XIX

371 53 3
                                    

Capítulo XIX: La confrontación.

Había planeado aquel día con mucho cuidado, pues si salía algo mal sería mi última historia.

Me encontraba solo en la azotea de nuestra casa, hacía el tiempo perfecto para lo que tenía que hacer.

-¡Padre! -Grité a pleno pulmón a la vez que un rayo caía sobre el único árbol de mi jardín.

Y entre una serie de rayos, salió mi padre del cielo con su forma humana, excepto sus ojos blanquecinos.

Una risa exagerada y con la fuerza de mil rayos se aproximaba a la vez que mi padre. Siempre odié su sentido del humor.

-¡Mi pequeño! -Gritó con eco haciendo de las suyas. -Ven a abrazar a tu padre. -Demandó mientras posaba sus pies en el mismo suelo que los míos.

-¿Creéis realmente que me apetece abrazaros después de tal apuñalada que me propagó? -Reclamé con ira. Siempre que hablaba con mi padre hablaba como si aún estuviéramos en la antigua griega.

-Vamos, sabes que lo hice para ayudarte, se te veía tan miserable. -Su sonrisa nunca se borraría de su rostro, daba igual si te contaba la historia más trágica de los tiempos.

-¿Enviarme a tres inútiles? -Escupí con una risa irónica. -¿Qué pensabais que podrían aportarme aquellos impresentables?

-¡Diversión! -Exclamó para después soltar una gran carcajada.

-Pues lo único que me otorgaron fue un gran dolor de cabeza, padre. -Expresé mi queja con un puñetazo en la barra de seguridad de la azotea, la cual se partió en dos. Genial, otro gasto. -¿Y encima Narciso? ¡Le rompió el corazón a Orfeo, padre! -Repliqué con un gran enfado.

-¿Y a quién le importa ese idiota? -Preguntó para después reírse superiormente.

-¡A mí! -Salté al momento, con un enfado aumentando conforme esta conversación iba siguiendo.

-Bueno, ya no importa. Envié a los tres a hacerle compañía a Ticio y su cuervo. -Habló con una gran sonrisa, mostrando el orgullo que le otorgaban sus hazañas.

-¿Pensabas hacerle eso a Louis? -Tragué saliva sintiendo mi pecho arder. Si algo así le pasara a Louis por mi culpa, no me lo perdonaría jamás.

-A él le espera algo peor, por desobedecerme. -Sus carcajadas me ponían más nervioso aún.

-No le harás nada. -Amenacé haciendo que su risa cesara, mas siempre mostraba algo de alegría en su rostro. -Antes de tocarle deberás verme en el inframundo, ¿entendido? 

Y con una gran carcajada, se esfumó.

...

Llegaba la hora de la verdad. Mi habitación, Louis sentado en mi cama y la puerta cerrada con gran seguridad. 

Nadie podría oírnos.

Era el momento perfecto para aclararle mi decisión.

-Louis. -Llamé su atención haciendo que sus ojos se posaran sobre los míos. -Todo lo que me ha pasado ha sido demasiado para mí; los inútiles aquellos, la panadería sin empleados, la conversación con mi padre...

-¿Has hablado con tu padre? -Exclamó con angustia, el miedo podía verse en sus ojos. 

-Sí. -Me senté a su lado para soltar un gran suspiro. -Ha enviado a los tres a sufrir el castigo de Ticio. -Tragué saliva a la vez que él se llevaba las manos a la boca.

-Oh, Dios mío. -Su preocupación era más que notoria. -Pobres almas, haría lo que fuera para poder curar sus heridas.

-Es inútil, sabes que el cuervo siempre se hará paso para seguir con su cometido. -Hablé con un sabor amargo en la boca. Bien que los quería lejos, pero no le deseaba a nadie aquel castigo.

-Ojalá pudiera hacer algo. -Murmuró a la vez que apoyaba su cabeza sobre mi hombro. -Si Orfeo se entera de que le han hecho eso a Narciso...

-No se puede enterar. -Demandé. -No dejaré que nada más le afecte tanto.

-Entiendo. -Susurró Louis con la mirada perdida, probablemente deseando encontrar una forma con la que ayudar a aquellas pobres almas.

-Quería hablarte de nosotros. -Hablé unos minutos después, dejando que mi corazón latiera a mil por hora hasta que encontré el valor.

-¿Sí? -Su cabeza se separó de mi hombro para poder mirarme a los ojos. Estábamos muy cerca y eso no ayudaba a mis nervios.

-He decidido que, mientras no me vuelvas a mentir nunca más, podemos estar juntos. -Una gran sonrisa se posó en su gesto, sus ojos pasaron de mostrar angustia a ilusión. -Pensé que quizá no podría perdonarte, mas mis sentimientos por ti son demasiado fuertes. -Me sinceré con un gran ardor en las mejillas.

-Oh, Hércules. -Susurró con una gran alegría. -Prometo que no volveré a mentirte, y para sellar esa promesa... -La selló con un casto beso sobre mis labios.

Aunque fuera algo pequeño e inocente, aquella electricidad que sentía cuando estaba con él, se multiplicaba por millones.

Aquella noche pareció efímera con su compañía.

Beso tras beso, caricia tras caricia, la forma en la que nos pertenecíamos el uno al otro parecía decisión divina.

Mas había un Dios que no estaba de acuerdo conmigo.

Dead heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora