La resistencia de Valleoscuro (REESCRIBIENDO)

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Rhaegar se despertó al día siguiente agotado. Su cuerpo le pesaba, y cuandose quitó la camiseta, vio sus magulladuras. Cada paso que daba, las costillas le castigaban, pero logró reunir fuerzas para llegar al gran salón de Roca Casterly. Se sentó en una mesa. Algunos miembros de la corte estaban desayunando también, pero ningún conocido de Rhaegar. Cuando le trajeron una jarra de leche fresca y una rebanada de pan con mantequilla como desayuno, el príncipe lo devoró todo en seguida. Cuando fue a pedir más, un casco de la Guardia Real cayó frente a su plato. Arthur estaba frente a él, y se dejó caer en la silla.

-Estoy agotado.- declaró.

-Dímelo a mi. Estoy hecho añicos.

-El rey nos ha hecho vigilar las puertas de su cámara durante toda la noche a cuatro guardias. Tengo las piernas entumecidas.

-Bueno amigo, deberías descansar.

-Buen consejo.- asintió éste. Y sin más palabra se dejó caer.

Sobre la mesa del comedor, Arthur se quedó dormido. Rhaegar pidió otra ración de desayuno y terminó de coger fuerzas. Las necesitaba, pues aquel día se levantó con ganas de visitar el Refugio, y así hizo. Preparó comida para el viaje y partió después de hablar con su madre, directo al Refugio Estival. Su otra intención era la de llegar antes que el comité de la corte real, puesto que no podía aguantar otros tantos días de viaje. Cabalgando él solo, llegó en apenas dos días. Al segundo anochecer, estaba en las ruinas. Viajó sin compañía ni escolta, y solo paró para dormir en una vieja posada en Río Mander, el resto del viaje fue constante, y cuando Rhaegar descabalgó, estaba agotado. Dio de beber a Daerys, y después lo ató a un árbol. Observó el edificio destruido, y tras un solemne silencio, entró en él. Caminó entre escombros, por los caídos pasillos, hasta que llegó al salón principal. Rhaegar pasó bajo el arco de la puerta, del cual solo quedaba la mitad y buscó su hueco favorito para después sentarse en él. Su arpa comenzó a sonar, y el aire se llenó de las notas del príncipe. Daerys, aún junto al arbol, se tumbó sobre la hierba, y se quedó profundamente dormido. Rhaegar comenzó a cantar, su voz sonaba hermosa, y hablaba sin pensar, dejandose llevar por la melodía. Cantó sobre una hermosa joven, una princesa guerrera. Ella era una mujer que vino de la pobreza, y se alzó hasta el más alto escalón. Le vino a la mente aquel sueño que tuvo cuando era joven, la mujer de los dragones. Y en las últimas líneas de su canción, cantó sobre las enormes criaturas surcando los cielos. Una hora más tarde, el príncipe cayó en el sueño.

Lo despertaron los rayos del sol despuntando sobre su cabeza, ya era bien entrada la mañana, y el joven decidió ponerse en marcha. No sin antes caminar por los jardines en busca de flores para su madre. Cuando estuvo listo, partió con Daerys rumbo a Desembarco del Rey.

Como era de esperar, la comitiva no había llegado, pues Rhaegar les sacaba dos días de ventaja. El maestre Pycelle le informó de que había llegado un cuervo de Roca Casterly, informando de que el rey partió apenas unas horas después que él. Por lo que durante los tres días siguientes, Rhaegar fue el Guardián del Reino. Una carta con malas noticias le llegó al segundo día. Se encontraba atendiendo a un panadero, que se quejaba de recientes robos en su establecimiento, cuando Pycelle apareció irrumpiendo en la sala. Rhaegar mandó a dos capas doradas, guardias de la ciudad, por cada calle de Desembarco del Rey para proteger a los ciudadano. Después se levantó y siguió a Pycelle hasta la sala del consejo real. Una vez ahí, el maestre le entregó un mensaje de un cuervo, proveniente de Valleoscuro. Rhaegar tomó la carta con cuidado y comenzó a leerla.

-A la atención de su majestad Aerys II de la casa Targaryen. Hemos recibido vuestros cuervos con las explicaciones de nuestras leyes. Os pedimos ciertos derechos para nuestros ciudadanos que su señoría rehúsa aceptar. Exigimos menores tasas que su señoría rehúsa disminuir. Y por tanto, la familia Darklyn ha decidido utilizar el dinero recibido por sus ciudadanos, con el fin de pagar los impuestos reales, para cubrir los gastos portuarios. Esperemos que acepte la situación, pues no estamos de acuerdo en seguir pagando ingente cantidad por el comercio.

Rhaegar, el último dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora