Rhaegar se levantó nervioso el día de partida, tenía toda la presión encima de tener que dar lo mejor de sí mismo. No podía negar que le preocupaba no estar a la altura. Guardó su arpa en su fardo de viaje e hizo un pequeño equipaje donde guardar su ropa para esos días que pasaría fuera. Sabía que toda la corte estaría con su atención puesta en él, así que debía vestir elegante. Prendas finas de buen lino y colores poco llamativos pero elegantes, a su estilo. Tomó en su mano su espada de acero y se la colocó en la vaina atada a la cintura. También guardó el enorme libro que estaba leyendo esos días junto con la ropa. El príncipe vestía unos pantalones oscuros, conjuntados con una camiseta larga negra con bordeados rojos y su capa de marta color roja a la espalda. En la capa bordado en hilo negro se apreciaba el dragón de tres cabezas de la casa Targaryen. Incluso se peinó elegante recogiendo el pelo que le caía por delante de la cara con una trenza de forma que quedaba por encima del de la nuca. Se acercó a la puerta y la abrió. Echó un último vistazo para asegurarse de que todo estaba en orden y después dio media vuelta cerrando tras de sí.
Una vez en el pasillo comenzaba a bajar las escaleras cuando de pronto casi se chocó de frente a Lenna, la joven doncella que se encargaba de hacer las tareas de su habitación. Rhaegar se echó a un lado esquivándola con cuidado y le puso una mano en el hombro.
-Disculpa. No estaba atento.
La cara de la joven se tornó roja de la vergüenza y al mirar al príncipe a sus penetrantes ojos violeta tuvo que apartar la mirada.
-Lo siento alteza no volverá a ocurrir.
Rhaegar iba a sonreír cuando de golpe la chica presa de sus nervios se apartó rápidamente y dio media vuelta. El chico no entendió del todo la escena y siguió bajando las escaleras. Una vez en los establos, se puso unos guantes de piel de topo y ensilló a Daerys después de acariciarlo durante unos segundos. El caballo agachó la cabeza y Rhaegar pegó su frente a la suya.
-Buenos días.
En ese momento, Aerys se encontraba en su carruaje, esperando a las puertas de la ciudad a que la comitiva estuviese lista. Barristan Selmy lo escoltaba junto al nuevo miembro de la Guardia Real,ser Arthur Dayne, ambos grandes amigos de su hijo. Por la ventana del carruaje pudo ver a Tywin más lejos ensillar su caballo. Una sombra de odio surcó su rostro. Podría estar horas despotricando sobre él, pero ni aún así acabaría de soltar su rabia. Quizá era envidia lo que sentía sí, pero le daba igual, no le agradaba el hecho de ser infravalorado ante la plebe. Dejó escapar un bufido. De pronto unos pasos de caballo se escucharon cerca. Cuando Aerys miró, se encontró observando a su hijo Rhaegar. Un joven imponente, con su mirada vivaz vigilando todo y un aspecto fiero a la vez que apuesto.
-Padre.- lo llamó mientras se acercaba.
-Hijo.
Rhaegar llegó hasta el carruaje de su padre.
-Voy a adelantarme.
Aerys le observó extrañado.
-¿Sabes cómo llegar a Bastión de Tormentas?
-Sí.
-De acuerdo.
Rhaegar notó algo raro a su padre, pero aún así dio la vuelta a su caballo y lo espoleó dirección al Bosque Real. Una vez dentro de él puso a galope a Daerys y voló al sentir el viento en su rostro. Una hora de camino después, llegó a las ruinas del Refugio Estival ya que sabía que lo cogía de paso.
Allí descansó durante otra hora más sentado junto al árbol del arrollo. Sacó el arpa de plata y ahí comenzó a tocarlo suavemente. Su caballo Daerys se posó junto a él y descansó cerrando los ojos al son de su melodía. Cuando el príncipe supo que estaba listo para partir de nuevo bebió algo de agua de su bota, y despertó con cuidado a su corcel.
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Rhaegar, el último dragón
FantasyHistoria de Rhaegar Targaryen (en forma de novela), basada en hechos y datos extraídos de los libros de R.R. Martin. Este libro narra su vida desde su nacimiento hasta su muerte en forma narrativa. Todos los acontecimientos sucedidos son verídicos d...