El Bosque Real (REESCRIBIENDO)

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Los sonidos de las espadas del patio de armas resonaron por la Fortaleza Roja como golpes de martillo. Rhaegar se encontraba ahí, y sin descanso se enfrentaba a los demás caballeros. Uno tras otro, peleaban sin cesar. Escudo y espada en mano, ponía en práctica todas las florituras y fintas que había aprendido. Cuando Arthur Dayne llegó allí, se encontró con media docena de hombres magullados por los golpes del príncipe.

-Señores por favor, debeis aprender cuanto antes a pelear.- dijo ser Arthur Dayne mientras cogía una espada.

Rhaegar miró a su amigo y se quitó el casco.

-Estos caballeros son soldados entrenados. ¿Quieres adiestrarlos tú acaso?

Uno de los hombres se adelantó un paso.

-Para dos grandes espadas como vosotros es fácil batirse con nosotros.- el hombre sonrió.- Mas, ¿que hay de vosotros?

Rhaegar y Arthur se miraron.

-¿Aceptas la oferta?- preguntó Rhaegar.

Arthur enarboló sus dos espadas de madera y las hizo girar.

-Adelante principito.

Rhaegar lo encaró con su escudo en su mano izquierda y su espada de madera en la derecha. Cuando Arthur lanzó el primer golpe, fue detenido por Rhaegar, que ya esperaba el segundo. Cuando éste fue lanzado por debajo de su escudo, el príncipe detuvo el golpe con su arma, y de una sacudida hizo que se separasen un metro. Se observaron detenidamente el uno al otro, y Rhaegar lanzó una falsa estocada. Cuando Arthur alzó su espada izquierda para detenerlo, su amigo giró hacia la otra dirección. La segunda espada de Arthur iba a la espalda de Rhaegar, pero en el mismo giro, interpuso su escudo. Cuando el príncipe había completado el giro, su espada se lanzó a la pierna de Arthur, pero éste logró detenerla a escasos centímetros.

-¿No os bastó la justa del otro día para haceros saber que estáis igualados?- la voz del maestro Willem los hizo parar.

Ambos muchachos le observaron y se acercaron a él.

-Maestro.

-Disfruté vuestra justa como el que más. Arthur te falló la fuerza de tus golpes, y a ti Rhaegar te salvó tu caballo. Jamás había visto a un campeón romper doce lanzas. Sin duda sois mis dos mejores alumnos. Sentaos y esperad que os avise, practicaremos defensa hoy.

Willem estaba orgulloso. Ambos jóvenes asintieron honrados y se sentaron a descansar. Las palabras del hombre se quedaron en Rhaegar, le había salvado su caballo. Si no fuese porque en más de una ocasión Daerys aguantó los choques de su jinete, y retrasó la marcha para que Rhaegar se equilibrase, el joven hubiese caído sin duda. Sonrió al pensar en su fuerte corcel. Había sido un regalo de su padre cuando era joven. Recordaba aquel día como si de ayer se tratase. Él estaba sentado bajo la sombra de un árbol leyendo, y cuando su padre lo llamó desde el patio principal, Rhaegar fue corriendo. Allí estaba él, junto a un pequeño caballo de color marrón muy claro. Apenas tenía dos años, y no estaba listo del todo para montar. Cuando Daerys vio al pequeño príncipe, se acercó a él y con miedo se dejó acariciar. Rhaegar recordaba sentir la comodidad del caballo cuando comenzó a pasar su mano por el lomo del animal, y desde aquel día, siempre que estaba en sus manos, visitaba los establos y pasaba parte de su tiempo con Daerys. Podía parecer una locura, pero Rhaegar se entendía a la perfección con su corcel, y cuando lo montaba, eran uno.

Ese recuerdo nostálgico le hizo abandonar el patio de armas en ese instante, dejando a Arthur entrenando con los caballeros. Se dirigió a los establos y en la quinta caseta de la parte izquierda se encontró a Daerys mirándolo a los ojos. Rhaegar junto su frente a la del caballo y le acarició desde ahí el cuello.

Rhaegar, el último dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora