CAPITULO 01
Esto fue lo que pasó:
Lo conocí en una confitería. Él se volvió y me sonrió, y yo me sorprendí tanto, que le devolví la sonrisa. Sweet Heaven no era una tienda para niños, sino un establecimiento refinado donde vendían productos muy selectos. Allí no había piruletas baratas ni chocolatinas normales, era un lugar donde una va a comprar trufas caras de importación para la mujer del jefe porque se siente culpable después de haberse dado un revolcón con él durante una conferencia en Milwaukee.
Él estaba comprando grageas negras y miró hacia la bolsa que yo tenía en la mano, que contenía lacasitos de un solo color.
—Ya sabes lo que se dice de los verdes —me dijo, con una sonrisita traviesa a la que intenté resistirme.
—¿Que son los que se compran para el día de San Patricio? —de hecho, por eso los había elegido.
—No, que te ponen cachondo.
Han coqueteado conmigo un montón de veces, sobre todo tipos carentes de sutileza que creían que lo que tenían entre las piernas compensaba lo que les faltaba entre las orejas. A pesar de todo, a veces me iba a casa con alguno de ellos, porque me gustaba desear y ser deseada, aunque en gran parte fuera una mentira y acabara decepcionada.
—Es una leyenda urbana que se han inventado unos cuantos adolescentes frustrados —le dije.
Su sonrisa se ensanchó. Era su arma más potente, ya que destacaba en un rostro de facciones extrañas, en especial su mandíbula cuadrada. Su pelo de color café, sus ojos avellana verdoso eran atractivos por separado, pero resultaban impactantes combinados con aquella sonrisa.
—Buena respuesta —dijo, mientras alargaba la mano.
Cuando se la estreché, tiró de mí poco a poco, paso a paso, hasta que se inclinó un poco hacia mí y me susurró a la oreja:
—¿Le gusta el regaliz?
Me estremecí al sentir la caricia de su aliento en la piel. Sí, me gustaba y me gusta el regaliz, así que me llevó hasta otro de los pasillos y metió la mano en un recipiente lleno de unos pequeños rectángulos negros. En la etiqueta había dibujado un canguro.
—Ten, pruébalo —acercó un trozo de regaliz a mis labios, y yo los abrí a pesar de que había un cartel que prohibía probar la mercancía. —Es de Australia.
El regaliz era suave, delicioso, pegajoso... me pasé la lengua por los dientes, y cuando la saqué y recorrí el lugar donde sus dedos habían rozado mis labios, él sonrió y me dijo:
—Conozco un local que te gustará.
Yo me dejé llevar.
El Cordero Devorado. Era un nombre bastante fuerte para un pequeño bar de estilo británico que estaba situado en una callejuela del centro de Harrisburg. Comparado con los modernos locales y los restaurantes de lujo que habían revitalizado la zona, parecía un poco fuera de lugar, y eso le confería un encanto especial.
El desconocido me llevó a la zona del bar, lejos de los universitarios que estaban cantando en el karaoke que había en una esquina. El taburete se tambaleó un poco cuando me senté, así que tuve que agarrarme a la barra. Pedí un cóctel margarita, pero él negó con la cabeza y enarcó una ceja al decir:
—No, pide un whisky.
—Nunca lo he probado.
—Vaya, así que eres virgen.
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Dentro y Fuera de la Cama
FanfictionAdaptación de la novela de Megan a Hart a una versión Joshifer.