{ 2 · Pacto }

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—Gracias.

El demonio tosió un poco.

—¿Por qué?

—Por no destriparme en el momento exacto en que te solté.

El demonio puso los ojos en blanco.

—Vamos, niño. Si realmente te hubiera querido matar, lo hubiera hecho y ni siquiera lo hubieras sentido. Además, ¿dónde está la diversión ahí?

Harry le miró con ojos brillantes.

—Oh, Dios, ¿puedo abrazarte? Jamás encontré a nadie que comparta mi misma visión del mundo.

—Sólo porque has dicho… Dios —el demonio contrajo el rostro— no te dejaré.

Los labios de Harry se fruncieron en un puchero demasiado adorable. Pero aquel que estaba frente a él era un demonio, y al parecer, uno bien entrenado, porque no cedió ante la cara de borrego degollado de Harry.

—Muy bien —Harry suspiró trágicamente—, nada de decir la palabra con "D" por aquí. Entonces, ¿qué harás ahora?

El demonio le examinó lentamente. A pesar de que había dicho tener nueve años, aparentaba menor edad. Sus ojos eran tan verdes como piedras preciosas, ocultos levemente detrás de unas gafas horrendas y torcidas. Su cabello parecía un nido de pájaros. Era extrañamente similar a como debería lucir un ángel.

Pero claro, si había podido llamarlo, no lo era.

—Tú me has llamado —murmuró el demonio. Harry cambió el peso de un pie al otro, sin saber bien qué decir.

—Emh, eh, okay, no recuerdo haber hecho algún tipo de ritual, o decir algún tipo de palabras combinadas que implicaran una invocación demoníaca, lo cual es algo extraño…

—No me has llamado con tus palabras —le aclaró el demonio— me has llamado con tu alma.

—¿Las almas… llaman? —Harry alzó las cejas. El demonio suspiró.

—Sí, lo hacen. En especial las almas desesperadas. Cuando un alma está muy desesperada, se debate entre varios caminos. Hay varios planos además del físico. El plano astral es algo a lo que sólo los magos tienen el acceso, por lo que sólo los magos pueden invocar demonios, aunque he oído de algún que otro squib que ha invocado uno en los últimos doce siglos.

La quijada de Harry caía más y más a medida que el demonio seguía hablando.

—Espera, espera, calladito te ves más bonito —Harry alzó las manos—. ¿Plano astral? ¿Magos? ¿Squib? ¿Qué cojones?

—¿No eres muy pequeño para decir groserías? —regañó el demonio.

—Oh, púdrete en el Infiero —Harry puso los ojos en blanco—. Aunque creo que de ahí vienes. Muy bien. Necesito saber todo aquello que te pregunté. Sin excepciones.

El demonio bufó. Era un niño muy mandón.

—Muy bien —y procedió a explicar qué era un plano astral, que los magos existían y que un squib era un hijo de magos sin la habilidad de hacer magia—. Entonces, tú eres un mago.

—¡Soy un mago! —chilló el niño, sus ojos brillando e iluminándose con desesperación—. ¡Eso significa que yo sí maté a Dudley, usando mis súper poderes de mago maldito! ¡Demonios, sí!

El demonio intentó contenerse. De verdad que intentó.

Segundos después, se aferraba a la pared de ladrillos del garaje de una de las idénticas casas de Privet Drive, sus carcajadas resonando libremente por todo el vecindario. Harry le observó reír con una extraña punzada en su pecho.

El demonio acabó de reír con una sonrisa ladeada. Con ese aspecto, la sonrisa aún fresca en la cara, diminutas arrugas debajo de sus ojos, Harry podía observar que aquel demonio lucía tan fresco como un humano, y mucho menos tenebroso.

—¿Estás dispuesto a un pacto, niño?

Dead from the neck upDonde viven las historias. Descúbrelo ahora