XI

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Capítulo XI: Medidas desesperadas con Dylan.

Aunque llevaba varios días viniendo seguido, nunca se iba sin haberme rozado las manos al menos una vez.

Todos los días nos quedábamos mirando, embelesados, con la bagguette en las manos.

Más de una vez había oído a Orfeo bufar, como si me riñera de alguna forma, sólo ahí podía apartar la mirada y seguir con el trabajo.

Pero aquel día, Louis había llegado en la hora punta, dejándome poco tiempo para poder hablar con él -o incluso tener ningún contacto ya que fue Dylan quién lo atendió-.

Mentiría si dijera que la mirada que el patoso de Dylan le echó a Louis no me molestó.

El halo que desprendía aquel chico se hacía más fuerte conforme pasaba el tiempo.

No sabía por qué, pero era la primera vez en siglos que no pensaba tanto el Megara, ya ni siquiera soñaba con ella.

Quizá dejó de estar a mi lado para irse a los Campos Elíseos para finalmente ser feliz.

Al menos eso era lo que pedía todas las noches desde que no sentía su presencia.

Ambos nos miramos por unos instantes, sabiendo que aquel día ya no podríamos mantener nuestra diaria conversación.

Un puchero asomó entre sus labios, haciéndome sonreír.

Le hice un gesto con la mano para que esperara en una mesa y agradeciéndome mentalmente el hecho de que yo era el jefe; proseguí para hacer un té inglés y un café con leche.

Louis sabía que no lo dejaría ir sin antes haber hablado aunque fuera de cómo le había ido el día.

...

Así que ahí nos encontrábamos, sentados uno en frente del otro, tomándonos nuestras respectivas bebidas y teniendo una conversación amena, como cada vez que hablábamos.

-Hoy me encontré a un perro abandonado muy bonito. -Comentó una vez acabado el tema anterior. -Está súper bien enseñado, no entiendo cómo fueron capaces de dejarlo en la calle.

Nunca tuve un gran apego por los animales, pero de la forma en la que lo describía me hacía sentir mal.

-Tendré que llevarlo a una perrera, mi casero no me deja tener mascotas. -Confesó dejando su taza de té sobre el platillo, mostrando su gran preocupación por el animal.

Y entonces, las palabras salieron solas por mi boca, sin ningún filtro.

-Yo me lo quedo. -Él conectó su mirada a la mía, asombrado.

-¿Qué? -En sus labios se formaba una sonrisa que demostraba plena alegría.

-Sí, yo lo cuidaré, tráemelo a casa. -Aunque sabía que me arrepentiría en algún momento, merecía la pena verlo sonreír.

-Pero Harry... No quiero que te sientas obligado. -Por primera vez lo vi nervioso, jugando con su taza de té. Incluso algo sonrojado.

-No lo hago, de verdad, mira. -Saqué la libreta donde apuntaba los pedidos y empecé a escribir para después darle un trozo de papel arrancado. -Aquí tienes mi dirección, tráemelo esta noche.

-Eres el mejor.

Todo sucedió a cámara lenta.

El cómo se levantó de su asiento para rodear la mesa y acabar a mi lado.

El cómo sus brazos rodearon mi cuello para abrazarme con fuerza.

El cómo apreté el agarre, disfrutando del contacto físico en demasía.

Dead heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora