Capítulo 13

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Trabajé duro en el comedor, y lo acabé en un par de días. Las molduras doradas brillaban en contraste con las paredes azules, que estaban decoradas con estrellas también doradas. A lo largo de la parte superior, justo debajo de la moldura, dibujé una frase de El principito: la gente tiene estrellas que no son las mismas.

Me gustaba cómo quedaba. Llamativo, atrevido. El blanco absoluto que había planeado en un principio no habría combinado tan bien con los muebles. Mi habitación más odiada de la casa se había convertido en la preferida.

Aquella habitación azul me dio valor para llamar a Josh, e invitarlo a que viniera con Laura, Wayne y conmigo a la Feria Anual de Arte del Susquehanna. Era mi forma de disculparme por no haberlo invitado a que viniera a conocer a mi madre. Ninguno de los dos mencionó los días que llevábamos sin hablar. No sabía si aceptaría mi invitación, pero a él pareció gustarle la idea de conocer a mis amigos.

Quedamos en encontrarnos junto a la estatua a escala real del lector de periódico sentado en un banco, pero como el autobús se retrasó y llegué tarde, los vi antes de que ellos me vieran a mí. Laura y Wayne estaban tomados de las manos, charlando con una familiaridad que me dio envidia.

—¡Jen! —Josh me saludó con la mano, y vino con paso rápido hacía mí. —Estábamos preguntándonos dónde estarías.

No estaba segura de si me abrazaría, pero lo hizo.

—El autobús se ha retrasado por culpa del tráfico. Ya veo que las presentaciones ya están hechas.

Él me rodeó la cintura con el brazo, y me dijo:

—Sí, vi una morena despampanante y me arriesgué a preguntarle si era Laura.

Ella se reclinó contra Wayne, y comentó:

—Ha intentado convencerme de que tú me habías descrito así, Jen, pero no lo he creído.

No, no había dicho en ningún momento que Laura fuera despampanante. Sí, era morena, y también alegre, y no me extrañó ver que llevaba unos zapatos de tacón y una camiseta sin mangas. En comparación con su aspecto informal, me sentía demasiado arreglada y un poco desaliñada a la vez, porque no me había cambiado de ropa por miedo a llegar tarde.

—Hola, Jen. Me alegro de verte —me dijo Wayne, antes de darme un beso en la mejilla.

—Hola.

Josh me tomó la mano, y me dio un pequeño apretón antes de entrelazar sus dedos con los míos. La acción hizo que lo mirara, pero por una vez no parecía estar leyéndome la mente. No me aparté, aunque aquel gesto tan posesivo me puso un poco nerviosa.

—¿Vamos a comer primero?

Tardé un momento en darme cuenta de que Josh estaba preguntándomelo a mí. Laura y Wayne estaban mirándome, esperando a que respondiera, como si fuera yo la que debía decidir lo que había que hacer, como si fuera yo la que estaba al mando.

—Vale.

—Genial, estoy hambriento —Josh me dio otro apretón en la mano.

Aquel hombre había chupado nata montada de mis pezones, no hacía falta que un psicólogo me dijera que el hecho de que me agarrara la mano en público no debería incomodarme. Laura y Wayne estaban tomados de la mano, al igual que muchas otras parejas que paseaban por allí.

Pero eran parejas, novios, amantes. Lo que había entre Josh y yo era diferente. Teníamos un hábito, un ritual, un pasatiempo. No éramos una pareja, ni hablar. No teníamos nada que ver con Laura y Wayne, ni con el chico con rastas y la chica con una camiseta de los Ramones. No éramos una pareja... ¿verdad?

Dentro y Fuera de la CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora