Rhaegar estaba agotado, sentía dolor por todo el cuerpo. Llevaba días entrenando sin parar, y el joven se encontraba sin fuerzas. Se tomó un día entero en la cama de su alcoba. Las luces del alba despuntaban cuando su escudero Myles Mooton fue a buscarle para el entrenamiento matutino, pero el príncipe le informó de que no entrenaría ese día. Apenas levantaba la cabeza de su almohada.
-Myles, necesito descansar.
-Entiendo mi señor.
-No me llames así.
-Soy educado alteza.
Rhaegar estaba pegado a las sábanas y no tenía cuerpo ni para contestar a su amigo. Levantó la mano y la movió en gesto de no darle importancia. No se movió más, y se enterró entre las sábanas.
-Señor.- dijo Myles.
El príncipe volvió a levantar la cabeza.
-Perdón.- sacudió la cabeza y miró a su escudero.
-¿Qué hago?
-No me apetece entrenar hoy Myles.
-Lo se alteza pero, ¿como entrenaré sin usted?
-Habla con Willem, Myles.
Dicho esto volvió a dormir. Su record de horas en el patio de combate lo había batido sin dudarlo. Durante dos semanas había estado entrenando desde la salida del sol hasta la puesta. En gran parte para aliviar sus tensiones, y por otra parte para ponerse en forma después de bastante tiempo sin practicar. Necesitaba descanso y algo que le hiciese despejarse de todo. Cuando se despertó de nuevo a medio día barajó la opción de visitar Refugio Estival, pero la descartó en seguida, dos horas a caballo no era lo que necesitaba. Sin embargo sí que bajó a visitar a Daerys. Su corcel se alegró al ver al príncipe, y él mismo le dio de comer. Estaba acariciando su lomo mientras el animal comía, justo en el momento que apareció una joven en el establo. Se trataba de una mujer de unos diecisiete años, rubia, de pelo largo y suelto. La cascada de pelo le caía sobre los hombros y sus ojos azules se posaron en los ojos violetas de Rhaegar. Era una joven hermosa que él no había visto jamás.
-¿Quién sois mi señora?- preguntó curioso.
-Me llamo Kyra.
-No os conozco.
-Soy la nueva cuidadora del establo.
-¿Y dónde está Joen?
-Es mi supervisor, no le queda mucho aquí y necesita un reemplazo.
Rhaegar asintió y se acercó a la muchacha.
-Sois hermosa.
Kyra se sonrojó. Le dedicó una pequeña sonrisa, tímidamente le dio las gracias y se separó de él. El príncipe la siguió. Y cuando ella se dio la vuelta para mirarle, sus ojos violeta la contemplaban. Parecía estar mirando dentro de ella. El príncipe no decía nada, pero su mirada era todo lo que necesitaba saber. Cogió los cubos de heno para los caballos, y acompañó a la joven portando la carga.
-No tenéis por qué hacer eso mi señor.
-Rhaegar, llamadme Rhaegar. Y si, me apetece dar de comer a los caballos.
La chica sonrió y guió a Rhaegar por todo el establo, pasando por cada caballo y dándole de comer. Le enseñó cómo dar correctamente el heno a los caballos y la cantidad exacta. Cuando supo esto el príncipe se dio cuenta de que siempre sobrealimentaba a Daerys. Con razón estaba tan grande su corcel.
-Disculpad la pregunta mi señora pero ¿cómo acaba una muchacha como vos trabajando aquí? Con todos mis respetos jamás había conocido a una mujer, y menos tan bella, cuidando de los establos de la Fortaleza Roja.
ESTÁS LEYENDO
Rhaegar, el último dragón
FantasíaHistoria de Rhaegar Targaryen (en forma de novela), basada en hechos y datos extraídos de los libros de R.R. Martin. Este libro narra su vida desde su nacimiento hasta su muerte en forma narrativa. Todos los acontecimientos sucedidos son verídicos d...