CAPITULO 14 - ¿Y AHORA QUE?

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Espero que se encuentren muy bien, les dejo el siguiente capitulo.
¡Que tengan excelente semana!

GC MOON

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CAPITULO 14

-¿Y AHORA QUÉ?-

Al terminar según él la plática con la pulga Myoga que insistentemente estaba aferrado a su cabello mientras el obstinado Hanyo no pretendía dar ninguna explicación de lo último que había dicho, avanzaba dirigiéndose hacia la aldea para ver a sus amigos y pasar ahí 'Esa noche' la cual odiaba con todo su ser, a su parecer sus 'malditos' rasgos y características humanas tomaban control de él y no había nada que pudiera hacer para detenerlo a excepción claro, de lo que le acababa de confiar el diminuto Yokai; perdido en sí mismo meditaba "¿y ahora qué?"; debía comenzar cuanto antes ese ritual para volverse yokai completo y así regresar a Kagome al lugar donde pertenecía según él, a su lado.

Llegando a la aldea pudo observar a Miroku levantando unos leños que después acomodaba cerca de la puerta, seguro se estaban preparando para la lenta, tormentosa y horrible noche como él la consideraba, cerca de él entre unos arbustos podía ver a Shippo jugando con Kirara ambos fueron los primeros en percatarse de la presencia de Inuyasha y el demonio zorro se apresuró para cuestionar al recién llegado.

-¡Inuyasha!... ¿Dónde está Kagome?, ¿la dejaste atrás perro tonto?- cuestionaba el cachorro con enfado.

-¡keh!, ¡Cállate enano!- sin desear responder o darle alguna otra explicación se apresuró a encontrarse con Miroku.

Volteando a ver el escándalo que había provocado su amigo mirando su rostro supo que algo no estaba nada bien, gracias a su gran persuasión podía darse cuenta de que Kagome estaba en una situación muy difícil y sería complicado con lo que tenían que lidiar, ahora lo más tedioso era hacer entender a Inuyasha que sea lo que fuera no debía iniciar hoy su lucha por el siguiente movimiento; debía pensar en una estrategia para retenerlo esa noche seguro en la aldea donde Sango y él pudieran 'cuidar' por así decir de él, aunque jamás se lo diría en voz alta a su obstinado amigo.

-Inuyasha, que bueno que has llegado Sango está por hacer la merienda, debes tener hambre- hablaba pacíficamente tratando de calmar los ánimos y hablarle de algo que lo hiciera sentir bien, no atacando como Shippo lo acababa de hacer.

-No tengo hambre- su voz había salido casi melancólica a lo que el pequeño cachorro se dio cuenta pero algo le decía que no era el momento de preguntar; el monje insistió.

-Vamos Inuyasha, no desprecies a Sanguito porque te puede ir muy mal- le decía algo que era verdad y ciertamente no podía negarse ante esa mención.

-¡Keh, está bien!- aceptó ya un poco más animado pensando en la posibilidad de ser golpeado por el Hiraikotsu de la exterminadora.







-En la cabaña-

...Aferrándose al fuerte cuerpo del macho llevando instintivamente su rostro hacia el cuello del Daiyokai abrió su boca y mordió el mismo lugar que el inuyokai lo había hecho y comenzó a dejar fluir su veneno haciendo su marca.

De lo que no estaba consciente era que aparte de su veneno saldría poder purificador el cuál aun no era sentido por el Daiyokai que se encontraba en éxtasis, dejando hacer lo suyo a la yokai la aferró a su cuerpo aun tembloroso y la acercó a la cama; cuando la hembra soltó el lugar que estaba mordiendo con gran ímpetu y pasión desbordante el macho soltó un profundo y mortífero gruñido cargado de placer, bajando a la hembra de sus brazos y regazo movió su rostro hacia el cuello, con sus brazos la pegó con toda su fuerza a su cuerpo como si deseara unirse o fundirse en un solo ser olfateando aquel delicado y dulce lugar donde estaba su marca comenzó a lamer de manera lenta y seductora paseando su lengua desde el hombro hacia el cuello pasando por la mandíbula subiendo hacia el lóbulo de la oreja y lo succionó un poco, haciendo estremecer con el contacto a la hembra que daba pequeños gruñidos pero cargados de pasión, se pasó hacia la mejilla lamiéndola tres veces, abrió los ojos quería deleitarse con el rostro de su pequeña y hermosa acompañante la cual estaba tan sumergida en las sensaciones con un rostro tan acalorado que sus mejillas podían confundirse con el fuego ardiente.

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