XX

395 56 2
                                    

Capítulo XX: Final.

Había pasado un mes desde que aquella noche nos unió como pareja. 

Notaba a Orfeo algo extraño desde aquella noche y nunca me quiso explicar el por qué.

Louis había salido sin mi protección por primera vez, me encontraba en el sofá del salón, inquieto. 

Me había acostumbrado a estar con él casi todo el tiempo y ahora no sabía que hacer, tenía que esperar hasta que volviese de su entrevista de trabajo en el hospital.

Por mucho que le insistí con que trabajara en la panadería, conmigo, se negaba. 

Tenía una extraña obsesión con ayudar a los mundanos, pero no le culpo, pues ese era su deber como semidiós sanador.

Orfeo se encontraba a mi lado, con la mirada perdida y con cara de muerto en vida. Por quinta vez aquella semana, me decidí a preguntarle.

-¿Estás bien, sobrino? -Hablé posando mi mano sobre su hombro. -Pareciese que no hayas dormido en semanas, cuando ese es tu propósito más grande.

-Sí, tío. -Murmuró de poca gana. -Estoy bien.

Y ahí estaba otra vez, la mentira más grande que me podía echar el muchacho a la cara. Mas, ¿qué podía hacer? No leía mentes y tampoco le podría sacar la información a palos. Así que me limité a asentir y posé mis ojos sobre la televisión, a la espera de Louis.

...

Más de media mañana y Louis no daba señales de vida. 

-¿Estás preocupado por Asclepio? -Atinó a decir Orfeo después de dos horas de su silencio.

-Louis, -Contesté con hincapié, no quería que ese nombre que tanto me había marcado, quedara en un recuerdo. -hace mucho tiempo que tendía que haber vuelto, no sé que le habrá podido pasar. 

-Tienes razón. -Confesó el castaño. -Deberíamos buscarlo. 

Y aquellas palabras fueron las únicas que necesité para coger las llaves del coche y ponerme en su búsqueda. Si no había tomado esa decisión con anterioridad fue porque temía de pecar de paranoico.

Tres horas de búsqueda; y nada. Se había hecho de noche y mi padre hacía de las suyas ya que la lluvia era acompañada de unos truenos gigantescos.

Saber que él estaba cerca, me dio un ápice de esperanza en medio de un ataque de pánico.

-¡Padre, Madre! -Grité desde lo más profundo de mi ser, tanto que en un abrir y cerrar de ojos, tenía a ambos en frente.

-¿Qué pasa, cariño? -Habló mi madre con el tono más dulce. Su mano llegó a acariciar mi mejilla antes de que pudiera hablar.

-Louis, él fue a una entrevista y no ha vuelto, no lo encuentro por ningún lado. -Un nudo de garganta me impedía hablar con la claridad habitual. -Por favor, ayudadme. 

Y entonces lo supe.

La mirada de reproche lanzada a mi padre, fue como si no hicieran falta las palabras de parte de la Diosa del amor.

-Tráelo ahora mismo, Zeus. -Mi padre fue a reprochar, mas mi madre no le dio la oportunidad. -Me da igual, le hace feliz. Que seas el rey de los Dioses no te da poder para deshacer mi trabajo, así que lo quiero aquí, ahora.

Con un chasquido de dedos Louis apareció al lado de mi padre, con una parte de su torso abierto, picoteado por aquel dichoso cuervo. Sus lágrimas aún eran visibles y su cara demostraba el inframundo por el que había pasado.

-¡¿Qué le has hecho?! -Reclamé con más ira que nunca mientras corría a socorrer a la persona por la que respiraba.

-Entiéndelo, hijo. Él no es bueno para ti, como tampoco lo fue Megara. -Habló a la vez que sonreía, haciéndolo parecer el ser más psicópata que conocía.

-¡Cállate! -Grité con furia, por primera vez, hablándole mal a mi padre. -No sabes nada de lo que es bueno para mi, porque si lo supieras no te hubieras atrevido a hacer esta atrocidad. 

-¡A mi no me hables así! -Su sonrisa había desaparecido, por primera vez vi al verdadero Zeus, al que todos temían. 

-¡Zeus! -Afrodita se puso entre mi padre y yo, y con tono amenazante, le pidió: -Vayámonos, ya no tenemos que hacer nada aquí, ¿entiendes?

-Cierto es, pues a partir de hoy mismo, este ser ya no será considerado mi hijo. -Y así se fueron, sin más.

Y aunque aquellas palabras me dolieron, aquel dolor no fue nada comparado con el imaginar una vida sin Louis. Así que no me importó que mi padre no quisiera volver a verme, pues al fin tuve un final feliz, uno que nunca se acabaría.

Dead heart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora