XII

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Capítulo XII: Sara Gévaudan.

Hacía dos meses que Louis me trataba diferente.

Lo sentía distante, como si no tuviera ganas de hablar conmigo, pero a la vez se forzara a hacerlo.

La última conversación "decente" que tuvimos fue un desastre a comparación con nuestras charlas de horas y horas.

...

-¿Y qué tal se porta Thor? -Preguntó evitando mi mirada. Aunque lo tratara de disimular, su sonrisa no era la misma.

-Oh, es adorable. -Mentí. Aquel perro me traía por la calle de la amargura, cuando no me hacía agujeros en todo el jardín, mordisqueaba mis muebles. -El mejor perrito del mundo. -Comenté con una ironía que solo entendería yo.

-Me alegro. -Asintió y después se llevó una mano a la nuca para rascarse esta. -Bueno, eh... Me tengo que ir.

-Está bien... -Carraspeé para disipar el tono de tristeza en mi voz. -¿Hasta mañana? -Pregunté con una sensación nueva en mi pecho; miedo a no volverlo a ver.

-Claro... -Contestó para después darme la espalda e irse.

...

Pero todo cambió en el momento en que Sara llegó a la panadería.

Sara Gévaudan era una señorita francesa, se podía apreciar lo sofisticada que era desde el primer segundo en el que la veías.

También era bonita, y como era de esperar, llamó la atención de más de uno en la panadería.

Obviamente mi sobrino no iba a ser menos, y tardó un total de dos días en -desesperadamente- pedirle una cita a la chica.

Así que ahora todo había vuelto a la normalidad, a excepción de que de vez en cuando, podíamos observar a Orfeo rojo como un tomate cuando su nueva novia lo iba a ver al trabajo.

Todo parecía perfecto: Louis volvía a hablarme con el mismo entusiasmo que antes, las ventas no paraban de subir y Orfeo se veía feliz.

Pero todo tenía que arruinarse.

Y todo por mi culpa.

Porque en cuanto vi que Sara Gévaudan puso los ojos en otro chico, supe que no había vuelta atrás.

Y todo por ser tan perspicaz.

...

-... entonces Thor decidió darme la pata a cambio de un trozo de bistec. -Le expliqué emocionado a Louis.

Era la primera vez que aquel maldito chucho me hacía caso de verdad y realmente me sentía bien por ello.

Las campanillas opacaron la hermosa risa de Louis, haciendo que ambos nos giraramos para ver a Sara entrar.

La chica no se cortaba un pelo, ya que en cuanto entró no dudó ni un segundo en dirigirse directamente a Dylan.

Orfeo estaba demasiado ciego para ver lo que pasaba delante de sus narices.

-Vaya... -Oí susurrar a Louis, haciendo que mi mirada se centrara en él.

-Lo sé, ni siquiera se molesta en disimular. -Bufé cruzándome de brazos. La situación me molestaba ya que me tocaría a mí aguantar otra etapa de Orfeo llorando a moco tendido.

-Y el pobre Dylan. -Chasqueó la lengua.

-¿Por qué te apenas de él? -Fruncí el ceño cuando escuché su comentario.

-Míralo, Harry. -Y entonces me di cuenta. -Se nota a leguas que está más que incómodo. -El chico mostraba su rechazo hacia la chica con solo mirarla, nunca había visto a Dylan rechazar a nadie.

-Oh. -Atiné a murmurar cuando la mirada de Dylan topó con la mía.

Prácticamente me suplicaba ayuda.

-Deberías ir. -Escuché a Louis, y entonces giré bruscamente para verlo.

Estábamos teniendo una conversación agradable, no quería que se terminara tan pronto.

-Pero... -Me quejé. Al darme cuenta de mi tono infantil, sentí como mis mejillas ardían. -Eh, sí, debo... Irme. -Murmuré algo nervioso, realmente me daba vergüenza el mostrarme débil delante de Louis.

-Hasta mañana, Harry. -Fue lo último que oí salir de sus labios.

Si las miradas mataran, Dylan estaría realmente muerto.

Y yo sería su asesino.

...

-¡Sara no! -Aquel grito proveniente de la garganta de mi sobrino hizo que los cuatro gatos que quedábamos en la panadería, nos calláramos.

-Niall, entiende que me gusta Dylan, no hagas el drama. -Bufó la chica mientras andaba hacia la salida, meneando las caderas como si bailara al caminar.

-¿Qué? -Pude ver en el instante en el que su corazón se rompió, su expresión de dolor era evidente.

Y entonces las campanillas volvieron a sonar, anunciando que la chica se había ido.

Mi sobrino se giró sobre sus pies, su piel parecía algo rojiza y por lo que llegué a imaginar cuando noté que su mirada llena de odio iba dirigida a Dylan, debía tranquilizarlo.

-Está bien, pequeño, hora de irse. -Hablé con una sonrisa forzada, tratando de quitarle hierro al asunto.

-¡Te mato, hijo de puta! -Si no fuera porque lo tenía agarrado de un brazo, podía jurar que mi sobrino ya habría matado a su moreno amigo.

Dylan observaba la escena con el pánico pintado en su cara, parecía que no sabía dónde esconderse.

Tras pedirle a nuestra clientela, amablemente, que se fueran, obligué a Orfeo a subirse al coche para irnos antes que los demás, aunque me costara.

-Deja de respirar como un toro bravo, Orfeo. -Me quejé cuando ya estábamos en la carretera.

-Es que lo mataré. -En su voz lo único que se oía era pura furia.

-Oh, vamos. -Rodé los ojos, ya harto de sus amenazas. -Él no tiene la culpa de que elijas mal a todas las mujeres con las que te juntas.

Un silencio abordó el coche, sabía que si lo hubiera mirado en esos instantes, podría haber visto el dolor en sus ojos.

Orfeo no me dirigió la palabra en un total de una semana después de aquello.

Dead heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora