Nueve

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Los días siguientes, ella trató de evitarlo. Salía poco y nada hacia la cubierta. En la hora de la cena o almuerzo prefería hacerlo en su camarote a ir al salón por miedo a encontrarselo aunque más bien se sentía avergonzada y tímida por aquel acto.

La mayor parte de los días había sido atacada sin piedad por ensoñaciones de su encuentro con el duque en el pasillo. No podía negar que se había tratado de una experiencia increíble, ni tampoco que había algo sumamente interesante en relación con ese hombre, al menos lo suficiente como para hacerla sonrojar al recordar sus formas tan masculinas. Cuando sus mejillas enrojecidas se oscurecían un poco más, daba gracias por el calor que reinaba en la habitación o lo distraída que estaba su Nana que no lo notaba. Los detalles espectaculares que había pasado por alto en el momento de pánico de haber sido vista ahora se convertían en el tema favorito de sus pensamientos como si fuera una chiquilla tonta y soñadora con tendencia a las preocupaciones lascivas. Los recuerdos recurrentes, con frecuencia demasiado gráficos, del momento en que sus senos habían quedado aprisionados contra el pecho del castaño y como él la había sujetado y pegado a su cuerpo, eran tan provocativos que pensaba que sus nervios iban a delatarla y que su nana iba de algún modo, a detectar sus pensamientos lujuriosos.

Era antes del mediodía cuando oyó unos golpeteos en la puerta, sobresaltada miró a su Nana, quien mantenía la vista en su trabajo, una manta que estaba tejiendo.

Volvieron a tocar.

—Yo abriré, Nana.—dijo yendo hacia la puerta. Tomó aire, exhaló y abrió.

—¡Buen día!—dijo él con una radiante sonrisa.

—Archie—dijo aliviada.

—Vine a saber ¿cómo estás? No te ví estos últimos días.

—Pasa.—lo invitó.

—Que tal si mejor vamos a dar una vuelta.—propuso.

—Esta bien. Déjame buscar un abrigo.—dijo ya que la temperatura comenzaba a bajar y a sentirse bastante.

...

Minutos después, caminaban tranquilamente, ella tomada de su brazo.

Suspiró aliviada cuando observó que no estaba por allí, segura de no encontrarlo. Sólo esperaba que fuera lo suficientemente caballero como para no contar su encuentro a todo el mundo, aunque, hasta el momento, no había demostrado serlo. Lo que le resultaba desconcertante era que su memoria se empeñara en relatarle los sucesos ocurridos una y otra vez sin necesidad de que la historia hubiera corrido de boca en boca por toda la tripulación.

Se sostuvo con ambas manos de la barandilla.

Por su parte Archie se mostraba encantador, trataba a Candy como si fuera la más frágil de las porcelanas.
—Hay algo que quiero preguntarte hace dias—dijo serio—¿Qué paso la otra noche? ¿Por qué uno de los criados del duque avisó de que te habías retirado a tu habitación?—preguntó sin preámbulos.
Candy dió un brinco y después intento parecer despreocupada.
—Emm... cuando salí, el señor Grandchester estaba allí y bueno... después me dió sueño y él se ofreció a avisar. No me iba a negar, estaba demasiado cansada para volver.—respondió manteniendo su vista en el océano.
—Grandchester...—pronunció— hay algo en él que no me gusta.
Miró furtivamente la expresión de duda de Archie.
— No es muy amable por tu parte interrogarme de ese modo. Es injusto e inconveniente.
—Jamás creí que llegaría un día que tu encontrarías algo inconveniente—dijo él con una
sonrisa. Luego decidió cambiar de tema rápidamente—¡Dios que hermosa eres!
Sin avisar, la cogió por los hombros y la abrazó. Ella contuvo el aliento.

Corazón IndomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora