podemos confirmarlo -se me cae el alma a los pies, pero dejo que prosiga -Hemos podido extraer la bala, que estaba insertada en la vena cava inferior. -Dios, eso suena muy científico y grave. -Sebastian ha tenido suerte, la bala es pequeña y no ha impactado ni mucho ni muy fuerte, así que sólo ha perdido un litro y medio de sangre.
-¡¿LE PARECE POCO?! -el chillido es de Sabrina, que se ha puesto a llorar más intensamente. Sam decide levantarse, cogerla del brazo, y sacarla de la sala de espera. El doctor hace una mueca de desagrado antes de seguir relatando. Se oyen los gritos y el llanto de Sabrina incluso cuando ya no está en la habitación.
-De momento no podemos decirle nada. Aún está inconsciente por la anestesia, pero en cuanto su novio despierte, la avisamos.
-No... no es mi novio -corrijo, olvidándome que de quién estamos hablando puede que se haya salvado. El doctor, que en un inicio parecía un hombre serio y frío, sonríe de medio lado y me mira bajo la montura de sus gafas.
-Claro que no, señorita, claro que no.
Observo la silueta blanca de Dios encarnado en médico salir de la sala, y suelto un suspiro. Está bien. Bueno, aún no ha despertado y puede que le pase algo... pero algo me dice que no. Que está bien. Que va a estar bien.
-¿Natalia? Estás colorada -casi me había olvidado de la presencia de Lucas, pero tiene razón. Mis mejillas están de un tono cereza, y llevo las manos frías allí sólo para bajar el color. Mierda.
Me vuelvo a sentar en mi silla, y cuando lo hago, Lucas se levanta como si tuviese la peste. Le miro confundida.
-Voy a buscar a tus amigos, seguramente estén en la cafetería...
-De acuerdo.
Su esbelto cuerpo desaparece por la sala a grandes zancadas y siento que vuelvo a respirar tranquila. ¿Qué pensará de mí? ¿Y por qué me habré puesto colorada? Nunca me pasa... Ay Dios, seguro que cree que somos todos unos bichos raros y en cierto modo es así...
De mi teléfono móvil sale la canción que tengo como tono de llamada a Erik, y se me para el corazón. Mierda. Descuelgo tras tomar una gran bocanada de aire.
-¡Erik! Buenos...
-¡NATASHA SVETLANA ERISTOFF PETROVA! -ha gritado mi nombre completo. Está cabreado. -¡MÁS TE VALE QUE TENGAS UNA EXPLICACIÓN PARA ESTO!
-¿Qué es "esto" exactamente?
-¡El gobierno británico demanda explicaciónes de por qué su mejor agente está al borde de la muerte! ¡Y DE PORQUÉ ESTÁIS EN BARCELONA CUANDO VUESTRA MISIÓN ESTÁ EN MOSCÚ! Dime al menos que has encontrado algo...
-¡En realidad, sí! Hemos estado en el piso de Belikov y...
-¡TU CASO ES LA ALIANZA! ¡BELIKOV YA...!
-Yo hice la mayor parte del trabajo en ese caso. Es injusto que ahora me lo quites.
-Yo también considero injusto que mi mejor espía me traicione así.
-Erik, no te estoy traicionando, ¿vale? No seas melodramático vuelve a decir algo, pero le interrumpo entrecerrando los ojos -Puedo llevar los dos casos a la vez, tú lo has dicho, soy la mejor. Por favor, confía en mí.
Hay un silencio al otro lado de la línea, un suspiro, y un silencio de cinco segundos después. Me estoy imaginando las muecas que estará haciendo Eirk en este momento, pellizcándose el puente de la nariz y pasándose una mano por el pelo gris para apartarlo de la cara.
-De acuerdo. Pero si quieres los dos casos, ya puedes tener una buena explicación para lo que le ha pasado a Sebastian.
-La tengo. Resulta que...
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Cuando abro los ojos, sigo sola en la sala de espera. Miro la hora en el teléfono móvil: las ocho y media de la mañana. Me he quedado dormida.
Me desperezo e incorporo en la silla. El sol ya empieza a filtrarse entre las rendijas de las persianas que tapan las ventanas de la sala. Tras la discusión con Erik sobre por qué Sebastian había sido intervenido, me puse a dormir. Madre mía, cómo se puso. No lo recordaba tan cabreado para nada.
-Nat, tenemos que hablar -me giro en la silla para encontrarme a Sabrina caminando hacia mí. Ha dejado de llorar, pero ahora sus ojos reflejan otro sentimiento: miedo. Está aterrada, y lo noto cuando le cojo las manos y me levanto.
-¿Qué pasa? ¿Estás bien? -toma aire antes de hablar.
-Yo sí, pero tú no -frunzo el ceño. Sabrina traga saliva, gira el cuello para observar si hay alguien más en la sala y prosigue -He oído a Lucas hablar por teléfono con alguien. Hablaban sobre ti.
-Pero...
-¿Señorita Eristoff? -mi mejor amiga y yo nos giramos. El mismo doctor de antes está plantado en el umbral de la puerta. Nos acercamos a él.
-¿Algún cambio, doctor? -él sonríe.
-Sebastian ha despertado. Ha preguntado por usted.
Sabrina esboza una sonrisa tan grande que parece que no cabe en su rostro. Lo siguiente que pasa es un poco confuso, porque aún estoy en shock a causa de las palabras del médico. Le seguimos por unos pasillos bien iluminados, con puertas a ambos lados. Se detiene frente a una puerta blanca con el número 327, y le pide amablemente a Sabrina que espere fuera. Ella no opone resistencia.
En menos de cinco segundos, me cierran la puerta a la espalda tras haberme empujado a dentro sin dejarme respirar si quiera. Sebastian tiene los ojos cerrados, y una venda blanca le cubre el pecho bajo el pijama típico de los hospitales. Me acerco lentamente a su cama, acerco una silla con cuidado de no hacer ruido, y la coloco a su lado. Observo su rostro, sereno, expulsando aire por las fosas nasales a la vez que su pecho se hincha y desciende. Una de sus manos tiene un aparatito que le recubre el dedo índice, y le tomo entre las mías sin darme cuenta.
-¿Princesa?
Casi se me caen las lágrimas al oír esa estupidez salir de su boca.
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Diario de una espía©
AcciónTODOS LOS DERECHOS DE COPYRIGHT RESERVADOS© OBRA REGISTRADA EN SAFECREATIVE. Natasha Eristoff trabaja para el servicio secreto ruso desde que tiene uso de razón. Es rápida, es lista, es letal. Pero tiene un pequeño fallo: su ego es del tamaño de Kre...