XIII

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Capítulo XIII: El enfado de Orfeo.

Había llegado a la conclusión de que cada día que pasaba, Louis estaba más guapo.

Cada día que lo veía, al contrario que las personas normales, me ponía más nervioso.

Cada vez que nos rozábamos, mi cuerpo se hacía de gelatina.

Cada vez que nos mirábamos, en silencio, el tiempo se detenía y la habitación se vaciaba, éramos él y yo.

Sin darme cuenta, Louis se había convertido en alguien imprescindible para mí.

Tanto, que incluso soñaba con su persona.

La escena transcurría en Londres, pero unos siglos atrás. Quizá unos años después de que perdiera a Gemma.

Yo ya tenía mi mansión, y ese día hacía una fiesta con los miembros del Parlamento.

Cuando la fiesta estaba por concluir y prácticamente todos se habían marchado, un chico misterioso entró por la puerta, cabizbajo.

-¿Lo conozco? -Pregunté mientras me acercaba a pasos lentos pero decididos.

Entonces levantó la cabeza y nuestros ojos conectaron, en ese instante recordé quien era.

-Menos de lo que usted cree. -Susurró con una sonrisa ladina, confundido por sus palabras, las dejé pasar.

-¿Louis? -El chico cerró la puerta con un pie, y aunque la banda ya se había marchado, empezó a sonar un hilo de música clásica.

-Hércules, ¿me permites este baile? -Tras un par de pestañeos, tratando de analizar la situación, asentí.

Y bailamos pegados, sin decir una palabra.

Simplemente nos mirábamos a los ojos.

Y aunque no entendía que estaba pasando, me sentía bien.

Como si perteneciera a ese lugar, a esa escena.

Estaba tan absorto en la música que no me di cuenta de que Louis había acortado las distancias hasta que noté su aliento chocar con mis labios.

No me apartaba, pero mi corazón iba tan rápido...

Que me desperté agitado, con las mejillas ardiendo.

Aquel día, cuando vi a Louis, sentí el miedo recorrer mi cuerpo.

Un miedo irracional a que el chico pudiera leer mi mente y que supiera las atrocidades que me dedicaba a soñar; me sentía abochornado.

-¿Me estás escuchando, Harry? -Preguntó divertido, para después sorber un poco más del granizado que le había preparado.

-¿Eh? Sí. -Mentí, me había dedicado a observarle mientras pensaba en la espeluznante idea de cómo podría haber acabado ese sueño.

-¿Y qué he dicho? -Apartó el granizado para apoyar sus codos en la mesa. Ahora me miraba fijamente, sin ningún obstáculo entre nosotros.

Tras un suspiro bastan profundo, decidí rendirme.

-Lo siento. -Hablé con una mueca de disgusto, no me gustaba hacerle feos a Louis.

-Da igual, te lo volveré a explicar. -Soltó una risita para después acomodarse en su asiento. -Pero porque eres tú.

Aunque tuve que tragar saliva antes, no pude evitar sonreír con todos y cada uno de mis dientes.

-Gracias. -Susurré.

-Bueno, pues lo que te estaba diciendo era que he visto que Dylan está algo triste por el enfado de Niall, y por lo que me has contado de Dylan... Es raro que se preocupe por alguien que no es él mismo, ¿no? -Comentó mientras miraba a nuestro lado, observando como Orfeo le giraba la cara a Dylan cada vez que el otro intentaba pedirle perdón.

-Sí, algo raro sí que es... -Murmuré y después encogí mis hombros, quitándole importancia. -Ellos sabrán.

-Que despreocupado. -Rodó los ojos de una forma tan graciosa que me hizo soltar una carcajada. -Realmente eres un hombre duro, eh.

-Lo puedes comprobar tú mismo. -Solté para después flexionar mis bíceps para mostrarle cuán grandes podían ser mis músculos. -Puedes tocar, si quieres. -Tuve a tantas mujeres en la palma de mi mano en cuanto dije aquella frase que cuando vi a Louis negar incluso me sorprendí.

-Será mejor que tengas la boca llena para que dejes de soltar tantas tonterías. -Comentó para después pasarme un extremo del utensilio largo y fino que estaba usando para beber el granizado. -Bebe, está rico. -Habló para después levantarse. -Iré a por otra cañita para mí.

Y aunque más de una mirada curiosa se posó en nosotros, pasamos la tarde tomándonos el granizado del mismo vaso.

...

Ya en casa, después de un largo día de trabajo, Orfeo decidió que la mejor manera de acabar el día era contarme sus problemas por poco que me interesaran.

-Es que no me puedo creer que tenga la cara de venir y pedirme perdón, tío, no me lo puedo creer. -Repetía una y otra vez, opacando el sonido de la televisión, la cual intentaba ver.

-Orfeo, no me dejas ver el programa. -Me quejé para después apagar la televisión, sabiendo que mi pesado sobrino no me dejaría ver aquel absurdo programa llamado First Dates.

-Pero tío, es que, ¿tú lo has visto? -Soltó mirando al suelo. -Me quitó a la novia.

-Bueno, si te sirve de consuelo ambos morirán. -Me encogí de hombros sin darle importancia alguna.

-¡Siempre me dices ese tipo de cosas! -Se quejó para después acomodarse en el sofá. -Aunque es cierto.

-Lo sé. -Comenté con una gran sonrisa y tras un largo rato me levanté para dirigirme a la cama.

Mas las palabras de Orfeo me hicieron detener.

-Tío, ¿sabes que Louis también morirá? -Murmuró lo suficientemente alto como para que lo escuchara.

Aquellas palabras me cayeron como un cubo de agua helada, tanto que tuve que sentarme de nuevo en el sofá.

Aunque oí como mi sobrino me llamaba, no pude prestarle atención, un dolor en mi pecho me lo impedía.

Un dolor que no sentía desde hacía mucho tiempo.

Dead heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora