El torneo de Lannisport (REESCRIBIENDO)

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  El nacimiento de Viserys fue festejado por todo lo grande. El rey Aerys hizo acto de presencia en la ceremonia de presentación. Mucha gente llevaba sin verlo semanas. Toda la corte se reunió para dar la bienvenida al mundo al joven Targaryen. Abundaron los regalos, las rosas y los estandartes de la familia. Tywin Lannister había partido, el día del nacimiento del nuevo príncipe, para llegar a tiempo de supervisar los preparativos para el torneo en Lannisport. Torneo que dejaría disfrutar a todos los ciudadanos de la ciudad de los Lannister. Rhaegar iba todos los días a ver a su hermano. Era un bebé delgadito, parecía frágil y poseía unos ojos violeta iguales a los de su hermano mayor. El día de la partida hacia las tierras del Oeste, el príncipe Viserys iba envuelto en sábanas de la más suave seda, con el dragón de la familia bordado en rojo fuego. El comité estaba animado, y las ganas de llegar fueron tales, que no hubo tantas paradas como en aquel viaje a Roca Casterly casi diez años atrás.

  Allí los recibieron a las puertas del castillo. Pasaron por la Roca pues debían recoger a Tywin. Ya de paso pararon a pasar la noche allí, pero después de la cena de bienvenida y bien entrada la noche, Rhaegar no podía dormir. Así que salió fuera de la fortaleza. Recordó el lugar que visitaba cuando era pequeño, el hermoso mausoleo de Tytos Lannister, padre de Tywin y decidió visitarlo. Cuando llegó al sitio se sorprendió mucho, pues un mausoleo aún más bello se había erigido frente al primero. Decorado con cientas de flores marchitas ya. La curiosidad se apoderó de él y se acercó a ver a quien pertenecía. El corazón de Rhaegar palpitó con fuerza a cada paso que daba. El nombre del difunto, estaba tallado en la piedra. Un escalofrío recorrió la espalda del príncipe cuando con pesar leyó el nombre del propietario. Joanna Lannister. Se quedó completamente callado observándolo. La última vez que había visto a aquella hermosa mujer fue hacía mucho tiempo, pero desconocía por completo su muerte. Sintió infinita pena.

  -Era la mejor mujer con la que un hombre podría soñar.- la voz de Tywin Lannister a su espalda sonó tras él.

  -No... no sabía.

  -¿No lo sabíais? Vuestro padre no le debió dar importancia.

  Rhaegar enmudeció. No sabía qué decir. Tywin habló por él.

  -Era la cosa que más amaba en este mundo, ni el dinero ni el poder se igualan a lo que de verdad tenía valor en mi vida.

  -¿Hace cuanto tiempo falleció?

  -Cerca de tres años.

  -Lo siento. La conocí cuando era un muchacho, la tenía en gracia.

  -Y ella a vos príncipe.

  -Tan joven...

  -Queréis saber qué ocurrió.

  Rhaegar miró a Tywin, su rostro era duro e impasible, el príncipe notó las ganas del hombre de soltar una lágrima.

  -Murió en el parto. De mi último...- pareció buscar palabras para nombrarlo.- de Tyrion.

  -¿Él sobrevivió?

  -Así es.

  -Una vida pagó otra vida. Debéis amarlo aún más por ella.

  Tywin no respondió. Se quedó en silencio y Rhaegar decidió dejarle a solas y volver al castillo. Aún le duraba el shock de la muerte de Joanna, y avanzaba a paso lento y pensativo. En los pasillos, se cruzó con dos niños corriendo. Dos adolescentes de doce años, una era una chica y el otro un chico. Ambos de pelo rubio y ojos esmeralda. Los gemelos Lannister sin duda que parecieron reconocerle.

  -Sois el príncipe Rhaegar.- le dijo la chica, Cersei.

  -Es tarde para andar por el castillo a estas horas.- respondió él.

Rhaegar, el último dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora