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Allyson

Caminaba decidida, sentía que mis pasos resonaban tan fuerte contra el pavimento que todo el mundo podía oírme.

Carly quiso acompañarme, pero esto es algo que debo hacer por mi cuenta y además temo que Blake se enfade en cuanto la vea y sea capaz de lastimarla.

Tomaré mis cosas y, si Blake está en casa, le diré que estoy harta de él, le hablaré de las contusiones que me dejó la noche de la fiesta, le recordaré lo basura que fue conmigo, ya no dependeré de él, me iré de ese infierno de mansión.

Me sentía valiente, como nunca antes, aún a pesar de tener el corazón roto después de ver a la persona que quiero con alguien más, aún así, estaba fresca, no me importaba la manera en que la gente miraba los moretones en mi cara porque desde hoy eso se acabaría, ya no más.

Sentí la adrenalina en carne propia cuando estuve frente a la casa, el corazón me latía a mil. Había una ventaja, no había otros autos en la acera más que el de Blake, había silencio, él estaba en casa, pero no había rastros de movimiento.

Abrí la puerta con la llave que una vez me dio. Lo que vi me sorprendió totalmente.

La sala estaba más que pulcra, brillaba. Cada cosa en su lugar, la alfombra sin un gramo de polvo, era sorprendente, porque yo no lo hice. La imagen que tenía frente a mí distaba mucho de la que vi por última vez cuando los restos de la desastrosa fiesta aún estaban en el suelo.

Pero lo que más me perturbaba era el silencio. Reinaba por toda la casa, ni música, ni programas de televisión, ni ruido en la cocina.

Podría ser bueno, pero así como puede ser pacífico, el silencio puede ser terrorífico.

Subí uno a uno los escalones que me llevarían al segundo piso, donde está la habitación que compartíamos. La puerta estaba entreabierta y se escuchaba una tenue respiración, ¿estaría dormido?

Empujé un poco más la puerta mientras la visión de una también ordenada habitación se presentaba ante mí.

En la cama, Blake. Estaba sentado en la orilla, de espaldas a mí con sus codos apoyados en las rodillas y su cara entre sus manos, sollozaba.
Pensé que no me había oído entrar, avancé hasta el otro lado para ponerme frente a él.

-Ally -pronunció balbuceando -. Volviste.

No dije nada, lentamente fue levantando su rostro para mirarme. Sus mejillas estaban coloradas y mojadas por las lágrimas que caían sin cesar de sus ojos.
En cuanto hizo contacto visual conmigo comenzó a llorar más fuerte, como si algo lo estuviera lastimando en lo más profundo y no pudiera quitarse ese dolor.

Esa imagen me descolocó completamente, todas las intenciones que tenía antes de cruzar la puerta se desvanecían de a poco, toda la valentía y el coraje de gritarle en su cara ahora eran débiles pensamientos.

Esto era lo que menos esperaba encontrar. Nunca había visto esto, Blake vulnerable, llorando frente a mí como si de su vida dependiera.
Cuando ves algo por primera vez es como si estuvieras hipnotizado, no puedes dejar de verlo, por lo fascinante, sorprendente, nuevo u horrible que sea. Estaba en trance, esto no era algo de todos los días, Blake parecía tener sentimientos.

En un momento se lanzó de rodillas al suelo abrazando mis piernas como un niño pequeño.

-¡No me dejes Ally! ¡Te amo! Por favor, ¿dónde estabas? ¿por qué me dejaste solo?

Solo podía mirarlo, quién lo diría, el súper poderoso Blake suplicándome de rodillas.

-Te necesito más que nunca ahora.

Silencio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora