Capítulo 10

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—Aquí fue donde me trajiste el día en que nos conocimos, el Cordero Devorado —miré el letrero, en el que había dibujado un lobo mordiendo a un cordero.

—Eres muy observadora. Anda, vamos a sentarnos — me dijo, mientras sujetaba la puerta para dejarme pasar.

—Me costaría olvidar un sitio con un nombre así. ¿También sirven comida?

—Sí, y muy buena.

—Perfecto, estoy hambrienta.

Nos sentamos a una mesa del fondo del local. Me sonrió al darme el menú, que incluía platos como pescado rebozado con patatas fritas y empanada de carne.

—Yo también, menos mal que comes —comentó, mientras examinaba el listado de cervezas.

—Claro que como —le dije, con una carcajada.

—No, me refiero a que comes de verdad. He salido con algunas mujeres que sólo picoteaban.

—Ah —fijé la mirada en mi menú mientras intentaba no ruborizarme. —Supongo que tengo buen apetito.

—Oye, que es algo que me encanta.

—¿En serio? —él tenía la costumbre de contestar a sus propias preguntas, y yo solía preguntar cosas que no necesitaban respuesta.

—Sí, en serio —me dijo, sonriente.

Siempre me siento un poco incómoda cuando me hacen un cumplido, a menos que tenga que ver con mi inteligencia. No es que crea que la persona que lo hace está mintiendo, sino que nunca sé si se supone que debo devolvérselo.

—Genial —alcé la mirada cuando se nos acercó el camarero, y le dije: —Quiero el pescado rebozado con patatas fritas, por favor, con vinagre de malta y salsa tártara. Y para beber... una Guinness.

—Lo mismo para mí —dijo Josh.

El camarero, que debía de tener veinte y pocos años, sonrió y dijo:

—Vaya, una chica que bebe cerveza de verdad. Impresionante, casi todas las clientas me piden cerveza baja en calorías.

Josh me miró antes de volverse de nuevo hacia el joven y comentó:

—Esta chica es especial.

—Sí, ya lo veo.

Eran dos hombres muy diferentes. Josh iba arreglado sin llegar a ser pijo, y solía llevar trajes caros o pantalones más informales, camisas de diseño con corbatas de fantasía. Aquel día llevaba unos vaqueros oscuros de corte recto, una camiseta blanca, y una chaqueta negra de cuello redondo de cuero. Iba informal, sin parecer descuidado.

El camarero llevaba los vaqueros sujetos con un cinturón de cuero negro tachonado de pequeños pinchos. Su pelo oscuro parecía muy suave. Lo llevaba corto por detrás, pero por delante le caía sobre un ojo. Tenía los brazos cubiertos de tatuajes, y llevaba piercings en las orejas, en la ceja... y en los pezones, se le transparentaban a través de la ajustada camisa blanca que llevaba. Tenía los ojos de un intenso tono azul, y una voz profunda que revelaba que era fumador. Cuando me miró con una sonrisa deslumbrante, entendí por qué las chicas que estaban sentadas en una esquina no paraban de cuchichear entre risitas.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó Josh, mientras se sacaba un paquete de tabaco del bolsillo.

Acepté el cigarro que me ofreció. Era bastante fuerte, no de esos de mentol. Cuando me lo encendió, inhalé profundamente, contuve el humo un poco para impresionarlos, y después lo solté poco a poco en una serie de anillos.

Dentro y Fuera de la CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora