I

834 92 16
                                    

Capítulo I: Vivencias de Hércules, parte 1.

Todo mi sufrimiento empezó en la antigua Grecia...

-Fortachón... -Bromeó esforzándose demasiado, viéndose obligada a toser después de hablar.

Me encontraba arrodillado, a su lado como todos los años que estuvimos juntos, apretando su mano en un vano intento de retenerla conmigo.

Me sentía devastado. Por mucho que le supliqué a mis progenitores, no podían hacer nada, ni siquiera era decisión de mi tío, -el cual estaba encantado con vengarse aunque hubieran pasado décadas- Hades.

-Nadie puede luchar contra el tiempo, hijo.- Trató de consolarme mi padre, Zeus. -Ya encontrarás a alguien más. Existen y existirán millones de mortales. -Acotó sin el más mínimo tacto hacia mis sentimientos, haciéndome enfurecer.

-¡No, padre, yo la quiero a ella! -Grité desconsolado, pagando mi ira con una de las columnas del mausoleo sin poder evitarlo.

-Lo siento hijo... -Suspiró una vez más antes de despedirse.- Tengo que seguir con mis deberes, te aconsejo que hagas lo mismo. -Y simplemente me dejó allí, solo.

Y no pude hacer mas que llorar desconsoladamente.

-Megara... -Susurré mientras pasaba las yemas de mis dedos con suavidad por su deteriorada piel, con el miedo de que el mínimo toque la haría irse de mi lado.

-Cariño, no te preocupes por mí. -Forzó una sonrisa opacando un ápice su cara de agonía. -Debes... Seguir adelante, ser feliz. -Negué repetidas veces mientras mis lágrimas parecían no querer parar nunca. Tanto su voz cortada como sus palabras sin aliento me estaban destrozando. -Hazlo por mí, Hércules. -Dijo para después soltar su último aliento.

-Megara. -El llanto me impidió el gritar como quería, mi voz sonó entrecortada pero nadie me escuchó, pues desde ese instante estaba solo.

...

Megara y yo nunca tuvimos herederos, por lo tanto yo no estaba ligado a ninguna parte.

Tras enterrarla, no quería permanecer en nuestra casa, así que no tardé mucho en venderla e irme.

El primer lugar que visité fueron los desiertos de Egipto, cuando las pirámides aún se encontraban en construcción.

Quería olvidarme de mi fachada de héroe, no merecía la pena. No sin ella.

Por lo tanto en cuanto llegué no dudé en cambiarme el nombre.

-Héctor de Atena. -Mis caras vestimentas fueron motivo de sobra para que el guardia del palacio me llevara hacia la mismísima Cleopatra.

Ella fue la primera que cayó en el halo que creó mi madre, Hera, en mí; librándome de la construcción y la lucha, -cosa que agradecía, ya que estaba bastante cansado de arrebatar vidas.-

...

Cuando me harté de jugar con Cleopatra, partí sin rumbo con un grupo de hebreos que habían decidido seguir a un tal Moisés con la esperanza de encontrar un lugar mejor para todos.

Esa fue la peor decisión que tomé nunca, ya que fueron años de camino y cada vez me encariñaba más con todos.

Pero ellos fueron muriendo, empezando por los más ancianos y acabando por los más pequeños, quedando sólo Moisés y yo; los únicos que llegamos a ver la ciudad que prometió.

Mas él nunca llegó.

Moisés murió en mis brazos tras cuarenta años de camino debido a una picadura de escorpión.

...

Los años fueron pasando y las charlas con mi padre cada vez eran más ocasionales.

Me negué rotundamente a forjar ninguna amistad por miedo a que Hades hiciera de las suyas.

Un día cualquiera, algo en mí me obligó a volver a Grecia y así lo hice.

Allí me encontré con un hombre llamado Ulises, el cual me incitó a que me uniera con él en un viaje hacia Ítaca.

Cosa que acepté.

Pasamos demasiado tiempo en el barco, solo parando para volver a conseguir comida y alcohol -cosa que facilitaba a la tripulación a trabajar mejor.-

Allí me percaté de que la homosexualidad no era sólo cosa de los más ricos griegos.

Nunca supe si fue debido a la necesidad o si fue porque realmente preferían mantener ese tipo de relaciones, pero yo nunca quise enredarme en esas cosas.

Mas Ulises tenía otros planes conmigo.

-Así que... Henry, ¿qué haces despierto a estas altas horas de la madrugada?

Después de tantos años fue la primera vez que me vieron observando las constelaciones, pensando en Megara.

-No podía dormir. -Encogí mis hombros y le contesté sincero. No quería forjar ninguna amistad, pero tampoco quería ser grosero con nadie.

-Entiendo... ¿pensando en alguna bella dama? -Finalmente giré para verle el rostro con el ceño fruncido. Ese tema era demasiado personal para mí como para hablarlo con él, por muchos años que pasáramos de viaje nunca querría hablar de Megara con algún extraño. -Entiendo, no quieres hablar de ello. -Rió para después encogerse de hombros. -Tampoco has de matarme con la mirada, tranquilo.

Destensé mi cuerpo en cuanto cambiamos de tema.

Estuvimos un total de tres o cuatro horas hablando de su esposa y su familia, -cosa que nunca mencionó.- haciendo que le soltara una que otra mirada acusadora, ya que en estos años lo había visto más de una vez con el chico -probablemente menor- que limpiaba las bodegas.

Conforme él hablaba, un nuevo día se alzaba por el horizonte, haciéndome sonreír al acordarme de Helios.

-Vaya, nunca te había visto sonreír. -Escuché su voz ronca, sacándome de mis recuerdos con el dios del sol.

-Oh. -No se me ocurrió otra cosa más que decir, sus palabras borraron mi sonrisa al instante.

-Pareciera que la mismísima Hera te creó con ayuda de Adonis. -El nombre de mi madre recorrió mi cabeza de lado a lado, explotando en el centro provocando que una descarga eléctrica bajara por lo largo de mi espina dorsal, poniéndome nervioso al instante.

-¿Uh? -Volteé para enfrentar al hombre que me ofreció entrar en su gran aventura.

Cada vez se acercaba más a mí, haciendo que retrocediera sobre mis pasos, sus palabras me recordaban a las de Cleopatra cuando se sentía deseosa de mi cuerpo.

-Eres hermoso, Henry, déjame enseñarte lo que es disfrutar... -Susurró con un tono tan tenue que un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

-No, Ulises. -Lo aparté de un pequeño empujón. Traté de controlar mi fuerza mas fue en vano cuando el cuerpo del hombre cruzó medio navío con mi simple gesto.

-¡¿Cómo te atreves?! -Gritó Ulises haciendo que la tripulación despertara.

Rápidamente me vi acorralado por cientos de hombres armados. Lo único que pude hacer fue tragar saliva, temiendo lo que podían hacer conmigo, ya que aunque fuera inmortal, mi cuerpo equipaba el sentido del dolor.

No os puedo querer más, sois de lo mejor que hay.
All the love, Marina.

Dead heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora