{ 4 · Olvidadizo }

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De verdad que Harry Potter era un chico olvidadizo.

No porque tuviera algún problema mental (que, claramente, por supuesto que no tenía). Sino porque, simplemente, era distraído. Por eso, cuando luego de casi cinco horas de sueño –cuando solía dormir menos de dos– abrió los ojos, extrajo el cuchillo de debajo de su almohada y apuñaló el pecho del hombre acurrucado en su pequeña alacena. Justo sobre su corazón.

Los ojos del hombre brillaron, furiosos.

Mierda, seguía vivo.

Mierda, cierto que era un demonio.

—¿Qué mierda te crees…? —balbuceó el ser de otro mundo, cada vez más colérico.

Los eventos de la noche pasada se demoraron en llegar a Harry. La claridad iluminó sus ojos y, con cuidado, retiró el cuchillo centímetro a centímetro.

La hoja no estaba recubierta con sangre. En realidad, estaba recubierta con algún tipo de brea putrefacta de aroma demasiado dulce pero desagradable a la vez, como caramelo quemado. Y, ante su propia visión, la hoja del cuchillo fue deshaciéndose poco a poco. Harry observó cómo su fiel arma se desintegraba, y luego apartó la camisa negra de Tom con poco decoro, observando una fina línea rosada en el sitio donde había hundido el cuchillo. Poco a poco, la línea fue desapareciendo, dejando la piel blanca inmaculada.

—Esto… es… —Harry boqueó, buscando las palabras— tan jodidamente genial.

—¿Por qué me apuñalaste? —preguntó Tom, ácido. Harry le sonrió.

—Mis despertares son violentos. No puedo pensar con coherencia si antes no tomo una buena taza de té con mucha azúcar.

Tom asintió.

—Te la prepararé.

Se levantó lo mejor que pudo debajo de aquellas escaleras, pero Harry tomó su muñeca. Tom le observó con curiosidad.

—¿No te marcharás? —preguntó el niño. Y Tom lo pudo ver, realmente: era sólo un niño. Un niño que aún no había marcado. No podía posponerlo más: el niño ya había aplicado las reglas sobre él, ya había puesto un nombre en este lapso de su vida, ya le había nombrado como su platillo. ¿Por qué se demoraba en la marca? Se relamió los labios, pensando que aquello sería doloroso para el chico, y tal vez quería evitarle algún tipo de dolor adicional.

—No lo haré —fue sincero el demonio. Harry le dejó ir. Cuando Tom volvió a ingresar a la alacena, unos minutos después, encontró a Harry bajo una luz brillante que temblaba en el aire. Tom era capaz de reconocer el hechizo, y sorprenderse de que el chico lo consiguiera hacer sin varita y sin ningún tipo de ayuda extra más que su "magia accidental"—. Aquí está el té.

Harry lo aceptó con manos ansiosas. Bebió un sorbo, relajándose. Comenzó con un proceso de sonar su cuello, hombros y luego espalda. Cuando acabó el té parecía mucho más dispuesto al día que les quedaba.

—Muy bien —sonrió—. No sé cómo cojones haremos con mis tíos y con Dudley, pero te apuesto que no estarán nada felices con esto. Lo cual me agrada. Les mataré lenta y dolorosamente, de forma tal que el Infierno para ellos será un descanso pacífico.

—No creo que puedas darle a tus tíos peor muerte que a tu primo —se burló Tom. Harry frunció el ceño.

—¿Maté a mi primo?

Tom alzó una ceja.

—Sí. Le explotaste la cabeza. Me he tomado la libertad de dar un vistazo. Hay sesos, sangre, hueso y piel por todas partes. Parece como si le hubieran volado la cabeza con una escopeta de caza. Es bastante nauseabundo, a decir verdad: su sangre no huele nada bien.

—Ohhh —Harry pareció comprender—. Lo lamento. Soy un poco olvidadizo —mordió su labio—. Entonces, tenemos otro problema más —soltó un suspiro, frotando ligeramente sus sienes—. Pero tengo un plan.

Tom oyó el plan pacientemente, encontrándose que era realmente bueno.

Si se descontaba el tratar de conseguir hacer algún tipo de lavado de cerebro a la familia Dursley, manteniéndolos totalmente al tanto de todo, pero incapaces de hacer nada en contra de ellos. Aunque claro, si se descontara aquello, no habría plan por seguir.

Dead from the neck upDonde viven las historias. Descúbrelo ahora