{ 45 . El sueño de alguien es la pesadilla de otro }

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—¿En qué piensas?
     
Lily volteó el rostro, apenas sorprendiéndose cuando Remus se dejó caer junto a ella bajo la sombra del enorme árbol. A pocos pasos de ellos el lago reflejaba el hermoso sol que cristalizaba la superficie, el calor consiguiendo que coloridas flores brotaran entre las piedrecillas y la tierra húmeda.

—En nada, en realidad —Lily se encogió de hombros mientras se recogía los cabellos rojos, sangre en hilos de seda, y los anudaba descuidadamente en lo alto de la cabeza sosteniéndolos con un lápiz—. Creo que extrañaré Hogwarts este verano.

—Yo también.

Ambos suspiraron. Los exámenes acabados, tenían exactamente doce días antes de partir en el tren. El año siguiente sería algo totalmente diferente: responsabilidades, preparación. Remus había oído casi por casualidad que el profesor Slughorn estaba pensando hacer de Lily Evans una prefecta, y sabía que, teniendo los amigos que tenía y recayendo en él la personalidad bastante más "tranquila", McGonagall le haría un prefecto. Y, además de las responsabilidades de Prefectos que implicaban revisar pasillos de Hogwarts a altas horas de la noche e interceptar paquetes que tuvieran un peso o tamaño superior a lo permitido, estaba el claro hecho de estudiar para los TIMOs y, para Lily, estudiar para sus exámenes de ingreso en la Secundaria Superior.

Remus, muchas veces, sentía una enorme admiración por la cantidad de trabajo que su amiga tenía sobre los hombros y no parecía quejarse de ello ni una vez. Siempre parecía libre, despejada, sonriente y con algún comentario que te dejaba la boca abierta del espanto o asombro. Descarada como ninguna, fue aquella que a partir de tercero se presentaba desarreglada en la mesa de Gryffindor las noches posteriores a la luna llena, dándole una coartada de su "aspecto horriblemente cansado". Remus fue hechizado varias veces por Severus después de ello, lo que llevó a una vendetta por parte de los Merodeadores que acabó con Lily gritándoles a todos, maldiciéndolos y consiguiendo que no pudieran abrir las bocas para nada más que no fuera disculparse sinceramente con ella.

Remus, además de apreciarla, la admiraba terriblemente.

—Podemos... —Lily dudó. Sus dedos tamborileaban sobre sus piernas extendidas, las tablas oscuras de su falda derramándose hasta sus rodillas— podemos alquilar un lugar para vivir. Con autorización de nuestros padres, claro. No creo que no podamos...

—Lily, creo que has olvidado a mi... pequeño problema peludo —balbuceó Remus y su amiga se silenció—. No creo que tus padres te dejen siquiera mantener una amistad conmigo fuera de los límites del colegio. Además, tu casa no está tan mal.

—¿Bromeas? —Lily se volteó hasta él, sus ojos verdes y cargados de vitalidad sorprendentemente abiertos. Su expresión era alarmada—. ¡REMUS! ¿Acaso olvidas a Petunia? A la perfecta Petunia, la chica que claramente no está loca, que es normal, que aborrece todo lo que toco y me representa, que amenaza con decirle a los vecinos mis anormalidades si no hago lo que a ella le plazca. ¡PUTA MIERDA CON ESA PUÑETERA MUÑECA DE PASTEL! A veces quiero coger una de esas tazas de porcelana con las que toma el té y partirla en su cabeza.

Remus exhaló cuando Lily guardó silencio, pero su alivio se vio interrumpido con el desarrollo de la idea.

—Sí, la partiré en su cabeza. Ella me gritará, claramente. Estará indignada. ¡Lily, eso pertenecía a nuestra tía!, gritará, y yo le diré que nuestra tía era una mujer que no conocía el término independencia y que su sola existencia ponía en vergüenza a las mujeres. Ella intentará golpearme o gritar, y entonces cubriré su boca. No puedo usar magia fuera de Hogwarts, sí, eso está bien. Así que no usaré magia. Le demostraré que, si bien la magia es todo lo que me completa, no es todo lo que soy. Soy carne, soy hueso, soy sangre, y ella también lo es. Y se lo mostraré —la sonrisa de Lily se extendía, sus ojos perdidos en una ensoñación que a cualquiera le parecería enfermiza. Remus la observó, fascinado—. La taza está rota, pero como es porcelana, sus bordes serán amplios y estarán afilados. No lo suficientemente afilados para cortar la carne como mantequilla, pero sí lo suficientemente para rasguñar y crear la sensación de pánico previo a la muerte. Petunia llorará, ¿cómo no llorar? —el rostro de Lily se tornó de pronto afectado, imitando la expresión que en su mente tenía su hermana—. ¡Lily, déjame! ¡Somos hermanas! ¡Las hermanas se aman! —imitó con pulcritud la voz de su hermana mayor. Remus, que la había oído personalmente pocas veces, pudo reconocerla—. Sí, seguramente saldrá con una gilipollada como aquella. Y no, le diré. Yo sí te amaba, te amé durante muchos años, te escribí cartas que jamás respondiste y te lloré durante las noches que no sabía cómo estabas. Entonces tú te cagaste en mí y en todo lo que soy porque yo tengo magia y tú no, maldita perra. Y tú jamás me amaste. No estoy obligada a amarte por la sangre y, tú, ¿estás obligada a amarme por la sangre? Si la derramo un poco, quizá... ¿crees?

Dead from the neck upDonde viven las historias. Descúbrelo ahora