Capítulo trece.

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<<Confío en ti.>>

Esas tres palabras cargadas de compromiso y algo más que no sabría analizar salieron de mi boca hace un buen rato. Como Sebastian me dijo, llevo una hora esperándole bajo esta mesa, pero parece que no va a venir. Decido, por precaución, permanecer sentada y oculta lo que me parece una media hora. Aún no entra luz por las ventanas de lo que parece el comedor, pero no tardará en salir el Sol.

Necesito un plan y lo necesito ahora.

Mi mente se pone a trabajar tan rápido como se lo ordeno, pero estoy tan agobiada que no se me ocurre otra cosa sino levantarme, volver a subir las escaleras del hall, e inspeccionar el primer piso. Así hago.

Descalza, intento no hacerme daño en las plantas de los pies mientras recorro los corredores en los que que una hora y media atrás había caminado junto a Sebastian. Ya con fuerzas renovadas, y energía cargada a tope, me asomo por todas las puertas que están entreabiertas, pero lo único que hay son salas con cajas.

En una de ellas, decido entrar intentando hacer el menor ruido. Por aquí debería haber algún arma, si es que Lucas es tan estúpido de dejar pistolas por ahí. Cuando miro en el interior de una caja al azar, y veo pistolas, tengo que aguantar una carcajada.

-Pero será gilipollas... -murmuro por lo bajo. Agarro una y saco el cargador para comprobar que hay balas. Efectivamente, está lleno. Sonrío y lo vuelvo a colocar bien para tenerla lista. Agarro otra pistola y me la guardo en el cinturón del pantalón por la parte de atrás, donde la tapa la camiseta.

Una vez preparada y armada, vuelvo a salir de la sala, y me encamino de nuevo en mi búsqueda de Dios sabe qué. ¿Dónde estará Sebastian? ¿Y si me ha vuelto a engañar? Quizás todo esto era una mentira. Quizás todo lo que me dijo en el comedor, mirándome a los ojos, fueron farsas para burlarse de mí otra vez.

Debería hacerle caso a Erick, y no dejar que mi estúpido corazón mande sobre mi cerebro. No sé cuando he dejado que pasara eso, pero va a parar, y lo va a hacer ahora si quiero salir con vida de esta.

Cuando llego a un nuevo pasillo empiezo a escuchar unas voces. Con cuidado de ser completamente invisible y sigilosa, apoyo la espalda en la pared y acerco el oído a una puerta entreabierta, de la que sale mucha luz. Una vez ahí, puedo distinguir mejor las palabras y de quién provienen.

-¿Cuándo aprenderás, Black, que no se puede engañar a Lucas Vaccani? Creía habértelo dejado claro a lo largo de los años... -es la voz de Lucas. Me inclino más y con un ojo consigo ver lo que sucede en el interior de la habitación: es la misma de por la mañana, en la que Lucas me ofreció esa sopa. Sebastian está sentado en una silla, mirando desafiante a Lucas. Por suerte no está atado ni amordazado, o al menos eso parece. Por su parte, Lucas está de pie, con las manos tras la espalda. No va armado. Sin embargo, el hombre que descubrió a Sebastian en el comedor sí que va armado. Al parecer es un bocazas. Tengo a Sebastian en diagonal, si gira un poco el cuello, me verá.

-¿No tienes nada que decir? -pregunta Lucas, nuevamente. Ante el silencio del espía británico, prosigue su pedante discurso -Ahora mismo tu chica está esperándote, sospechando, porque le has vuelto a fallar... -Sebastian permanece impasible, yo me estremezco. Si bajan al comedor y descubren que ya no estoy, las cosas podrían ponerse aún más feas. -¿Qué se siente, al estar a punto de morir? Dime. Me gustaría saberlo...

-Me gustaría saber qué se siente a mí también, así que dímelo -contesta él.

Entonces, sus ojos me miran. Es sólo un segundo, pero sé que esa mirada está cargada de adrenalina. Hago un gesto afirmativo con la cabeza, y él vuelve la vista a Lucas. Éste, no me mira, sin embargo se ha dado cuenta de mi presencia.

Diario de una espía©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora