XV

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Capítulo XV: La nota.

Después de las horribles palabras de Orfeo, lo que más temía se había hecho realidad.

Louis había desaparecido de mi vida tan rápido como un chasquido de dedos. Había pasado más de un mes desde la última vez que compartimos un batido.

Todo había cambiado, una parte de mi propia alma se había esfumado con su ser. 

Según mi sobrino, parecía que me habían quitado la sangre del cuerpo. Y sinceramente, yo lo sentía aún peor. 

Que ella me perdone por lo que pasaba por mi cabeza, pero... ni la muerte de Megara me afectó de tal forma. 

Y Dios, quizá estaba emparanoiado, quizá mi cabeza estaba formando una tragedia griega cuando quizá él simplemente había decidido no seguir con nuestra amistad.

Pero ya no tenía con quién desahogarme, Louis se había convertido en mi pilar y al irse, dejó que me derrumbara.

Orfeo tampoco había sido una gran ayuda, como es normal. Al tener esa mentalidad de niño pequeño lo único que le importaba era su vida y que le habían robado a su muñeca de plástico favorita.

Aunque eso no pareció importarle tanto a las dos semanas, cuando Dylan decidió comerle la boca en plena hora punta en la panadería. Fue un desastre de día, para mi parecer; pues pensaban que "su nuevo amor" era excusa para dejar de trabajar.

Desde entonces no hay quien los separe, y es un gran castigo. Pues ambos son igual de pesados con que siga adelante, mas suelen distraerse fácilmente con sus hormonas. Pero prefería soportar sus escenas casi pornosas a sus sermones y sus intentos de emparejarme con alguien más.

Realmente no necesitaba nada de esto. Todo era una rutina otra vez, no le veía el fin a mis días. 

Siempre igual: me levantaba a las seis de la mañana, no comía nada, iba a la panadería y ahí pasaba todo el día hasta que volvía a casa y así otra vez, todos los malditos días igual. 

Todos los días que se habían vuelto malditos cuando Louis decidió salir de mi vida sin más, cuando decidió quitar el único rayo de sol que tocaba la flor de mi vida. Cuando decidió que ya no me merecía ser feliz.

Así que aquí estamos, un día más en mi miserable vida, justamente al principio de este, cuando me tocaba limpiar antes de abrir la panadería. Puesto que mis incompetentes empleados decidían dormir dos horas más todos los días. Pero me mantenían ocupado. Enfadado, pero con la mente ocupada.

Después de haber barrido todo el local y de haber ordenado las mesas, me dirigía a subir la persiana de la puerta cuando vi que el viento hacía un trozo de hoja danzar.

Un trozo de hoja que estaba atrapado entre el suelo y la persiana de la panadería. 

No me llamó la atención, sabía que había gente que repartía folletos de publicidad en todos lados, quizá estaban intentando venderme alguna cosa. 

Pero cuando cogí el papel para hacerlo una bola y tirarlo, vi que no era ni por asomo nada de publicidad.

"Louis"

Parecía que la sangre me había vuelto al cuerpo, y con la fuerza de mil rayos, pues mi corazón había decidido salir de mi pecho.

Desplegué la nota para leerla cuando el idiota de Orfeo decidió aparecer de morros.

-¿Puedes creértelo? -Exclamó con las orejas rojas. Claramente habían discutido por alguna otra estupidez. -¡Casi se le caía la baba con ese chico de camino! -No pude hacer más que rodar los ojos. -¡Me quiere poner los cuernos!

-Orfeo, por favor, no estoy para tus tonterías. -Guardé la nota en mi chaqueta, para poder subir la persiana del todo. -Ponte a trabajar de una vez, que con la tontería llevas medio mes sin hacer nada productivo y esto no puede seguir así.

-¡Oh! Perfecto. -Exclamó una vez más para después cruzarse de brazos. -Así que esto es lo que me merezco, que mi propia familia no me apoye con una infidelidad, con un dolor grandioso en mi corazón. -Susurró llevándose el puño al pecho. -Gracias por nada.

Y entró, al fin, a la panadería. 

...

Había pasado más tiempo del que quisiera haber esperado cuando por fin me encontré solo en mi pequeño despacho de la panadería. Tenía el pequeño sobre blanco con su nombre en él justo delante de mis ojos.

Pero estaba temblando, temía por lo que podía pasar. Temía por mis sentimientos, por primera vez desde que los volví a descubrir en mí.

Tras coger dos bocanadas de aire me dispuse a abrir el sobre cuando la puerta de la oficina se abrió dejando verse un rostro devastado, en sus ojos se leía la frase "ayúdame, por favor".

Lo que me obligó a rodar los ojos, como cada vez que Dylan me dirigía la palabra. 

-No es un buen momento, Dylan. -Dije entre dientes, estaba empezando a agotar mi paciencia, sólo quería leer la maldita nota y estos dos no me dejaban la oportunidad de hacerlo.

-¡Por favor, Harry! -Casi gritó poniéndose de rodillas, suplicándome. -Tienes que ayudarme a hablar con Orfeo, sé que hice mal en mirar, pero nunca le pondría los cuernos, ¡lo juro! 

-Sinceramente, no me importa nada de vuestra relación, Dylan. -Dije mientras me levantaba para cogerlo de un brazo y poder echarlo de la habitación. -No vuelvas a entrar aquí, ¿me oyes? Ve a trabajar de una maldita vez. -Susurré frustrado y casi furioso de que me tomaran por de todo menos el jefe. Y finalmente cerré la puerta en su cara de cachorrito.

Tras murmurar unas cuantas maldiciones de camino a mi escritorio, cogí la valentía suficiente para abrir el sobre y leer la nota que había escrito el mismísimo Louis.

Para mí.

Dead heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora