La justicia del rey (REESCRIBIENDO)

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Aerys estaba sentado en el Trono de Hierro. Su pelo largo y sucio le caía como una cascada plateada de tono apagado. Sus uñas habían crecido y aún no las había cortado. Ante él se encontraban los seis miembros de la Hermandad del Bosque Real. Rhaegar acudió a la sala del trono junto a Arthur Dayne y Barristan Selmy y a oa entrada un guardia le hizo desarmarse para pasar. Cuando el príncipe preguntó la razón, ellos simplemente alegaron que eran ordenes del rey. Rhaegar tuvo que aceptar y darles su espada de acero valyrio. A su al rededor, ningún caballero llevaba arma, salvo los pocos miembros de la Guardia Real. El resto de hombres se encontraba sin su espada, por orden real. Rhaegar se preguntó si realmente su padre había llegado a ese extremo de paranoia o era una ocasión puntual. Cuando el príncipe y los dos hombres que lo acompañaban llegaron, comenzó el interrogatorio. Aerys comenzó a preguntarles uno a uno si conocían el paradero de los demás bandidos. Los hombres decían ser ladrones, pero alegaban no saber nada sobre la Hermandad. Sin embargo cuando el alquimista del rey, lord Rossart, apareció en la sala y puso en manos de Aerys varios frascos transparentes con un líquido verde dentro, todos empezaron a hablar. Al parecer no tenían un asentamiento establecido, se movían por el bosque sin ser vistos y tenían mucho cuidado en sus tareas.

Rhaegar vio a su padre seguir insistiendo, y al no obtener nada más, éste comenzó a amenazar a los hombres. El joven sabía lo que se avecinaba, así que sin decir palabra se dio la vuelta y abandonó la estancia sin hacer ruido. Los gritos de los ladrones se escucharon desde fuera incluso, y las risas del rey rasgaban el aire.

Pidió su arma de vuelta al soldado que vigilaba la puerta, y cuando la tuvo en sus manos se fue lo más lejos que pudo. Más tarde habló con Barristan.

-¿Por qué no se puede entrar en la sala del trono con armas?

Barristan miró al príncipe.

-Vuestro padre no quiere traidores en la corte, y no se fía ni de su propia sombra. No concede ninguna entrevista ni siquiera a Tywin en privado.

-Y a mi no me quiere ver.

-Cree que eres un traidor Rhaegar.

-No lo entiendo.

-Piensa que no actuaste en Valle Oscuro porque querías arrebatarle el trono, y dice que Tywin no intervino antes porque quería que lo tuvieses.

-¿Para que querría Tywin eso?

-Las gentes hablan. Y las gentes dicen que sereis un gran rey. Vuestro padre os guarda recelo.

Rhaegar miró a su viejo amigo y no supo que decir. Él lo informó además de que la hija de Tywin llegaría a Desembarco del Rey para formar parte de la corte. Su padre llevaba tiempo sin verla y la quería cerca decía. Pero la verdad debía ser otra, y es que la quería casar con algún importante noble.

-¿Y qué es de su hermano? El heredero de Roca Casterly precisa un matrimonio.

-Así es. Tywin busca pretendientas para su hijo.

-Informandome así de bien me acabas de recordar a Varys, Barristan.

Ambos rieron.

-Las chanzas sobre eunucos deberías medirlas bien, ese hombre tiene oídos en todas partes.

-Lo se.

-A tu padre no le viene bien su compañía.

Durante los siguientes días, con la ayuda de los pajaritos de Varys se encontraron a más de un miembro de la Hermandad, y uno a uno fueron detenidos y ajusticiados. Si se le podía llamar justicia a quemarlos vivos. La joven Cersei Lannister llegó a la Fortaleza Roja una semana después de que Barristan se lo advirtiese a Rhaegar. La niña había crecido, contaba con casi quince años y era una muchacha muy hermosa. El príncipe supo que no tendría dificultad en encontrar pretendiente.

Rhaegar, el último dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora