Diecisiete.

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Aprovechando que su madre no se encontraba en casa, y su padre se mantenía ocupado en su despacho, la joven se dispuso a salir.

Había recorrido varias tiendas, gastando el poco dinero que le quedaba.

Luego se dirigió a otro lugar. No estaba muy convencida hacia donde iba porque la sola idea de verla la ponía de malhumor pero de igual manera lo hizo.

Buenos días.—dijo la recién llegada.

Bueno días, señorita Britter.—respondió el mayordomo.

—¿Acaso en esta casa no hay nadie?.

El señor Andrew se encuentra en su despacho. Está muy ocupado.

¿Y Candice?.—cuestionó.

La señorita se encuentra en el patio de atrás. Tome asiento en la sala mientras iré a anunciarle que usted esta aqui.

No. Iré yo misma.

Sin decir más, se alejó dejando al hombre con la palabra en la boca.

...

Iba llegando al lugar cuando a lo lejos distinguió a un joven rubio que se dirigía con pasos lentos hacia adelante. Ella no pudo ver cuál era el motivo por el que éste caminaba de esa manera, lentamente como si no quisiera ser descubierto. Pero de pronto entendió, Candy se encontraba frente a él, con los ojos cerrados y riendo alegremente mientras daba vueltas cuando él hombre en cuestión la tomó por la cintura y la atrajo junto a él y la besó.

¡Vaya, vaya!— sonrió de lado.—Mira nada más a la mosca muerta de Candice, lo bien guardadito que se lo tenía. La salvaje no tiene nada de santa. ¿Qué diría el duque de ésto?— en sus ojos brillaba la malicia.

Se dió la vuelta y caminó hacia la puerta principal.

¿Encontró a la señorita Candice?

Eh no...

Si quiere yo...

No.—lo interrumpió— La veré otro día.—dijo sin dejar de sonreír.

Bien. Le diré que usted vino a buscarla.

No.— dijo con firmeza. Luego suavizó al ver el entrecejo fruncido del hombre.— No es necesario. No le diga que estuve aquí. Ya vendré otro día.

Como usted desee señorita.

Hasta luego.

...

Cuando llegó a su casa, la madre de ésta ya la esperaba. Iba de un lado a otro caminando como un león enjaulado.

En cuanto puso un pies en el lugar la reprendió y le ordenó subir a su habitación para preparar su equipaje pero antes le mostró la noticia que ya recorría casi todo el país.

Indignada y llena de rabia subió a su habitación con una sola idea en su cabeza.

Mientras terminaba de escribir unas cuantas líneas, ingresó su doncella.

Permiso, señorita Anny.

Pasa, Luisa.—ordenó.— necesito que te encargues personalmente de hacer llegar este sobre a esta dirección.

Pero su madre me dijo que la ayudara con su equipaje.

Lo haré yo misma. Ahora ve.—le entregó un sobre.

Corazón IndomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora