Capítulo 9

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Josh se echó a reír cuando le conté dónde había estado. El brillo de sus ojos me animó a que le describiera la reunión. Nunca había sido demasiado buena a la hora de contar historias, pero a él se le daba tan bien escuchar, que hablé y hablé hasta que me di cuenta de que llevaba veinte minutos hablando de juguetes sexuales y medias abiertas.

—Parece que has pasado un buen rato —comentó. —Veinte Preguntas Picantes.

El vino de Josh era mejor que el de Laura, y tomé otro trago antes de contestar. El alcohol me soltaba la lengua. Me recliné contra los cojines del sofá, y le dije:

—Me parece que la sociedad en general está tan centrada en el sexo y en ser sexy, que se ha convertido en una especie de carrera. Todo el mundo corre sin parar mientras intenta alcanzar a los demás, y al final todos creemos que nos merecemos el premio —al ver que él se echaba a reír, lo miré ceñuda y le pregunté: —¿Estás riéndote de mí?

—No. Eres tan sincera, que me resulta imposible reírme de ti.

—Estás haciéndolo —le dije, mientras dejaba el vaso encima de la mesa.

—No —se acercó un poco más a mí, y posó las manos en mis brazos. —Es que me hace gracia, estás un poco borracha.

Aquello era cierto, pero también estaba indignada.

—¿Te hace gracia que esté borracha?

Él empezó a frotarme los brazos, y me dijo:

—No, lo que me hace gracia es que te ofenda tanto que la sociedad nos convierta en una especie de maniacos sexuales. Y también que relaciones los fuegos eróticos con algo sacado de Alicia en el país de las maravillas.

Intenté indignarme aún más, pero me resultaba muy difícil seguir enfadada teniéndolo tan cerca.

—¿Lo has leído?

—Sí, ¿te extraña?

Si le decía que sí, a lo mejor se molestaba. Recorrí la sala de estar con la mirada, y al ver las estanterías, le pregunté:

—¿Te gusta leer?

Me levanté antes de que contestara, y me acerqué a leer los títulos. Ver los libros de alguien puede ser tan íntimo como echarle un vistazo a su botiquín. Josh tenía varios estantes con libros forrados en cuero sobre derecho y otros temas de lo más aburridos, pero debajo había novelas policíacas en rústica y ediciones en tapa dura de algunos clásicos que reconocí. Lo miré por encima del hombro, y le pregunté sonriente:

—¿Te apuntaste al Club de los Clásicos Mensuales?

—Sí.

—¿Los has leído todos?

El corazón es un cazador solitario, Jayne Eyre, Cumbres borrascosas, Drácula, Fiesta... pasé el dedo por los lomos, y saqué uno. El olor de un buen libro tiene un olor especial.

—Sí —se acercó a mí, y me abrazó por la cintura desde detrás.

Dejé el libro en su sitio, y seguí leyendo los títulos. Mis dedos se detuvieron de nuevo, y me volví para mirarlo.

—¡Tienes El principito!

—Sí —admitió, con una pequeña carcajada.

Lo saqué de la estantería. Aquella edición era más reciente que la mía. La tapa estaba casi nueva, y las páginas no estaban dobladas. Alguien con bastante mala letra había escrito: Para Josh, con amor. Cuando le enseñé la inscripción, se encogió de hombros y me dijo:

Dentro y Fuera de la CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora