ONCE

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Estaba muy segura cuando aceptó el reto pero ahora que se encontraba frente a un imponente animal su seguridad se desequilibró.

—¿Acaso ha cambiado de opinión?—cuestionó el castaño tras de ella.

—No.—dijo tratando de sonar lo más segura y serena posible—no... no he cambiado de idea—respondió enfrentándolo.

—¿Está usted segura?.—dijo él cogiendola por la barbilla—No me gustaria que sufriera algun daño por mi culpa.

Ella le apartó la mano y sin mostrarse aturdida por su toque, le respondió.
—No debería preocuparse por mi, señor Grandchester. Sé cuidarme muy bien.
—Terrence, solo Terrence. Bien, si usted lo dice.—dijo él con una mirada insistente.
Con el fin de escapar a esa mirada, Candy se dirigió hacia Thomas.

—Haz que ensillen a Janto, Thomás, el señor Grandchester va ha montarlo.

—Pero... —iba a protestar pero ella le aclaró.

—Sería lo más justo, ya que tomaré a mi yegua.
—¿Pero cómo?—respondió Thomas asustado—¿E-está usted... segura?
—¡Segurísima!

—No creo que a su padre le vaya a gustar ésto.

—No te preocupes por él. Ahora ve.
Mientras Thomás iba en busca del corcel negro, ella se reunió con el castaño.
—He hecho que le ensillaran nuestro mejor caballo—anunció
—Si cree que va a tener alguna posibilidad—respondió él riendo—le doy diez cuerpos de ventaja.

—Argh...—gruñó apretando los puños. Y se marchó sin dirigirle la palabra.

Minutos más tarde...
Ya se encontraba al lado de Corazón Indomable, la cual se mostraba algo inquieta.

—Tranquila.—la acarició— Ahora somos una y tendrás que apoyarme—le habló casi en un susurro.

—Permítame ayudarla.—dijo el castaño sin darle tiempo a negarse. La tomó de la cintura con facilidad y la sentó en la montura.

Una vez que los dos se posicionaron.

—Que gane el mejor.—dijo Braian un poco más animado.

Ambos caballos eran tan imponentes y arrogantes como sus jinetes .

Candy dudó un instante, no había querido aceptar un desafío así pero no iba a echarse atrás y darle el gusto de intimidaria.

Respiró hondo y después lanzó a Corazón Indomable al galope.

El castaño sin embargo esperó, le dió una cierta distancia de ventaja y luego tiró de las riendas e hizo que el caballo girara. Hincó sus talones contra los flancos del animal para que empezara a correr en retirada.
El caballo volaba por el camino. Era una mezcla de frisio, fuerte, de largos miembros, y paso ligero.

Candy se giró a su espalda y vió que el duque le había dado alcance y que, de hecho, los estaba aventajando. Ella se puso a su lado y él le dió un guiño.

Ambos se debatían a toda marcha.

—Es usted una digna amazona de contemplar.—le dijo. Ella le respondió con un infantil gesto. Le mostró la lengua y él rió abiertamente.

—Hasta la orilla el río—le gritó él castaño. Y luego le pasó a toda velocidad.

—¡Maldita sea!.—dijo viéndolo alejarse rápidamente y desaparecer internándose en el bosque.
Ella estaba más que asombrada. Aunque en un rincón de su mente estaba sorprendida por la agilidad del animal. Sin ninguna duda, el caballo era veloz y de pies alados, y el hombre que lo guiaba tenía los mismos méritos. Luego maldijo para sus adentro mientras azuzaba a su yegua y espoleaba obligándola a una aterradora carrera entre los árboles. Los troncos sólidos eran meras sombras fugaces que pasaban.

Corazón IndomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora