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Capítulo III: Vivencias de Hércules, parte 3.

26 de mayo de 1940.

Siempre quise estar al margen de la guerra.

Por eso en la primera ni quise escuchar las noticias, sabía que si luchaba arrebararía demasiadas vidas y con el paso de los siglos me percaté de que todas y cada una de las personas que maté tendrían su familia y a su Megara.

Yo no podía ser el que decidiera acabar con sus historias.

Pero me ofrecieron una oportunidad única, algo que no ocurría todos los días.

Dado a mis dotes en la ingeniería, me ofrecieron un barco y una misión; debía ir hacia Dunkerque, Francia para salvar a los soldados que pudiera, sin matar a nadie, solo salvar.

Y pensé que una heroicidad más no me haría daño, sólo una más.

Así que me vestí con el uniforme que me dieron, llené la bodega de cien salvavidas y tomé rumbo hacia Francia, con una gran sonrisa al imaginarme a Anne sonriendome al llegar.

Estaba seguro de que a ella le gustaría que fuera a su tierra para salvar a algunos desdichados.

...

La misión consistía en recoger a algunos soldados y volver a Inglaterra, donde un tren los llevaría a sus ciudades para así volver a reunirse con sus familias.

Mientras dirigía el rumbo, un pensamiento llegó a mi mente; Sabía como usar las armas de la época, las había estudiado y había practicado con unas cuantas, aunque prefería luchar con espadas, aquel tipo de lucha me apasionaba.

Siempre recordaré el libro de El hombre de la máscara de hierro.

Una historia que si Anne me hubiera explicado en esos momentos, no hubiera dudado ni un segundo en alistarme para ser un Mosquetero más.

Las hazañas de esos hombres realmente me maravillaban.

¿Qué pasaría si tuviera que usar un arma? No quería arrebatar más vidas pero tampoco quería dejarme acribillar a balazos.

Y así fue como pasé el viaje; preguntándome qué estaba bien y qué estaba mal.

Llegué a la conclusión de que ninguno de los que estaban allí hacía nada bien.

Nunca me gustó cómo la gente peleaba por un terreno que ni siquiera les pertenecía, ni a ellos ni a nadie.

...

Al llegar se podía oír, oler e incluso ver como aquel sitio no tenía nada que envidiarle al mismísimo inframundo.

En cuanto recogí a aquellos hombres, al mirarles a los ojos pude ver en su mirada el pánico.

Quizá siempre tendrían el trauma de haber estado en tan horribles condiciones.

Un chico de no más de quince años cayó corriendo por la playa, tratando de llegar hasta mi barco.

Noté en el mismo momento en el que levantó la cabeza que sus ojos pedían ayuda así que una fuerza en mí me obligó a echar el ancla e ir hacia el pequeñajo a ayudarlo.

Gracias a mi metabolismo, logré llegar en un momento a su lado, importándome poco que me vieran correr de una forma tan inhumana; en ese momento lo único que quería era ayudar a aquel chico.

Justo cuando lo pude coger entre mis brazos noté que su gesto se me hacía familiar, como si lo hubiera conocido, pero hacía muchísimo tiempo.

Mi mente se paró en el momento en el que escuché el sonido de una bala pasar justo por el lado izquierdo de mi cabeza.

Mi corazón se aceleró y antes de que pudieran hacer más en contra de mi vida, logré llegar al barco para sentar al chico a mi lado.

Aunque mis manos temblaran, pude lograr poner en marcha el barco.

El viaje fue largo, -o al menos para mí- ya que todos y cada uno de los que salvé me reprochaban el haberme parado para salvar al quinceañero, el cual era Francés, no Inglés.

Cuando les contesté que él no era el enemigo, uno de los hombres trató de explicarme que los franceses tenían su propio barco.

Finalmente el chico decidió hablar.

-Por favor, no me eches. -Suplicó en su idioma a punto de llorar, haciendo que le sonriera con algo de cariño.

-No lo haré, no te preocupes. -Susurré para que no se enteraran de que yo mismo sabía su idioma. -¿Te he visto en alguna otra parte?

-Yo... -Sus mejillas se tiñeron de rojo y empezó a balbucear como si realmente quisiera esconderme algo, cosa que llamó mi atención. - No.

En cuanto llegamos a Inglaterra caí en la cuenta de que el chico -que se había negado mil y una veces a decirme su nombre- no pertenecía a esta tierra, por lo tanto no tenía sitio donde quedarse.

-Quédate en mi casa esta noche, no quiero que estés en la calle, puede pasarte cualquier cosa. -Y por primera vez en el día, aceptó algo de lo que yo le ofrecí.

Tras unas cuantas semanas en las que aquel chico vivió en la comodidad de mi mansión, decidió confesarme que no tenía donde quedarse porque ese no era su mundo.

-Sé quién eres. -Soltó en media cena, provocando que tosiera tan fuerte que lo que tenía medio masticado saliera disparado hacia la mitad de la mesa. -Eres Hércules.

-¿Te lo ha dicho algún sirviente? -Fruncí el ceño sintiéndome traicionado, -durante siglos tuve a la misma familia sirviéndome, generación tras generación sabiendo mi gran secreto y ellos siendo totalmente fieles- y el simple pensamiento de tener que echar a alguien me aterraba.

-No, lo sé porque mi abuelo me envió. -Encogió sus hombros tratando de quitarle peso al asunto, dejándome más que confundido con sus palabras.

-¿Tu abuelo? -Fruncí el ceño. Lo primero que se me pasó por la cabeza era que el chico había perdido la cabeza en la guerra.

-Zeus es mi abuelo y tú mi tío. -Soltó para después reír de forma realmente exagerada, activando un recuerdo de inmediato.

Al demostrar mi amor por Megara me ofrecieron el Olimpo, una gran fiesta de Bienvenida con todos los Dioses me esperaba allí arriba.

Solo estuve un par de horas antes de tomar la decisión de quedarme con ella, pero en ese periodo de tiempo logré escuchar como uno de mis tantos hermanos me explicaba que había tenido un hijo con Calíope, una musa.

Me enseñó el retoño y el mismo rió de una forma algo extraña pero contagiosa.

Y ese día fue el día en el que me volví a reunir con mi sobrino, Orfeo, el cual era realmente parecido a mi hermano Apolo.

Me costó algo más de lo que esperaba el entender que mi padre aún se preocupaba por mí.

Aunque quizá llegaba algo tarde para consolarme.

Os dejo una foto de Orfeo, para que vayáis imaginándolo.
All the love, Marina.

All the love, Marina

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Dead heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora