Capítulo 5

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Al día siguiente, mientras salía del taxi delante de mi casa llevando la ropa que me había puesto la noche anterior, tuve tiempo de arrepentirme. Me había duchado, me había lavado los dientes y la cara, pero se veía a la legua que mi ropa tenía la clase de arrugas que quedan cuando una tira las prendas al suelo con dejadez porque está a punto de follar como una loca.

—Hola, señorita Lawrence —Gavin estaba esperándome en los escalones de su porche, que estaban a escasos centímetros del mío. —He pensado que a lo mejor quería que la ayudara con el comedor.

Lo que quería era tumbarme en la cama y volver a dormirme. Miré a Gavin con una pequeña sonrisa mientras metía la llave en la cerradura. Él ya estaba detrás de mí.

—Es muy pronto, ¿no te apetece ir a hacer otra cosa? Es sábado, y hace muy buen día.

—No, prefiero ayudarla —vio cómo forcejeaba con el cerrojo, que a veces se quedaba atascado en los días húmedos, y al final me dijo: —¿Lo intento yo?

—No, ya casi está —no era cierto, pero estaba cansada y empezaba a ponerme de los nervios tenerlo mirando por encima de mi hombro.

—¡Gavin!

Nos volvimos de inmediato, y vimos a la señora Ossley saliendo al porche. Tenía las manos en las caderas, y una expresión ceñuda que restaba encanto a un rostro que podría resultar atractivo. Se detuvo al verme con su hijo, y me recorrió con la mirada de pies a cabeza. Por ridículo que pareciera, me sentí como si le debiera una explicación por el estado de mi ropa y mi regreso a casa a aquellas horas de la mañana.

Su ceño dio paso a una sonrisa muy poco sincera, y dijo con tina voz lo bastante edulcorada como para cariar una dentadura entera:

—Gavin, deja tranquila a la señorita Lawrence, Tienes que prepararte para salir.

Gavin se apartó un paso de mí, pero no regresó a su casa.

—No quiero ir.

—No me importa lo que quieras o dejes de querer. Dennis lleva toda la semana hablando de lo de hoy.

Gavin no fue hacia ella, aunque su cuerpo entero pareció encogerse.

—No aguanto la Guerra de Secesión, y no quiero ir al museo, Seguro que es muy aburrido —se volvió hacia mí, y añadió —¡Además, le prometí a la señorita Lawrence que la ayudaría a pintar el comedor.

—La señorita Lawrence es perfectamente capaz de pintar sola su comedor —masculló su madre.

—Tiene razón, Gavin —dije, sin apartar la mirada de ella, —Deberías hacerle caso, ya me ayudarás esta semana cuando vuelva del trabajo. Voy a tener que proteger las molduras.

Él bajó a regañadientes los dos escalones de mi porche, y subió de un salto los de su casa. Pasó junto a su madre sin decir palabra, y ella ni lo miró.

Las dos nos miramos desde nuestros respectivos porches. A pesar de que tenía un hijo de quince años, no parecía mucho mayor que yo. Como seguía sonriéndome, al final cedí y sonreí a mi vez con la misma sinceridad.

—Espero que se lo pasen bien en el museo —le dije. Volví a meter la llave en la cerradura, y conseguí abrir la puerta por fin.

—Seguro que es muy interesante. Nos lleva Dennis, mi novio.

Su novio no me interesaba lo más mínimo, pero asentí y empecé a entrar en casa.

—Gavin pasa mucho tiempo con usted. —me dijo.

Dentro y Fuera de la CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora