{ 15 · Sombrero Parlanchín -al cual no se le puede mentir- }

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—Ravenclaw —murmuró Harry por vez número trescientos cuarenta y siete. Tom cerró los ojos y contó hasta mil.    

—Harry…
    
—Tú sólo piensa: Ravenclaw, Ravenclaw, Ravenclaw…

Tom tomó cuenta de esas tres veces como una individual, dejando la cuenta en trescientos cuarenta y ocho. ¿Alcanzaría Harry a pronunciar las trescientos cincuenta, cifra redonda, antes de que el Sombrero lo llamara?

El sombrero acabó de cantar su ridícula canción. Harry se incorporó en puntillas de pie, susurrando sobre el hombro de Tom: Ravenclaw.

Tom forzó una sonrisa quebrada, intentando que el aire se adentrara y saliera de sus pulmones como oxígeno y dióxido de carbono, y no como llamaradas de fuego. Trescientos cuarenta y nueve.

La profesora McGonagall se adelantó con un gran rollo de pergamino.

—Cuando yo os llame, deberéis poneros el sombrero y sentaros en el taburete para que os seleccionen —explicó, para pronunciar el primer nombre—: ¡Abbott, Hannah!

La niña de rostro rosado y trenzas rubias salió de la fila y subió al taburete. Los ojos de Harry se mantuvieron fijos en ella, específicamente, en las largas trenzas gruesas de cabello. ¿Cómo luciría suelto? Podía imaginárselo ondeándose mientras corría bajo el sol, los destellos de oro causándole una ceguera parcial al chocar contra sus gafas. Su sonrisa. Sus manos, manchadas de sangre, arrastrándola de los cabellos enredados por las escaleras, su rostro salpicado de purpúreo dolor.

—¡HUFFLEPUFF! —gritó el Sombrero, y Harry la siguió con la mirada. Tom le pellizcó la pierna, capturando tela en vez de piel, pero Harry sintió el tirón y se concentró ligeramente.

—¡Bones, Susan!

Los cabellos de esta niña eran más claros, como el maíz. Harry cerró los ojos, borrando cada una de las imágenes a medida que aparecían.

—¡HUFFLEPUFF! —gritó otra vez el sombrero, y Harry abrió los ojos, pero intentó no seguirla por el camino hasta la mesa de la derecha. Intentó.

Tom hundió sus dedos en sus costillas. Harry inhaló, sintiendo cómo su cabeza se aclaraba de a poco.

—¡Boot, Terry!

—¡RAVENCLAW! —escupió el sombrero tan pronto tocó su cabeza. Harry no tuvo problemas con el chico: cabellos cortos, tal vez demasiado para darle algún estilo determinado, y definitivamente demasiado cortos para que las imágenes regresen a atormentarlo.

"Brocklehurst, Mandy" también se hizo un lugar en Ravenclaw, pero "Brown, Lavender" (Harry observó hipnotizado los cabellos claros, en ondas color caramelo por toda su espalda, sacudiéndose con cada movimiento; observó sus propias manos y sus ojos se nublaron al verlas cubiertas de sangre) fue la primera Gryffindor seleccionada de ese año.

"Bulstrode, Millicent" (la prueba fehaciente de lo que conseguía la endogamia en las familias puristas) cayó en Slytherin. Harry no supo qué imaginar con respecto a ella, e incluso sus tormentos estaban confundidos, porque la chica era lo suficientemente grande como para arrastrarlo a él.

"Corner, Michael" acabó en Ravenclaw, y "Crabbe, Vincent" (otro ejemplo de la endogamia), en Slytherin.

Entonces, ocurrió.

—¡Evans, Ian!

Harry observó como un profesor se inclinaba sobre la mesa alta. Era un profesor de expresión avinagrada, como si acabara de chupar un limón y aún no se quitara el agror de la boca. Sus cabellos podrían estar más limpios, y si existían hechizos para básicamente todo, ¿qué le costaba aplicar uno en su nariz? Definitivamente podría lucir bastante bien sin aquellos detalles.

Los ojos de Harry se detuvieron en Tom justo luego. Había llegado al taburete, y observó casi en cámara lenta como el sombrero descendía hasta posarse sobre su cabeza. Entonces, el sombrero abrió su boca hecha de trapos y gritó:

—¡SLYTHERIN!

Harry sonrió, con deseos de abrir un agujero desde su esternón hasta su vientre con un cuchillo desafilado y ahorcarlo con sus intestinos.

La mirada de Tom era perpleja. Cuando Harry le observó, repitiendo "¡RAVENCLAW, BASTARDO, RAVENCLAW!" con la mirada y la sonrisa homicida, Tom suspiró. Harry se restregó la mano contra la cara, gruñendo en voz baja.

Iba a encontrar la forma, iba a matarlo y luego lo reviviría, sólo por eso.

Estaba demasiado enojado para pensar en nada mientras transcurría el resto de la ceremonia. Apenas oyó que "Granger, Hermione" acabó en Ravenclaw, que "Longbottom, Neville" en Gryffindor, o que "Malfoy, Draco" (de forma muy inesperada –nótese el sarcasmoen Slytherin. Sólo esperó. Esperó.

—¡Potter, Harry!

Harry ignoró los comentarios. Calzó su máscara de niño bueno en su lugar y avanzó entre las escasas personas que quedaban. Sabía que sus cabellos habían estado cubriendo su expresión la mayoría del tiempo. Por eso, cuando la alzó la vista, posándola en los ojos de McGonagall –que le sonrió para infundirle ánimos– tomó asiento suavemente en el taburete para dejar que su visión sea cubierta por el sombrero.

Inmediatamente, comenzó a exponer imágenes. "Esta gente astuta utiliza cualquier medio para lograr sus fines". Las imágenes se reprodujeron por su mente como si acabara de poner una cinta.

Repitió los momentos. "Esta gente astuta utiliza cualquier medio para lograr sus fines". La túnica negra de corte elegante, la primera túnica que Harry había visto, y no era exactamente un mago quien la llevaba; un hábito, aprendió que se llamaba. Aprendió que las cruces las podían cargar no sólo los mártires, sino aquellos que eran capaces de guardar secretos más allá de la tumba. Que las cruces eran las expectativas, y las fallas; que las cruces eran la amargura en el paladar después de amanecer una mañana sin haber cenado, como todas las mañanas.

Las cruces eran la sangre corriendo por sus manos, sangre que brotaba del rostro de la niña. Sangre era la que escurría por su nariz, por su boca, y la que se agolpaba bajo los capilares rotos de su rostro, y cuello.

"Esta gente astuta…"

Unos ojos claros como lagunas en una noche de luna llena detrás de unas gafas pequeñas de montura dorada. Una sonrisa que aparentaba ser tan cálida y cargada de paz como para que todos creyeran.

"… utiliza cualquier medio…"

La niña, escaleras abajo, su cuerpo haciendo un sonido amortiguado con cada golpe que daba. Sus propias manos, la sangre seca, la sangre húmeda, la pala hundiéndose reiteradamente en la tierra del jardín principal del Sacerdote.

El agua bendita cayendo en chorros sobre él, varios años después, siendo el Sacerdote un hombre vestido con harapos, con las marcas de su pecado marcadas a fuego en el rostro, con los ojos nublados por la ira.

—¡PECADOR, HOMICIDA!

Las risas histéricas.

—¿Quién ha cometido el primer pecado aquí?

"… para lograr sus fines".

La navaja, descendiendo en espiral, los gritos ahogados por el viejo par de calcetines, y luego su cuerpo convulsionando mientras intentaba de forma lastimera tragar sus propios genitales.

Murió antes de que lo consiguiera.

—¡SLYTHERIN!

Harry sonrió de forma pacífica mientras se movía hacia a la mesa, sentándose junto a Tom, ignorando totalmente que todo estaba en silencio mientras oía los gritos desgarradores resonando en sus oídos.

Dead from the neck upDonde viven las historias. Descúbrelo ahora