Capítulo 4

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Capitulo 4

Lo que yo quisiera. Era fácil prometer algo así, pero resultaba difícil pedirlo. No sabía lo que quería, lo único que tenía claro era que no podía dejar de pensar en él. Laura me acorraló junto a la cafetera, y me dijo:

—¿Dónde te metiste el viernes? ¡nos dejaste allí tirados!

—Me dolía la cabeza. Parecían muy a gusto en la barra del bar, así que decidí marcharme sin decir nada.

La respuesta pareció satisfacerle, porque empezó a hablar sin parar de cómo se lo había pasado con Wayne. Me dijo la marca de colonia que él solía ponerse, el champú que usaba, cómo le gustaban los huevos... se quedó callada a media frase, y me preguntó:

—¿Qué?

Me había quedado inmóvil mientras ella hablaba, Terminé de servirme el café, y le dije:

—Nada —no quería decirle que la envidiaba, ni siquiera estaba segura de lo que estaba sintiendo. Ya me había enamorado antes, y la cosa había acabado fatal.

—¿Te pasó algo en el Blue Swan?

—No, ¿tendría que haberme pasado algo?

—Pues claro. Pero... ¿no pasó nada de nada? Te perdimos de vista cuando te fuiste a por las bebidas, pensé que a lo mejor habías conocido a alguien.

—Pues me temo que no —le dije, con una carcajada forzada.

No parecía demasiado convencida, pero no le conté nada más.

A diferencia de mí, Josh no esperó varios días antes de llamarme.

—Hola, señorita Lawrence. Josh Hutcherson al teléfono.

—Buenos días, señor Hutcherson. ¿En qué puedo ayudarlo?

—He leído que la peli que dan en el cine Alien este fin de semana está bastante bien, y me gustaría concertar una reunión con usted para ir a verla.

—¿Una reunión? —me había pillado fregando los platos del desayuno. Sujeté el auricular contra el hombro mientras escurría mí taza.

—Sí. me comentó que no quería relaciones, ¿verdad?

—Sí, pero eso no significa que no quiera citas.

—Ya veo. Sí, hay una pequeña diferencia.

Me lo imaginé pasándose la mano por el pelo, quizá llevaba una camiseta y unos vaqueros. Seguro que tenía un sofá de cuero, una televisión de plasma, y plantas que le cuidaba una asistenta.

Acabé de fregar los platos, así que puse la tetera al fuego.

—Sí, tengo citas de vez en cuando.

No era del todo cierto, hacia mucho que no tenía ninguna; de hecho, había tenido la última incluso antes de decidir renunciar al sexo.

—Estás cambiando de argumentos, Jen. No es justo.

—La vida no es justa —limpié la mesa, y coloqué el servilletero en el centro.

—Jen, sabes que quieres venir conmigo al cine.

Su voz salió del teléfono y me acarició de pies a cabeza. Cerré los ojos, y me apoyé en la encimera con un brazo sobre el estómago para aguantar al que sujetaba el teléfono.

—Sí, es verdad —admití, después de pensarlo por un momento.

—Bien —me dijo, como si mi respuesta hubiera zanjado el asunto.

Dentro y Fuera de la CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora