XIV

397 64 10
                                    

Capítulo XIV: ¿Dónde está Louis?

El tiempo puede llegar a ser un hijo de la gran puta.

No me ha hecho falta ver pasar los siglos delante de mis ojos para llegar a esa conclusión, pues podías observarlo en cada pestañeo.

Podías observarlo en aquella flor bajo la ventana, intentando buscar un rayo de vida en el sol, mientras se iba consumiendo.

Consumiendo, como el cigarrillo que el chico de los ojos marrones fumaba, dejando que, tal y como la pequeña flor, sus pulmones se marchitaran, sin pensar en lo que podría pasar en su futuro, todo por un vago deseo porque aquel cilindro cancerígeno pudiera arreglar alguno de sus problemas.

Podías observarlo en el rápido latir de mi corazón, cuando ya fue hora de cerrar y Louis aún no aparecía.

Mis dedos golpeaban a compás la única mesa que no tenía las sillas encima, ya habíamos cerrado, pero no tenía ganas de irme a casa, no después de no poder dormir en toda la noche, y viendo que mi mayor preocupación se veía cada segundo más cerca, no me veía capaz de abandonar el local.

  Las palabras de Orfeo se repetían en mi mente una y otra vez.   

Aunque la mayor parte del tiempo me la pasé con la mirada perdida, también podía observar el ambiente que creaban Orfeo y Dylan. El moreno parecía haber empezado a fumar como si no hubiera un mañana mientras el castaño le dedicaba miradas de desprecio.

Incluso podían llegar a dirigirse alguna palabra algo extraña a mi parecer. Pero más extraño fue cuando Dylan siguió a Orfeo hasta el almacén. Sólo el mismísimo Zeus sabrá que pasó en aquel sitio para que mi sobrino saliera con las mejillas rojas mientras balbuceaba alguna que otra palabra inentendible hacia Dylan.

El cual salió con una sola mejilla roja, la cual tenía caracterizada cinco dedos, probablemente proporcionada por mi sobrino.  

Aunque aquella escena fue algo extraña y poco entendible, yo no pude distraerme ni un segundo.

Miedo, preocupación, pánico, ya me daba igual cómo llamar a aquella angustia en mi pecho. Sólo deseaba que el bajito chico entrara por la puerta de una maldita vez.

Mas no lo hizo, ni ese día ni los siguientes.

Louis no volvió.

Mas yo siempre lo esperé, con la esperanza de que apareciera por aquella puerta, aunque fuera una sola vez más.

La única manera que tuve de verlo fue mediante sueños; sueños que más de una vez hacían que me despertara con el corazón galopante, sudado e inquieto.

-Ayúdame, Hércules... -Se escuchaba de fondo su voz, la reconocería en cualquier sitio. 

Mas todo estaba oscuro, no podía ayudarlo. 

-Piensa, Hércules, piensa... -Me repetía una y otra vez mi conciencia. Notaba las mejillas húmedas, probablemente de mis propias lagrimas de impotencia.

Impotencia de no saber dónde encontrar la solución para que Louis pudiera estar de nuevo conmigo, y no volver a perderle jamás.

-Te necesito, Harry, ayúdame. -Entonces, bajo toda aquella oscuridad, sus ojos iluminaron el camino. 

Corrí lo más rápido que pude, pero en cuanto pude rozar su piel, él desapareció.

Y con él, mi esperanza.

Dead heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora